Tijuana le deja lecciones
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Rayados perdió el viernes el invicto y eso es lo de menos. Lo preocupante, en todo caso, es lo poco que hizo para evitarlo. Tijuana le ganó bien, con autoridad y le dejó lecciones que debería considerar.
Lo que había construido hasta ahora el equipo de Mohamed estuvo atado a algunas verdades en la cancha, pero mucho ha dependido también de las circunstancias. Las estadísticas venían siendo más luminosas que su futbol, lo que de alguna manera han distorsionado el enfoque de los análisis.
Rayados ahora se topó con un equipo de mayor oficio colectivo y fue una medida exacta para notar las diferencias, que no son sólo de forma, sino de fondo.
Tijuana, mejor trabajado y con un estilo definido –base fundamental para buscar lo que se quiere en un todo y no depender sólo de algunas virtudes como puede ser la puntería- tiene los conceptos claros.
Sabe que es bueno para atacar y meter goles, pero también que puede sufrir atrás. Es consciente de sus debilidades y fortalezas, y eso le ayuda a progresar.
Sabe, además, que sus limitantes están un poco más allá de donde terminan las del otro, lo que lo lleva a ser competente siempre, independientemente del resultado.
Tijuana le subió la exigencia al Monterrey y lo arrastró hacia un escenario incómodo. Lo hizo por oficio, por la naturaleza de sus aptitudes colectivas y por convencimiento.
Herrera propuso un juego en bloque que fortaleció los circuitos del equipo y cortó los de su adversario.
Combinó orden, presión y profundidad, pero siempre con un sentido integral. Siempre hubo un auxilio al compañero, un toque, una asociación o una oportunidad enlazada a una acción generada.
Tres factores puntuales para destacar: Guido Rodríguez, un volante central completo, con recuperación y panorama en un mismo envase, hizo lo que no ofrecieron ni estimularon Molina y Celso Ortiz desde la media cancha: dar garantías y dictar un ritmo de juego acorde a las necesidades del equipo.
Otro dato: el hábil zurdo Malcorra, fue el guía de Xolos y en cierta medida estuvo subestimado por Rayados. Tuvo manejo en espacio reducido y visión. Sus acertadas intervenciones amplificaron el poder ofensivo de Tijuana. Todos los casilleros que del otro lado no completó Cardona.
Otro detalle fue la manera de defender. Tijuana lo hizo escalonado, pero con facilidades para el anticipo por lo estirado que estaba Rayados en el campo y el abuso del recurso de la pelota larga.
Mohamed decidió defender con 5, pero lo único que ganó fue hacer kilométrica las distancias entre las líneas. El equipo se partió, se quedó sin punto medio y fue vulnerable.
Suponer que lo que funcionó una vez, circunstancialmente, puede convertirse en norma, es una presunción algo débil. Le salió en un breve lapso ante el León, pero el contexto fue diferente. Con Xolos, sufrió. No hubo seguridad ni coordinación.
Cuando Mohamed corrigió en la adversidad, incluyendo más ofensivos y quitando a un defensor (pasando a línea de 4), se encontró con otro problema: la falta de equilibrio. Se descompensó.
Todo este combo de desaciertos demuestra que Rayados está flojo de base. No está tan firme como los atributos ocasionales y los resultados hacían suponer.
Un equipo que presumía una paulatina evolución, sobre todo apoyado por el gran número de disparos a portería que traía y que, para muchos, eso es “jugar mejor”, se dio cuenta que detrás de ese maquillaje ofensivo hay retazos de deficiencias.
Por lo tanto, el ADN al que siempre se refiere Mohamed no ha cambiado: con goles, Rayados ahuyenta cuestionamientos; sin estos, saltan a superficie las carencias colectivas que alguna vez tuvo y todavía tiene.