Un ‘tú’ para el ‘nosotros’
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Se rompe el aislamiento egolátrico.
Es un puente entre islas. Es la mano que se tiende al encuentro de otra. Una vida que se desvive para dar vida. Una liberación de cadenas interiores. La amistad, decía el aquinatense, es un amor, pero no de concupiscencia, sino de benevolencia. Decía esto porque la concupiscencia es interesada, utiliza, se aprovecha, busca la propia complacencia a costa del otro.
El amor benevolente es el que sólo busca lo mejor, no para sí mismo, sino para otra persona.
La amistad ve al otro como una prolongación de sí mismo y por eso busca para él lo mismo que buscaría para sí mismo. La sorpresa de este tipo de amor es que es recíproco. El nosotros se va construyendo porque cada “yo” sale hacia el “tú” en una perfecta comunicación de bienes.
La reciprocidad hace que el amigo encuentre en otro a un amigo. Cada uno estaría dispuesto a dar la vida por que el otro viviera. Ambos se alimentan porque cada uno se desprende de su pan para darlo al otro.
Los bienes se convierten en un satisfactor para los amigos porque cada uno renuncia a ellos para que el otro los disfrute. Y la felicidad de uno es ver feliz al otro.
El amigo ama la libertad de su amigo. Acepta su diferencia, le reconoce el derecho a ser distinto, respeta su libre decisión. Cada uno respeta y estima al otro por no ser afín, sino complementario en el pensamiento, en el afecto y en la acción.
Cada uno de los amigos sabe que su amigo no es perfecto. No lo rechaza por sus deficiencias, sus errores o excesos. Acepta su ser íntegro con aciertos y desaciertos, comprende la etapa de maduración que vive. Ambos se saben buscadores de su ser auténtico, desechando máscaras para encontrar su propio rostro.
El amigo sabe que su amigo no puede ofenderlo ni dañarlo, sólo puede equivocarse.
Su recíproca comprensión está por encima de cualquier ofensa y hace del perdón una actitud permanente. Los verdaderos amigos saben que nunca se engañan, que cada uno puede confiar en el otro y siempre podrá tener su compañía, su ayuda, su donación generosa.
El amigo da a su amigo más amistad de la que merece. Sabe que ambos pueden llegar a ser inofensivos si van siendo mejores, No condicionan su afecto.
Cada uno sabe que lo que el otro estima no es sólo su conducta, que puede tener altibajos, sino su persona, que siempre es la misma. La amistad es una decisión que lleva a un amor incondicional. Es en la tierra un reflejo del amor infinito... Un amigo es, en la vida, un gran regalo para comprender cuánto nos ama Dios...