¡A la ópera!
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Mide 1.65 metros. Pesa alrededor de 46 kilos. Tiene 19 años. Su cabello es lacio, trigueño. Es bella como pocas. Es una varita de nardo. De hecho, para entrar en esos vestidos de seda fina que la engalanan, cualquier mujer debe de tener el cuerpo de esa golosina de chocolate llamada Bubulubu. Puede ser modelo de magazine o de pasarela en Nueva York. Lo puede ser, pero no lo es. Mejor aún, su tesitura es soprano, es Keila Martínez Álvarez y adentro de su pecho anida una ave de paraíso la cual en su voz y garganta, hace arder los escenarios.
¿Por qué pudiendo estar en Nueva York o en la semana de la moda en París, Keila Martínez se encuentra en Saltillo? porque amén de cursar su licenciatura en ingeniería industrial en la ciudad, está entregada en voz y cuerpo a ese arte tan exótico como estrafalario, ese arte de hace 400 años tan misterioso como extraño, la llamada ópera. Sí, ese arte, el bel canto, donde un caballero va atravesado con un florete en el pecho, pero no suelta su bien más preciado: el pañuelo perfumado de la mujer amada. Ese arte tan locuaz para muchos, donde una pareja de enamorados, camino a la horca, en lugar de pedir ayuda al Juez o implorar piedad, va entonando los más dulces cantos de pasión en duetos los cuales marchitan, agobian y arañan nuestra maltrecha alma.
Alejandro Reyes-Valdés y Natanael Espinosa han contribuido más a la educación de talentos musicales y a la formación de públicos, que toda la Escuela de Música. La frase no es mía, es del intelectual más completo en el Norte de México, Jaime Torres Mendoza. La pronunció en una mañana donde abundó el pan tostado y el café amargo. El intelectual nacido en San Juan del Cohetero tiene razón. Bajo la égida de Alejandro Reyes-Valdés y Flor Magallanes, el Taller de ópera Armando Fuentes Aguirre ha venido a insuflar vida a este arte olvidado en la ciudad.
Ha sido tal su penetración y repercusión, que un público ávido y fervoroso, hemos atestado las salas donde se presentan en conciertos de temporada. Es el caso de este período de primavera en la Alianza Francesa en pleno centro de Saltillo. Escuchar a la soprano Keila Martínez interpretar O mio babbino caro de Puccini y no verla arrojarse al río Arno en su papel de Lauretta, eriza la piel y el esqueleto. ¡A otro público con este arte y estas voces privilegiadas de Saltillo!
Esquina-bajan
Hay otra señorita, Valeria Oregón Ponce, la cual en lugar de pudrir sus ojos en Internet y gastar sus labios en besos, estudia en Artes Plásticas, feudo de don Blas José Flores y canta como diosa Se tu m ami de Pergolesi o Vedrai Carino de Mozart. Uf. Hay un tenor, el joven Abel Alejandro Rangel. Escúchelo cantar señor lector, escúchelo. Otra cosa. Miriam Adonai Ortiz lo que tiene de bella y jovencita ¡apenas frisa los 17 años!, lo tiene de aplicada. Escuche cantar el aria NiNa de Pergolesi.
Hay dos talentos, dos voces tan extrañas como únicas. Son Oscar García, contratenor, y Dinorah Delgado, mezzosoprano. Cuando uno escucha las coplas en vivo de estos jóvenes, el tiempo se detiene. Con un trabajo de poco más de dos años, el Taller de Opera ya muestra frutos maduros bajo la batuta del melómano Reyes-Valdés. Hay también dos pianistas que prometen y claro que van a cumplir, Omar Martínez y Darío Aguillón. Iniciando van dos voces, Adán Contreras y Miguel Ángel Ríos.
Caray, uno se conmueve de escuchar y ver actuar a estos jóvenes los cuales montan perfectamente sus conciertos y sin apoyo de institución oficial alguna. Damas y caballeros del Jurado, lo mejor viene al final, mañana viernes a las 8 de la noche en la Alianza Franco, se presenta la soprano Judith Nuncio âme declaro su fiel admiradorâ y el tenor Abel Alejandro Rangel. Deje lo que esté haciendo y corra al concierto.
Letras minúsculas
Keila Martínez, pudiendo ser modelo en Nueva York, se entrega a su canto. Escúchele de Hoffmann, Les oiseaux dans la charmille. Ah.