¡Rosebud!
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TEMAS
Es necesario que los jóvenes redescubran el significado del amor para que dejen de vivir atrapados en el ‘placer líquido del consumo’ sin sentido.
A mi hijo Jorge ¡Felicidades por tu graduación! El camino apenas inicia.
El escritor polaco Slawomir Mrozek observa: “No hay límites para nuestras ambiciones y tentaciones, y en consecuencia para que crezca nuestro ego es preciso eliminar toda restricción (…)”
Se me dijo: “Invéntate, concibe tu propia vida, acomódala como te plazca, no sólo minuto a minuto sino también desde el comienzo hasta el final”; el problema reside que esta invención no necesariamente responde a la reflexión de Fromm: “Has nacido para vivir sólo un breve lapso ¿quién eres y qué es precisamente lo que deseas? (…) Cuando nos entregamos a la abundancia que produce en última instancia pobreza y mezquindad, requerimos nuestra riqueza innata, que puja para desarrollarse. De la diferencia entre abundancia mala y buena depende nada más y nada menos el futuro del ser humano”.
EN EL OCASO
Lo anterior conecta con uno de los personajes de Thoreau, quien trágicamente expresaba: “¡Oh Dios, llegar al lindero de la muerte y descubrir que nunca se ha vivido nada!”.
Lo anterior lo traigo a colación pues sospecho que, en muchas ocasiones, obviamos vivir el presente, atemorizados de dar todo, regateando a la abundancia buena. Tal vez no le metemos ganas al presente por temer al futuro; o por vivir, como refiere Bauman, “líquidamente”: en la fragilidad de las relaciones humanas, ajenos a los marginados y en el olvido –o desprecio– de los valores fundamentales.
Posiblemente estamos poseídos por las posesiones, pero, sobre todo, por la ausencia de lo deseado y, entonces, al no tenerlo, nos consume la tristeza, el pesimismo. La desesperanza.
EL LADO DE LA VIDA
Es común caminar por la acera del invierno, y eso sucede cuando damos cabida a la queja del pasado, del presente o cuando avizoramos negro el futuro. Duele observar a jóvenes –que todo lo tienen– envejecer prematuramente cuando se cierran al significado del amor y al sentido del trabajo; pareciera, también, que abundan los cabizbajos por no “hacer aquello que en verdad aman, o por una aplastante negatividad que los ciega aprender a amar lo que emprenden”; en fin, gente que trastoca la alegría de vivir, por zarandear las cenizas de los reveses o por ocuparse en construir preocupaciones.
DIRECCIÓN ÚNICA
Es triste evidenciar la existencia de un enorme número de personas que se pierden al buscar ganar afanosamente espacios de poder, dinero y posiciones sociales o políticas; es decir, que tratan de adquirir puras riquezas baratas.
Padecemos espacios vacíos en el corazón porque abdicamos a la generosidad. En el líquido significado del amor ya no cabe el sacrificio, ya no existe gusto por la fidelidad, por este excelso valor que hay que construir como se edifica una casa: con cimientos firmes, entusiasmo, cuidados y detalles, viviendo cada ladrillo.
Olvidamos que el amor implica correr el “riesgo” de no ser amado; obviamos comprender lo expresado por Michel Quoist: “El amor es un camino con dirección única: parte siempre de ti para ir a los demás: Cada vez que tomas algo o alguien para ti, cesas de amar, pues cesas de dar. Caminas contra dirección”.
Tal vez por esta “liquidez”, abundan tantas esposas sin esposos, tantos esposos sin esposas, o como alguien diría tantos “hijos huérfanos de padres vivos” y padres que son ignorados por sus propios hijos.
NAUFRAGIO
Me preocupa encontrar jóvenes que se quejan por la aridez de la tierra, pero que no están dispuestos a tomar el arado, que en lugar de vivir apasionados, repletos de esperanza, aceptando los riesgos que toda cuesta ofrece y dispuestos a emprender “revoluciones”, optan, más bien, por dormir, por naufragar sin fe en los mares de la comodidad o los que, en el otro extremo; también me inquietan los que se encuentran en el otro extremo: aquéllos que buscan convertirse –sin saberlo– en el arquetipo del ciudadano Kane, el clásico ejemplo del hombre insaciable (cuyo fracaso consiste, precisamente, en obtener lo que ambiciona).
VIDA LÍQUIDA
¿Recuerda el lector el personaje de la película de O. Wells “Ciudadano Kane”? Película, inspirada en la vida del magnate de la prensa William Randolph Hearst, que narra su vida con el personaje Kane, excéntrico multimillonario que, sin escrúpulo alguno, reunió en su palacio “Xanadú” una cantidad interminable de colecciones y de costosísimos bienes.
Kane tenía absolutamente todo cuanto necesitaba y todo de sobra, se inventó con un corazón ignorante de compasión alguna, inútilmente hueco, pues jamás dudó en utilizar a las personas que le rodeaban para saciar su insaciable ego.
Su fin fue más que trágico: En el anochecer de su codiciosa vida nadie lo acompañaba, solo los espejos de su mansión los cuales le ofrecían, multiplicada por mil, una compañía indeseable; la figura de un hombre solitario y amargado: su propia imagen.
La película precisamente empieza con la muerte de Kane que, como comenté, fallece en soledad y plena decadencia personal.
Del último aliento de Kane se escapa una palabra: “¡Rosebud!”, palabra que intriga profundamente al periodista Jerry Thompson quien intenta, sin éxito, descifrar el significado de ese gemido. Thompson reconstruirá la biografía de Kane, sus deleites y miserias, pero sólo el espectador al final logrará descifrar el significado de esta palabra.
La realidad es que “Rosebud” era el nombre que tenía escrito un trineo con el que Kane solía jugar cuando era un inocente niño, esa era una época en que daba y recibía amor, era el tiempo en que tenía y disfrutaba la vida con amigos.
Kane había muerto mil veces en vida al haber canjeado una existencia de amor por el placer líquido del consumo, la fortuna y el poder; sin embargo, en el lecho de muerte, en el ocaso de su inservible vida, eso ya no tenía significado, ahí sólo deseaba la compañía y el amor de otro ser humano. “Rosebud” era el significado de esa imposible realidad.
Esta lección es contundente: comprender tarde es, a fin de cuentas, no haber comprendido jamás. He ahí el peligro de quien se deja invadir por el síndrome del ciudadano Kane y de vivir “líquidamente”.
ALQUIMISTAS MODERNOS
Sin embrago y afortunadamente, también entre nosotros abunda gente que ilumina el camino presente y salpicando de esperanza las sendas del mañana. Afortunadamente existen mujeres y homrbes que, como si fueran alquimistas, transforman el sufrimiento de sus semejantes en alegría, que dan muestras de amor amando. También abundan jóvenes que cuidan al amor y respetan a la persona amada, que llenan la vida de vida, que son felices porque saben que se sienten queridos y están ciertos de no sentirse abandonados, perdidos, porque acompañan a otros en su caminar.
Qué bueno que existen personas que luchan por hacer este mundo más hospitalario y humano, que hacen fuego para acercar calor, que enseñan a amar, que animan al desanimado, que acompañan al solitario, que llenan de música el silencio de quienes esperan, sufren o lloran, que “saben apreciar lo que tienen y no desean con exceso lo que no tienen”.
PASIÓN
Estas personas hacen vida de plenitud generando bienestar y felicidad para los demás, saben que para estar colmados de bienestar hay que luchar, llorar y padecer. Estas son personalidades que viven antes de morir, que se encarnan en la profundidad de su ser, tal como Gibran lo dijo: “Cuando ustedes amen, no osen decir ‘Dios está en mi corazón’, sino más bien ‘yo estoy en el corazón de Dios’. Tampoco piensen que pueden dirigir el curso del amor, porque pues si él los encuentra dignos, será él quien dirija el curso de ustedes. Otro deseo no hay en el amor que el de colmarse a sí mismo”.
Que bueno que, a pesar de tanta “liquidez” existencial, también abundan personas diferentes al ciudadano Kane, “personas-testimonios” de alegría y generosidad, que comparten para que otros disfruten la mejor parte de la existencia: ¡su lado soleado!, ¡su calurosa banqueta!
Espléndido sería llegar al ocaso de la travesía sin la nostalgia y el quebranto que significó para Kane la palabra “Rosebud”.
Carlos R. Gutiérrez Aguilar
Programa emprendedor ITESM
Campus Saltillo
cgutierrez@itesm.mx