¿A Chivas aún le queda orgullo?
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Chivas se mira en el espejo y la imagen que recibe es porosa y angustiante. Su cara deslavada y sus rasgos difuminados impresionan. Es un fiasco futbolístico, no un equipo.
Con un futbol pequeño, insignificante y sin una propuesta que lo identifique, el Guadalajara continúa instalado en la inmadurez y en la indefinición. Juega por jugar, sin rumbo y se va cayendo por naturalidad. Cuando el mayor peso de un equipo es el lastre negativo que arrastra, en la cancha es un fantasma.
Chivas lleva 11 partidos al hilo sin poder ganar y para un equipo en situación de emergencia, la tolerancia es demasiado exagerada. Ni con Bustos antes, ni con De la Torre ahora, hubo señales para torcer la tendencia. Es un club que siempre está empezando de nuevo y lo grave –y preocupante- es que lleva mucho tiempo en esa nociva dinámica.
Una institución que permanentemente gira la rueda de los jugadores y entrenadores, y le cuesta estabilizarse, lo único que puede esperar son fracasos. Chivas atraviesa una situación inédita en sus más de 100 años de historia, está navegando por el fondo de un océano de incertidumbre y nutriéndose de muchas miserias.
Creer que Chivas es presa de una simple mala racha sería hacerse un harakiri. No se pueden aislar los despropósitos y caprichos dirigenciales de los últimos tiempos ni las estrategias deportivas mal encaminadas desde abajo.
Con lo poco que puede sacar de su cantera, más algunos arriesgados refuerzos que llegan conociendo que pueden incinerarse, el Guadalajara ha entrado en una espiral peligrosa donde la desesperación y el miedo a un potencial descenso lo mantienen con la cabeza debajo del agua.
El rendimiento del equipo lleva a los aficionados a pensar más en los padecimientos por mantener la categoría que en ilusionarse con un posible triunfo el sábado en el clásico ante América, que a estas alturas, da igual lo que consiga. No salvará el torneo ni mucho menos el declive, en todo caso, ante las Águilas podría quedar mucho más expuesto de lo que está actualmente.
El equipo está desmoralizado y la gente, más. A este semestre ya lo tiene perdido y sobre el que viene no se sabe qué podrá pasar. La presión será más fuerte, pero definitivamente en un club tan inestable es hasta aventurado imaginar lo que ocurrirá en el próximo entrenamiento. En Chivas, las proyecciones y planificaciones a largo plazo hoy conllevan un altísimo riesgo.
Dentro de un contexto tan desparejo, se atraviesa un clásico nacional sin ese brillo de otros tiempos. Hace años que este duelo ha perdido sabor y en cierta medida, interés. La evolutiva debacle de Chivas ha orillado a este partido a ser más ordinario que extraordinario.
En asuntos futbolísticos no se debería esperar nada diferente a la actualidad de los contendientes. Para América, pese a haber ingresado en una zona de turbulencia en los últimos tres juegos, el Guadalajara no representa ser ninguna amenaza, al contrario, pinta como un rival de trámite. Ante objetivos y presentes muy diferentes, ni lo emocional podría ser un factor determinante.
Mientras el América palomea el calendario, Chivas se vacía y le inserta puras tachas a su campaña. Las Águilas están mucho más interesadas en tomar por asalto el torneo. Están en otra onda, en la huella de la prosperidad.
Lamentablemente el Guadalajara camina en sentido inverso y cabizbajo. Hoy no le cabe el beneficio de la duda ni siquiera en cuestión de orgullo.