Aborto: argumentos por el sí
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Las dos entregas anteriores de este espacio han sido dedicadas, en primer lugar, a plantear la necesidad de un debate serio e inteligente alrededor del tema del aborto y, en segundo, a identificar algunos de los elementos relevantes de la discusión.
He intentado, en ambos textos, señalar la necesidad de la discusión y sus componentes esenciales desde una perspectiva neutral. Es posible, sin embargo, intuir con cual postura me identifico personalmente: la postura según la cual el aborto debe ser considerado un derecho y no un delito. En esta entrega ofrezco algunos argumentos para defender esta posición.
En primer lugar, creo equivocado proponer este debate como uno donde el objeto es discutir la defensa de la vida o -para usar la idea de los detractores del aborto- si la vida humana comienza en el momento de la concepción.
Me explico: el óvulo femenino y el espermatozoide masculino son dos gametos humanos que, para cumplir con su propósito biológico, deben poseer un requisito esencial: estar vivos.
Por ende, el momento de la fecundación implica la unión de dos elementos humanos vivos y en esa unión no surge la vida, sino más bien se detona un complejísimo proceso mediante el cual dos simples células portadoras de código genético se transforman paulatinamente en un nuevo ser humano.
La discusión no es entonces si la vida humana comienza con la fecundación del óvulo, sino si el óvulo fecundado debe ser considerado, para todo efecto jurídico, un ser humano.
La precisión parecería intrascendente pero implica, desde mi punto de vista, toda la diferencia a la hora de abordar el problema, pues una cosa es defender y proteger la vida, desde la concepción, y otra muy distinta es caracterizar un óvulo fecundado como un ser humano titular de derechos.
Para ilustrar la diferencia entre un concepto y otro me parece útil voltear hacia el extremo opuesto de la existencia humana, concretamente al caso de las personas a quienes se ha diagnosticado muerte cerebral, circunstancia frente a la cual se considera la opción de desconectarlas de todo dispositivo auxiliar gracias al cual su cuerpo permanezca vivo.
Al analizar tal posibilidad, la discusión no es si estamos frente a un ser vivo o no. Indudablemente el cuerpo de un individuo diagnosticado con muerte cerebral está vivo. La discusión es si ese cuerpo vivo sigue siendo un ser humano.
En otras palabras, ser un ente vivo y poseer la condición de ser humano son dos cosas distintas y por ello la pregunta de si un óvulo fecundado puede -o debe- ser considerado un ser humano es absolutamente pertinente y no puede resolverse con argumentos simplistas.
Un segundo argumento a favor del aborto está relacionado con el origen del embarazo. En este apartado, quienes se oponen al aborto incurren en uno de sus peores errores argumentativos: la generalización de todo embarazo no deseado como un acto de irresponsabilidad de la mujer.
¿Cómo puede caracterizarse de irresponsable a una mujer cuyo embarazo es producto de una violación? ¿Cómo puede condenarse a una pareja por no desear un embarazo derivado de una falla en el método anticonceptivo utilizado para prevenirlo? ¿Cómo puede señalarse a una mujer a quien su pareja le hubiera mentido respecto de su presunta infertilidad o sobre haberse practicado la vasectomía?
Las posibilidades no irresponsables para un embarazo son múltiples. He señalado apenas unas cuantas para ilustrar el yerro argumentativo de quienes se oponen al aborto de forma absoluta y no consideran la posibilidad de excepciones, ni siquiera cuando el embarazo es producto de un acto tan deleznable como es la violación.
Detrás de tal posición se ubica, por regla general, la idea de que la concepción -incluso en circunstancias violentas- es un hecho producto de la voluntad de Dios y a los seres humanos nos está vedado oponernos a los designios divinos, teniendo como única alternativa acatarlos.
El argumento para destruir tal falacia es, por supuesto, muy simple: si habitamos un estado laico, basta entonces con ser ateo para librarse de la obligación de someterse a los designios de Dios.
Personalmente defiendo la posibilidad de considerar el aborto un derecho y, como tal, su ejercicio no requiere justificación. Simple y sencillamente, durante el período en el cual el óvulo fecundado no pueda ser considerado un ser humano, la mujer puede decidir ponerle fin al embarazo sin necesidad de ofrecer explicación alguna.
Tiendo a creer, por cierto, que ponerle fin a un embarazo, lejos de poder caracterizarse como un acto de irresponsabilidad, debe constituir una de las decisiones más difíciles para una mujer y, justamente por ello, el número de abortos es minúsculo comparado con el de los embarazos cuya conclusión es el nacimiento de un ser humano.
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx
Twitter: @sibaja3