Así luce el inframundo descubierto bajo Teotihuacán
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Investigadores descubrieron un túnel en el que se halló una riqueza arqueológica de 50 mil piezas que revelarán más sobre esta civilización prehispánica
CIUDAD DE MÉXICO.- La excavación en el túnel del Templo de la Serpiente Emplumada, en Teotihuacan, ha permitido determinar distintos eventos que  ocurrieron en este espacio entre los primeros años de nuestra era y el 250 d.C., dijo el arqueólogo Sergio Gómez Chávez, director del proyecto Tlalocan. Camino bajo la tierra.
Entre los objetos rescatados destacan cuarto esculturas de piedra y varios ornamentos de jade. El túnel fue sellado a través de 18 muros de piedra y lodo, y clausurado definitivamente hace mil ochocientos años por los mismos teotihuacanos.
Fue construido totalmente en el núcleo del tepetate, a golpes de mazo, cinceles y barretas de tecnología antigua, sin escatimar esfuerzos ni recursos humanos. Así se modeló uno de los lugares más sagrados de Teotihuacan, un conducto alargado donde se aprecian las huellas del ancestral proceso de trabajo con herramientas hechas posiblemente de madera endurecida al fuego.
El hallazgo, realizado a 103 metros de la entrada del túnel con 18 metros de profundidad, consiste en tres cámaras que preceden a una ofrenda, en la cual sobresalen cuatro esculturas labradas en piedra, una masculina y tres femeninas, ornamentadas con joyería prehispánica elaborada en jade y piedra verde.
También hay decenas de grandes caracoles procedentes del Golfo de México y Mar Caribe, miles de cuentas de diversos materiales, pelotas de hule, huesos de grandes felinos, discos de pirita y una caja de madera que contiene decenas de conchas trabajadas y esqueletos de escarabajos.
En otros puntos del túnel, los arqueólogos del INAH recuperaron caracoles de hasta 50 centímetros de longitud, algunos grabados con motivos geométricos y personajes teotihuacanos Y cientos de recipientes manufacturados en cerámica.
También, abundantes restos de fauna, principalmente de aves; más de 15 mil semillas de tuna, jitomate, maíz y, de manera sorprendente, restos de flores de calabaza.
Se tienen elementos únicos elaborados en ámbar, alrededor de cuatro mil objetos de madera en buen estado de conservación, cuentas de pirita de forma cuadrangular, cuchillos de obsidiana y pedernal.
Lo mismo que espejos de pizarra y pirita labrados por una de sus caras, ornamentos de concha y pirita, así como numerosas puntas de obsidiana miniatura de menos de un centímetro con un trabajo de laqueado que describe el grado tecnológico alcanzado por los teotihuacanos en la fabricación de instrumentos líticos.
De acuerdo con el INAH, a partir de fechamientos por carbono 14, se pudo determinar que el pasaje subterráneo funcionó al principio de nuestra era, al año 250 d.C., antes de que se construyera La Ciudadela de la misma zona arqueológica.
Según los investigadores, se han identificado distintos indicadores de que no solo se trata de un túnel para depositar ofrendas, sino que es una metáfora del inframundo, hipótesis a la que han llegado y estudian la configuración y orientación del pasaje subterráneo.
Según los mitos prehispánicos, la entrada al inframundo se realiza del Oeste al Este, considerado este último un lugar de abundancia; basados en esta información, los arqueólogos proponen que en la cosmovisión teotihuacana el Sol sale por el Este, hace su recorrido hasta el cenit y comienza su descenso para entrar imaginariamente al inframundo, que sería el túnel, para volver a surgir en la cúspide del Templo de la Serpiente Emplumada.
Con la hipótesis expuesta, el proyecto de investigación contribuye a entender que Teotihuacán fue construida como una réplica de la manera como se concibió el cosmos: arriba la región celeste, en medio el plano terrenal y abajo el inframundo.