¿Se acabaron los gasolinazos?
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De acuerdo con información difundida ayer –y que presuntamente proviene de fuentes confiables– esta mañana será anunciada la cancelación del gasolinazo de febrero, lo cual implicaría un gesto del Gobierno de la República ante los reclamos realizados por amplios sectores de la sociedad por el incremento al precio de las gasolinas, luego de que la administración del presidente Enrique Peña Nieto prometiera exactamente lo contrario.
Que el precio de las gasolinas permanezca estable es, en primera instancia, sin duda una buena noticia para los bolsillos de cada familia mexicana, pues eso implica que no estaremos obligados a desembolsar mayores cantidades de dinero para llenar el tanque de nuestro automóvil.
Y no sólo eso, por supuesto. De hecho, el efecto positivo más importante de que el precio de los combustibles no se altere es que se contengan las alzas generalizadas de precios que, de manera válida o no, producen los incrementos en el costo de las gasolinas.
Sin embargo, de ser cierta la noticia, es decir, de confirmarse en el transcurso del día la especie, habríamos de cuestionar seriamente al Gobierno de la República sobre las consecuencias concretas que esta decisión tendrá.
Y al decir esto no referimos, en primer lugar, a saber si la decisión implica que el Gobierno de la República está renunciando a una porción de los ingresos que recibe por la vía tributaria.
Porque si frenar el gasolinazo quiere decir que las finanzas públicas van a sufrir, eso implica que el dinero que dejará de ingresar a las arcas públicas tendrá que salir de otra parte. O que algún programa deberá sufrir una disminución presupuestal para financiar el déficit.
Entonces, la pregunta sería ¿cuál es la partida presupuestal a la cual habrá que restarle recursos para compensar la pérdida de ingresos que supondría el hecho de no padecer el gasolinazo de febrero.
Y si esto es así, entonces habría que analizar cuál medida resulta más nociva para la economía, pues la realidad es que nos encontraríamos ante dos posibilidades que generan resultados negativos: incrementar el precio de las gasolinas, o no hacerlo, se traduciría en un perjuicio.
La lógica indica claramente que, cuando todas las opciones al frente son perjudiciales, entonces lo inteligente es definir con absoluta claridad cuál de ellas es menos dañina a fin de escoger esa, pues si de cualquier forma nos vamos a ver perjudicados, que sea en la menor proporción posible.
Por ello justamente, frente a la realidad actual es importante que sepamos si la eliminación del gasolinazo implica que otros segmentos del presupuesto sean afectados y, en todo caso, en qué medida lo serían, pues sólo así podremos tener claridad respecto de si mantener el precio de las gasolinas en el nivel actual es realmente una buena idea o sólo se trata de una medida populista que busca mejorar la popularidad del Presidente.