Centro contra el cáncer en México apoya a niños de familias pobres
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Fundada el 15 de junio de 1982, la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC) se mudó luego a una pequeña oficina y Alejandre comenzó a promoverla y a recabar fondos de donantes públicos y privados.
México, D.F..- Poco después de que a su hijo de cuatro años Pablo le diagnosticaran leucemia linfoblástica -un tipo de cáncer- en 1981, Guadalupe Alejandre lo llevó al Instituto Nacional de Pediatría para unos estudios. Esa visita cambiaría su vida.
Era la primera vez que la ex profesora universitaria de inglés había acudido a un hospital público en su país.
Pese a su tristeza por el mal que aquejaba a su pequeño, lo que más impactó a Alejandre ese día fueron las condiciones terribles que debían enfrentar los niños mexicanos de bajos recursos enfermos de cáncer.
Alejandre conoció a una niña que estaba en tratamiento en el Instituto y que debía que pasar las noches en el estacionamiento del nosocomio porque no tenía donde hospedarse. Tampoco tenía alimentos.
El guardián nocturno fue amable con ella y le estaba prestando una parrilla eléctrica para que calentara agua para café instantáneo.
"Me causó una enorme impresión saber que existían estos hospitales tan dejados de la mano de Dios. No había nada para los niños con cáncer, y muy pocos oncólogos pediatras", señaló en entrevista con la agencia dpa.
Aun cuando canalizaba toda su energía para acompañar a su hijo en sus propios tratamientos médicos, Alejandre decidió que crearía un albergue para niños pobres pacientes de cáncer.
Sus amigos y conocidos trataron de disuadirla alegando que tenía demasiadas responsabilidades a raíz de la enfermedad de Pablo, que el reto era demasiado grande.
Pero Alejandre se aferró a su idea de un albergue, que lanzó inicialmente desde su hogar en una zona acomodada de la Ciudad de México.
"Si no me vas a ayudar, o darme ánimo, no me metas miedos", recuerda haberles advertido a sus amigas.
Fundada el 15 de junio de 1982, la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC) se mudó luego a una pequeña oficina y Alejandre comenzó a promoverla y a recabar fondos de donantes públicos y privados.
Descubrió que era tenaz y poseía esa habilidad tan importante para una persona que se dedica a las buenas causas: convencer a los demás de que ayuden.
La asociación necesitaba una sede y un funcionario del gobierno local (el delegado de una demarcación de la capital) le ofreció un edificio "que nadie más quería" en una zona popular, sin pago de renta, para que AMANC comenzara a operar.
Alejandre aceptó y durante 10 años AMANC funcionó desde ese sitio cerca del mercado de La Viga, en un barrio de la clase trabajadora. Las condiciones eran difíciles. Sólo había cuartos grandes divididos entre hombres y mujeres con baños compartidos.
Pero AMANC cumplió con la meta que Alejandre se había fijado: darle un sitio donde quedarse a los niños provenientes de fuera de la Ciudad de México o que debían recorrer distancias grandes para llegar a los hospitales públicos para someterse a quimioterapias o tratamientos de radiación.
"Damos acompañamiento para que el niño llegue a tiempo a su tratamiento, que no abandone el tratamiento", indicó. Agregó que mientras los médicos son los que curan, el trabajo que lleva a cabo AMANC también es importante.
"Lo que hacemos realmente es asegurarnos que el niño llegue al hospital" dijo Alejandre. Con demasiada frecuencia, las madres no cumplen con el tratamiento para sus hijos enfermos porque tienen otras cargas en sus vidas, como otros hijos, la falta de un lugar donde hospedarse, o el no tener con qué pagar el transporte.
"Es otra historia cuando tienes alguien que te lleve, que te traiga, que te apapache (reconforte), que te eduque", manifestó.
Alejandre elogió el programa gubernamental instalado en el gobierno anterior y que el actual gobierno del presidente Felipe Calderón ha fortalecido con más fondos.
El programa conocido como el Seguro Popular (así se denomina el programa global, pero también existe como proyecto exclusivo para niños con cáncer menores de 18 años), proporciona medicamentos y terapias de forma gratuita a todos los enfermos oncológicos que no cuentan con otra forma de seguridad social o seguro médico particular.
Pero el Seguro Popular no entrega a los pacientes medicamentos no-oncológicos ni tampoco cuartos de hospital para aquellos cuyas terapias son ambulatorias. Es allí donde AMANC, que ejerce un presupuesto anual de cerca de 22 millones de pesos (1,9 millones de dólares; 1,3 millones de euros), llena el hueco, señaló Alejandre.
Desde sus inicios modestos en la casa de su fundadora, AMANC ha crecido considerablemente hasta ocupar una sede ultra-moderna que ofrece albergue a 128 personas, tanto pacientes como sus familiares, en un ex convento bellamente remodelado del distrito de Tlalpan, al sur de la Ciudad de México, cerca de los principales hospitales oncológicos.
El edificio sede de AMANC aún cuenta con los jardines originales y patios arqueados del convento y ocupa un terreno de 5000 metros cuadrados que fue adquirido con una donación canalizada a través de la Secretaría de Hacienda mexicana.
Con un equipo de más de 30 personas, el centro tiene un comedor, una biblioteca equipada con libros y computadoras, y sus propios salones de escuela primaria para menores cuyas estadías pueden llegar a durar meses.
Los niños participan en talleres de desarrollo humano y otras actividades de ocio y esparcimiento. Ellos y sus familiares reciben apoyo psicológico. Los pequeños tienen mucho espacio para jugar e interactuar con sus padres en un lugar agradable y con mucha luz. El centro AMANC les provee con transporte hacia los tratamientos.
Alejandre dice que en los 29 años desde que fundó AMANC nunca ha sentido deseos de renunciar o cambiar lo que hace. Menciona con orgullo que la organización se ha extendido a 21 estados con 23 oficinas locales de AMANC que son independientes y autosuficientes.
Pero lo que más alienta a Alejandre es ver como la atención a los pacientes oncológicos a mejorado a lo largo de casi tres décadas. Comentó que, cuando comenzó, la tasa de recuperación de niños con cáncer era de tres de cada 10. Ahora, esa tasa se ha invertido y son siete de cada 10 niños los que logran derrotar a la enfermedad.
Aunque respondió inicialmente a la quimioterapia el cáncer de Pablo se agravó y el pequeño murió antes de cumplir nueve años.
La fotografía de Pablo, "Pablito" como ella lo llama, está colgada en una pared del despacho de Alejandre en AMANC. Tiene los ojos pícaros y una sonrisa enorme que denotan un niño lleno de alegría.
Los pacientes que Alejandre ve diariamente en AMANC le recuerdan a su hijo, así es que busca mantener cierta distancia, para no formar vínculos emocionales. "Trato de no saber sus nombres, ni lo que tienen (exactamente), porque se les quiere a todos", explicó.