Plaza México, cambia de manos
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Estuve esperando que alguien publicara algo al respecto. Aunque sea un “meme” pues. Pero nada. Como siempre, las notas de valor están ausentes en la parranda cibernética de los adictos e ignorantes. Me estuve esperando. No más. Aquí voy. ¿Deporte, espectáculo, arte? Sin duda, todo esto y más es la tauromaquia. Lejos está de prohibirse. Aunque tierra adentro, como aquí en Coahuila, está vedada. No obstante, paradoja, hay un Museo Taurino. Lo bien cierto es lo siguiente: la Plaza de toros más grande del mundo, la México, ha cambiado de administración. Ahora en su batería de accionistas está Alberto Bailléres, de los cinco empresarios más ricos del País.
No hay límites para la estulticia. Se creían superados, muy superados los agostados terrenos de la estupidez y la palabrería huera. No era así. Un buen gobierno no es aquel que más acota y limita las libertades, sino el que mejor propicia la sana convivencia ciudadana con respeto, equidad y libertad. El Siglo 20 y este tercio del cual ya corre presuroso, pasará a la historia –ya está en la historia, ya es tiempo pasado– como el siglo de las prohibiciones. No tiempo de libertades.
Absurdas leyes han querido limitar el derecho a bien morir, a elegir los vicios terrenos los cuales hacen más llevadera la vida aquí, en el infierno de pueblos y ciudades. Se prohíbe fumar –aunque ya dicha ley nadie la cumple, fue moda pasajera–, se prohíbe beber los domingos (se está relajando la norma), se prohíbe disfrutar el arte de la tauromaquia, se prohíben los besos de lengüita, prohibido vestirse de azul, prohibidos los corridos y música de banda del movimiento alterado…
Cuando se diseñó la Ley que prohíbe la lidia de toros en Coahuila, ésta tenía y sigue teniendo dedicatoria: es para el empresario, priísta hasta cuando abjuró de su credo, el hombre de toros, Armando Guadiana Tijerina. Una piedra en el zapato político del Clan Moreira. ¿Es arte la tauromaquia o es lastimar a los toros de lidia, cebados para el combate? La polémica está zanjada con suficiencia y ha sido abonada con buenas ideas desde siempre en España. Cultura, dicen los antropólogos, es cualquier manifestación del ser humano: son modos de ser, modos de escuchar música, modos de vestir, modos de divertirse, modos de comer.
Ir al Museo a contemplar viejos carteles de toros y bureles disecados y muertos, es perder el tiempo, cuando se puede asistir a una manifestación viva y centenaria de la cultura universal: una bella corrida de toros.
Esquina-bajan
Sí, esa fiesta que alguna vez el Nobel de Literatura, Ernest Hemingway dejó inmortalizada en una crónica. El problema es que en su momento HMV y ahora, el Gobernador RMV, piensan que la cultura está muerta y no viva. Grave error si es que se considera “cultura” el asistir a tristes museos a contemplar los calzones de don Venustiano, un pájaro muerto o un sarape en vitrina. La cultura es un ente vivo, no un ser muerto. Para comprar un auténtico sarape hay que ir a… a Tlaxcala, Zacatecas o San Luis. De aquí que el Museo Taurino, inaugurado con pompa y boato (con un costo de más de 15 millones de pesos) en tiempos de HMV, sea una contradicción que raya en la estulticia por estar prohibidas las corridas de toros.
Gracias a Dios, sólo aquí. Hay un empresario, millonario él, que es uno de los cinco primeros de México y de los principales en el orbe. Se llama Alberto Bailléres, es Presidente del Grupo BAL, donde fusionó de 15 a nueve sus empresas. Fue dueño de Cervecería Moctezuma. La vendió. Hoy, su influencia es: tiene ingresos por el orden de los 140 mil millones de pesos anuales, su posición en el mercado de la minería es nacional e internacional (Fresnillo Plc, su empresa, compró mediante cotización en la Bolsa de Londres en 2014 a la Minera Penmont en 450 millones de dólares) y su corporativo, Peñoles, tiene más de 100 años en el negocio de los metales. Como postres tiene las firmas de El Palacio de Hierro y los seguros GNP.
En agosto de 2014, Bailléres compró en España una finca de 1,400 hectáreas (monto de la operación, 187 mdp)… para criar toros de lidia. Una de sus pasiones. Y si ya tiene toros, le hacía falta una plaza para verlos embestir. Y hace apenas meses, se dio a conocer lo siguiente: la plaza más grande de toros del mundo, la México (42 mil butacas), cambió de manos. Ha pasado a ser dirigida por tres protagonistas: el arquitecto Javier Sordo Madaleno, el gerente Mario Zulaica y claro, Alberto Bailléres, el cual problemas de liquidez no tiene. ¿Ya lo notó? Semanas atrás, el diputado Armando Luna presentó en la Cámara de Diputados una iniciativa de ley para que se discuta… prohibir las corridas de toros en territorio nacional. Ingenuo.
Letras minúsculas
Caramba, lo que es no leer los diarios. ¿Usted cree que al empresario Bailléres, Medalla “Belisario Domínguez”, le vayan a votar en contra dicha Ley hoy, justo hoy que es administrador de la plaza de toros más grande del mundo? De risa loca.