Precisiones sobre la fundación de Saltillo
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No se ha localizado el acta de fundación de la villa de Santiago del Saltillo. El padre Pedro Fuentes, párroco en 1794, dejó un manuscrito en que dice que se fundó en 1575. Vito Alessio Robles avaló el dato en un libro de 1934. El alcalde Luis Horacio Salinas celebró el cuarto centenario de la ciudad en 1975. Todo mundo cooperó con un aniversario inusual: escuelas, universidades, la Iglesia, los ejidos y los barrios. Cuatrocientos años son muchos.
Un historiador encontró en el Archivo de Parral, Chihuahua un manuscrito en que se registraba un pleito jurisdiccional entre la Provincia de la Nueva Vizcaya y el Nuevo Reino de León sobre las tierras de “Cuaguila” situadas entre los ríos Nadadores, Sabinas y Grande. Cada gobernador alegaba derechos sobre los reales o supuestos yacimientos minerales.
En realidad, los españoles peleaban por la mano de obra indígena gratuita en forma de encomienda o esclavizada. El “Documento del Parral” recogía un dato que databa la fundación de Saltillo en 1577. La fecha le vino de perlas al flamante gobernador Óscar Flores Tapia para celebrar, en su mandato, el Cuarto Centenario de la ciudad. Obviamente, los periodistas mencionaron la duplicación del festejo y los gastos que implicaba. Pero esa referencia en el manuscrito no podemos tomarla como definitiva porque aparece como una nota en un asunto ajeno al hecho.
Yo busqué, infructuosamente, el acta de fundación de Saltillo en el Archivo General de Indias, en Sevilla, y no lo encontré. Encontré, a cambio, tres cartas que enviaron al Rey dos vecinos de Mazapil y uno de Guadalajara que ingresaron a territorio que más tarde denominarían “Coahuila”, fechadas en 1567, 68 y 69: nada de fundación de Saltillo, ni mención al Valle.
En 1586 Juan López de Velasco publicó en Madrid “Geografía y descripción general de las Indias”, donde aparece un listado de ciudades y poblaciones de América que recopiló y entregó al rey Felipe II en 1573. El inventario anota todos los lugares habitados por españoles o por indígenas en ciudades, villas, pueblos o reales de minas desde el descubrimiento de América hasta ese año de 1573. Anotó la lista desde la Audiencia de Santo Domingo hasta Chile y Bolivia; en la Audiencia de Guadalajara señaló entre los núcleos urbanos de última creación a Cuencamé, Fresnillo, Saltillo y Mapimí. Así que Santiago del Saltillo existía en 1573, según el geógrafo. Esto nos obliga a pensar que necesariamente había gente en el lugar al menos desde 1572 porque el Cosmógrafo Mayor hubo de realizar una búsqueda que le costó mucho tiempo. Y no puede haber confusión, porque las cuatro villas fundadas pertenecían al Septentrión, como llamaban a ese norte abierto y desconocido. Saltillo era la penúltima, pero no tenemos fecha ni acta.
Lo anterior la envejece, anotándole (al menos) 444 años en 2016. Y creo que esto es lógico puesto que si Mazapil se pobló, oficialmente, en 1568, debemos imaginar que sus habitantes no tardarían en salir a buscar minerales hacia el norte, como lo hicieron. Asenté el adverbio “oficialmente” porque, también en el Archivo de Indias encontré menciones a Mazapil en 1563, ¡antes de que existiera Mazapil como Real de Minas legalmente erigido! Tampoco es raro que un fraile de San Francisco haya ingresado en lo que hoy es Coahuila en busca de indígenas a quienes anunciar el Evangelio como lo hizo fray Pedro de Espinareda en 1567. Sin embargo, todo indica que hubo un predicador antes. En 1564 el obispo de Guadalajara denunció al Rey las correrías que realizaban esclavistas en lo que hoy conforma el Noreste de México. El obispo decía que un franciscano se lo manifestó. Podría ser el mismo Espinareda, pero su nombre no aparece en el manuscrito de la visita pastoral. Mencionaba que los esclavistas habían penetrado desde Tampico hasta los valles que luego serían Monterrey, Saltillo y Parras, y las lagunas de San Pedro y San José del Álamo en 1564. Así que es mejor continuar la búsqueda documental en vez de repetir fechas que no han demostrado nada. Admitamos, por ahora, que la fecha de Flores Tapia queda como un excelente pretexto que forjó para festejar un cumpleaños, y que los saltillenses lo disfrutaron profusamente.