Abuso de la tecnología
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Fernando y Esperanza son un matrimonio que procreó 6 hijos. Todos son ya mayores y se han casado. Todos los sábados comen en familia en la casa de los padres. Estos se preparan con afán e ilusión pensando en convivir con ellos y sus hijos. Desde temprana hora preparan sus alimentos tratando de darles gusto para que su estancia sea placentera. Para escuchar de cada uno los acontecimientos durante la semana y conocer de viva voz los trabajos desarrollados, en la profesión de los mayores y los adelantos en sus estudios de los nietos; sus proyectos de vida, sus quejas, sus logros, en fin tener con ellos una convivencia anhelada durante toda la semana.
Esto parece ideal y es lo que muchas familias acostumbran para seguir teniendo un contacto más cercano, con el objeto de no perder el acercamiento que alimenta el amor fraterno a través de la comunicación. Sin embargo, lo que es un avance asombroso de la tecnología en estas últimas décadas, ha venido a crear un duro cambio en las relaciones humanas por el abuso indebido de la telefonía celular.
Esperanza soportó durante algún tiempo un grave problema. Cada comensal cargaba con su teléfono y, los padres constantemente sostenían conversaciones al celular referentes a su trabajo u otros intereses, y los chicos, sin control alguno, se la pasaban pendientes de recibir y mandar mensajes de toda índole. Fernando parecía soportar la situación con más paciencia y hasta indiferencia. Sin embargo dentro de él se sentía como una bomba a tiempo de explotar.
Después de otra reunión similar, cuando quedaron a solas decidieron que eso no podría continuar de esa manera. Se sentían francamente defraudados e ignorados. Sus afanes no estaban siendo valorados ni como padres ni como personas. El objetivo se había perdido. La comunicación se anuló; se perdió el interés personal. Como si la familia se estuviera desintegrando. Cavilaron mucho tiempo sobre cuál sería el remedio para esta situación. Y fue Esperanza la que tuvo, al parecer una buena idea, la que pondrían en práctica la siguiente semana.
El sábado los visitantes se sorprendieron porque los estuvieran esperando en la puerta. Esperanza portaba en su mano derecha un canastito e iba requiriendo de cada uno que depositaran su celular ahí. Aclarando que sólo les sería regresado hasta el final de la reunión. Obvio que la condición no fue del agrado de nadie, pero no les quedó más remedio que aceptarla. Al principio sólo se pusieron carilargas, pero al rato todos estaban comentando la decisión de sus anfitriones y rezongando su incomodidad. Transcurridos algunos minutos los comentarios se generalizaron y cada quien exponía sus razones y luego empezaron a tratar diferentes tópicos. Fernando los observaba con una amplia sonrisa de complacencia. Espero un poco más y cuando vio que todos estaban interesados en los demás; se paró y les dijo: esto es lo que queremos su mamá y yo, que todos se comuniquen de viva voz, que se vean a la cara, que aprecien sus gestos y ademanes, que se sientan vivos, que se conozcan como personas que pueden expresarse y aprender a quererse frente a frente, que no se conviertan en parte de una máquina. El celular es un invento de mucha utilidad para el hombre cuando se usa como es debido. De otra manera se están convirtiendo en esclavos de esa máquina perdiendo su independencia e individualidad. Lamentablemente también se pierde la privacidad y todos se exponen a funestas consecuencias. La lección de este día ojalá les sirva para que piensen bien lo importantes que son como personas que interactúan con el resto de sus congéneres.
Definitivamente la moderación y el buen uso de la modernidad, es la base de una vida mejor en todos los aspectos. Les deseo paz y armonía, porque, al finalTODOSSOMOS HISTORIA.