Todavía: ganar o perder
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Es el resultado de conjugar dos verbos contrastantes.
Ganar y perder. Y hay una circunstancia que hace posible la conjugación: la competencia. ¿Quién es el mejor? ¿Quién merece el premio, el trofeo, el diploma, la recompensa? Se ha cultivado la emoción de multitudes en encuentros, partidos, enfrentamientos, lides que tienen raíces en tradiciones ancestrales.
Se saluda a la competencia en los mercados como un ámbito encomiable que estimula el mejor servicio, la mejor calidad, el precio más accesible. El resultado social negativo es esa dicotomía de ganadores y perdedores.
La exaltación al lado de la descalificación. Se acentúa esta negatividad cuando el criterio de juicio es sólo cuantitativo y no cualitativo. En el balompié no cuenta quién hizo la mejor combinación, el mejor despeje, el avance más enérgico sino sólo se cuentan los goles. Así puede perder el equipo que jugó mejor.
Este binomio de ganadores y perdedores invade todos los ambientes humanos y, claro, culmina en el sufragio de mayorías y minorías cuando se trata de otorgar un mandato para servir al bien común.
Ya algunos países han hecho avances en sus sistemas educativos. Se intenta privilegiar la actitud de complementación en un equipo solidario y la competencia se proyecta sólo para premiar a los más servidores y promotores. Es una situación de convivencia en que todos ganan y nadie pierde porque un logro no significa superioridad sino mayor entrega y magnanimidad compartida con todos.
Las competencias virales han hecho ver adversarios en lugar de colaboradores. Lo competitivo acentúa la oposición excluyente. La complementación agradece las diversidades en un sano pluralismo en que la victoria es de todos cuando se alcanza un objetivo común.
Quizás el fruto de una educación de complementación en equipo solidario dé por resultado otra forma de enfocar lo que ahora es, en todos los niveles, un “quítate tú para ponerme yo”.
Es inolvidable aquella carrera de chicos down en que uno tropezó y todos acudieron a ayudarle y corrieron con él, tomados de las manos, hasta llegar juntos a la meta, al mismo tiempo y ganar todos…
Lo peor de un neoliberalismo voraz queda manifiesto en las contiendas en que no se reconoce nobleza en el opositor y sólo se ve como legítimo el propio triunfo aplastante y demoledor…