Revolucionarios coahuilenses
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En el 117 aniversario de la Revolución Mexicana, recordamos que fueron muchos y muy valientes los coahuilenses que militaron en las fuerzas maderistas y posteriormente las constitucionalistas. Entre ellos, los hermanos Luis y Eulalio Gutiérrez Ortiz. Los dos alcanzaron el grado militar de general de brigada por su valentía. Eulalio fue el padre de quien fuera gobernador de Coahuila hace algunos años, el ingeniero Eulalio Gutiérrez Treviño. Su esposa, doña Margarita Talamás, una educadora de profesión y con vocación verdadera, hizo mucho bien a la niñez coahuilense. Con el apoyo del ingeniero creó, entre otras cosas buenas, la Procuraduría de la Defensa del Menor y llevó a cabo acciones sobresalientes en favor de la educación en todo el estado.
Originarios de la hacienda de Santo Domingo, en el municipio de Ramos Arizpe, los dos generales Gutiérrez se distinguieron por su tenacidad y heroísmo en las filas revolucionarias, cada uno de ellos con su propia y recia personalidad, a pesar de la apabullante presencia de don Venustiano, quien fácilmente opacaba el brillo de cualquiera otra a su lado.
Don Luis usaba un sombrero de alas recogidas, siempre tan mal puesto que parecía que el viento se lo arrebataría en cualquier momento; un chaleco mal abotonado y, aunque sujetos por un grueso cinturón de cuero, los pantalones caídos eran característica infaltable de su atuendo personal. Tenía los ojos pequeños, vivaces y bailadores, y poseía una sagacidad y un sentido común extraordinarios.
Era don Luis hombre de pocas palabras, pero de frases célebres. Cuando su hermano Eulalio le comunicó que había sido nombrado Presidente provisional de la República por la Convención de Aguascalientes, Luis, quien había permanecido fiel a Carranza, le respondió: “Ya sé que subiste. Pronto sabré que bajaste. No te ‘ingras’ con el puesto, las revoluciones tan pronto dan como quitan”. Don Luis fue primero presidente municipal de su tierra natal y luego gobernador de Coahuila en dos ocasiones, 1914-1915 y 1920-1921. De él dice Miguel Alessio Robles que “tenía el don supremo de Sancho: el sentido común”, y que con él gobernó “la ínsula como no la hubieran podido gobernar muchos hombres de ciencia”. Se dice que dejó repletas las arcas del erario público y que él salió pobre del poder.
Siendo Gobernador, un correligionario amigo suyo le reclamó amargamente el hecho de no haberse visto favorecido con el resultado de la votación para Presidente municipal de Ramos Arizpe, mostrándole pruebas fehacientes de su triunfo en los comicios electorales. Ante tan sentidos reclamos, don Luis acabó limpiamente el asunto con la siguiente frase: “Sí triunfaste, pero no saliste”. Estupenda frase que, dice don Miguel Alessio, “es la clave de todos nuestros infortunios y de todas nuestras tragedias”.
Por su parte, don Eulalio permaneció poco tiempo en la Presidencia de la República, los tiempos eran caóticos y la lucha por el poder muy encarnizada. Hubo de dejar la capital del País, dominada por los villistas y los zapatistas, y tomó rumbo a San Luis Potosí. Publicó entonces un Manifiesto a la Nación en el que explicaba su conducta y se declaraba en contra de Carranza y de Villa. Poco después, en otro manifiesto, él mismo declaró concluidas sus funciones presidenciales y se exilió en Estados Unidos. Posteriormente, fue senador por Coahuila y gobernador y comandante militar de San Luis Potosí.
Revolucionarios coahuilenses también fueron, entre otros, Lucio Blanco, Francisco Coss, Miguel Acosta, Jesús Dávila Sánchez y Francisco L. Urquizo. Este último fue Secretario de la Defensa Nacional y novelista prolífico de la Revolución Mexicana.
Además de ser la cuna de la Revolución, nadie puede negarle a Coahuila su papel protagónico en el movimiento armado.