SRE: ¿resolverá las diferencias realmente?
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Tras sostener una reunión con el Secretario de Estado de los Estados Unidos y el Secretario de Seguridad de ese mismo país, el canciller mexicano Luis Videgaray expresó su convicción en la posibilidad de que las diferencias actualmente existentes entre ambas naciones encuentren una solución en el corto plazo.
Cualquier canciller, de cualquier país del mundo, está obligado por supuesto a buscar tal posibilidad, es decir, a tratar de encontrar mecanismos de solución efectiva a los conflictos que surjan con cualquier otra nación del orbe.
Y si esa es la obligación permanente de quien se encuentra a cargo de la diplomacia, lo es más cuando se habla de naciones vecinas que, como México y los Estados Unidos, comparten una frontera de más de tres mil kilómetros de longitud.
Habríamos de confiar, por supuesto, en que lo expresado por el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores es algo más que un buen deseo y que cuenta con elementos objetivos para confiar en la posibilidad de que las líneas ásperas de la nueva administración estadounidense puedan suavizarse y que ello devuelva las relaciones bilaterales a la “normalidad” que tenían hasta antes del 20 de enero pasado.
Sin embargo, más allá del deseo de que las cosas sean así, no se visualiza en el horizonte ningún elemento que permita albergar esperanzas en el futuro —al menos no en el inmediato—, pues el presidente Donald Trump no ha expresado ningún deseo por flexibilizar —ya no se diga modificar— su discurso hacia nuestro país.
En este sentido, es importante resaltar un aspecto fundamental: no puede pensarse en la posibilidad de “resolver” las diferencias con la administración Trump si no existe una rectificación de parte de ésta en relación con la construcción del muro fronterizo y, sobre todo, de la exigencia de que seamos los mexicanos quienes lo paguemos.
Y no puede haber “resolución” posible porque, aún cuando otros aspectos de la agenda bilateral sean abordados y se encuentren soluciones favorables para ambas naciones, el fantasma del muro seguirá presente en la opinión pública y eso impedirá que la representación mexicana pueda realizar acuerdos con su homólogos estadounidenses y que estos puedan ser implementados sin que ello implique un altísimo costo político.
Por eso justamente, la expresión del secretario Videgaray suena más a discurso de compromiso, a conjunto de frases hechos que se dicen porque “eso es lo que hay que decir”, pero que difícilmente se podrá traducir en realidades concretas.
No se trata de ser pesimistas en forma gratuita, por supuesto. Pero sí se trata de ser realistas y de asumir, sin ambigüedades, que el conflicto entre México y Estados Unidos no es de fácil resolución y que las reglas básicas de la diplomacia serán insuficientes para remontarlo si no existen muestras reales de la administración Trump de modificar su discurso altivo hacia nuestra nación.