Trump: la capacidad para generar consensos
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No se han cumplido aún dos semanas de la administración Trump y el flamante Presidente de los Estados Unidos ya ha logrado generar un amplio consenso –nacional e internacional– en contra de sus políticas que, aun cuando no son una sorpresa, convocan a la decepción por la forma en la cual la nación más poderosa del planeta está tratando al resto del mundo.
Múltiples voces de intelectuales han criticado al empresario neoyorkino desde que era aspirante a la candidatura presidencial del Partido Republicano y han señalado que sus ideas constituyen, más allá de la evidente incorrección política, una mala fórmula para gobernar desde el timón de la superpotencia de un mundo unipolar.
Pero a estas voces, que desde la trinchera política pueden incluso ser menospreciadas porque se considere que influyen poco en la posición que adoptan las mayorías, se han venido sumando nuevas manifestaciones que hoy comienzan a dibujar un amplísimo consenso difícil de concebir en épocas recientes.
El pronunciamiento realizado desde la presidencia del Parlamento Europeo, así como los posicionamientos públicos de las cabezas de empresas emblemáticas como Apple, Amazon o Nike y la postura adoptada por el Vaticano, dejan claro que al mundo democrático ya no le parecen un simple hecho anecdótico los actos cotidianos de Donald Trump.
Lo anterior es, en general, una buena noticia, sin duda. Que el mundo esté comenzando a unificar su posición respecto a la nueva administración estadounidense implica la posibilidad de generar una burbuja de presión política, a cuyo influjo puede comenzar a debilitarse la base popular desde la cual todavía hoy actúa el Mandatario estadounidense.
Eso, sin embargo, no es garantía de nada y los mexicanos haremos mal en considerar que basta con alinear al resto del planeta en contra de las políticas de Trump para que nuestros problemas estén resueltos.
Y en eso conviene recordar un punto medular: dada nuestra posición geográfica y el carácter de principal socio comercial que tiene Estados Unidos para nuestra economía, México ha sido hasta ahora el único país en donde se han registrado efectos negativos concretos por las decisiones adoptadas desde la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Así que no podemos considerar que estamos en la ruta de revertir las negativas consecuencias que las decisiones presentes y futuras de Trump tendrán para nosotros, ni comenzar a festejar el triunfo en la confrontación a la cual nos ha conducido el estilo personal de gobernar del Ejecutivo estadounidense.
A partir de las simpatías planetarias debemos, sí, plantearnos una ruta que nos permita reforzar y apuntalar nuestra economía, corregir desde adentro y a partir de nuestros propios recursos y potencialidades las asimetrías que caracterizan a nuestra sociedad, así como diversificar los acuerdos comerciales con otras regiones del mundo.
Trump ha logrado, en tiempo récord, lo que ningún otro Mandatario estadounidense: alinear al mundo entero en su contra. Ése es un buen punto de partida para aminorar el efecto negativo de su política en nuestra economía, pero sólo eso, un buen punto de partida.