Perversión y corrupción
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En la dimensión humana todas las cosas tienen un fin o deberían de tenerlo. Saber por qué y para que hacemos lo que hacemos es fundamental como punto de partida, esto le dará sentido y rumbo a las cosas, en lo personal y en lo social.
A la acción de cambiar el sentido y el rumbo original de las cosas se le llama perversión.
Por eso podemos decir que la democracia es, aludiendo a la etimología, el gobierno del pueblo y la realidad es otra, por tanto se pervirtió. Que la existencia del estado tiene como objeto formal servir y dar seguridad al bien común, sin embargo no cumplen con el objeto formal de su existencia. Que las iglesias son la presencia prolongada de Jesucristo en la historia, pero la realidad es otra. Que la Universidad es la conciencia crítica de la sociedad, pero el rol que juega en estos tiempos es otro. Que los empresarios son agentes que reúnen y coordinan el capital y el trabajo, el saber técnico y comercial, para satisfacer las necesidades de bienes y servicios y crear riqueza puestos de trabajo y la realidad va por otro lado. Que el Congreso de la Unión es la representación de todos los mexicanos, en la teoría sí, pero la práctica es otra cosa. Que el INE fue creado como un instituto ciudadano que tiene por objeto garantizar certeza e imparcialidad, como lo hemos visto en tiempos recientes la realidad es diferente.
Las instituciones comenzaron de una forma, con un noble propósito y respondiendo a una necesidad o urgencia social y en este momento de su historia ya van como coloquialmente se dice a dos cuadras del desfile y en sentido contrario. Usted lo sabe perfectamente. Cambiar el rumbo original de las cosas, por supuesto en la inercia de la ignorancia, en lo oculto de una realidad plagada de inconsistencias, en el rio revuelto de un país que no ha dejado de convulsionar desde la década de los setentas hacia acá, se llama perversión. Y esta perversión nos ha llevado inevitablemente a la corrupción.
Desde hace rato en nuestro país muchas cosas huelen mal. Por eso no nos deben de extrañar las políticas públicas que se han implementado. Diputados que tienen una educación mínima. Sacar el ejército a las calles un craso error, soportar una clase política que más parece una élite intocable y blindada contra cualquier intento de cuestionarlos social y legalmente, cinismo exagerado, un instituto electoral que nació ciudadano y se ha partidizado, una incogruencia. Impunidad por todos lados y una buena cantidad de funcionarios públicos enriqueciéndose a manos llenas, una realidad. Algo huele mal porque se torció el sentido de las cosas. Y por tanto, esta perversión nos ha llevado inevitablemente al escenario de la corrupción.
Una práctica que como efecto domino acaba contaminándolo todo. Una práctica que parte de que la clave del éxito es la idea de tener y poseer. Todo esto fundamentado en un individualismo que carcome, que aniquila y que a su paso va dejando una estela de divisiones tremendas.
Es la pérdida de un sentido de trascendencia, de solidaridad, de pensar en quienes somos y que buscamos en esta vida. Es el cultivo de un discurso doble y contradictorio de una sociedad decadente como la nuestra, donde lo que se cree va por un lado y la vida por el otro. Es, la falta de un marco legal adecuado y fuerte y el apego a códigos de ética que garanticen la hegemonía de la justicia. Son las tendencias hacia justificaciones morales, religiosas y éticas que justifican modelos y discursos. En el fondo argucias de un individualismo que ha agotado las relaciones entre las personas.
La corrupción, según la RAE, se refiere al proceso degenerativo por el que una sustancia empieza a perder naturaleza que le es propia y a oler mal. De manera, cuando algo se utiliza para algo que no tenía nada que ver con su esencia, se pervierte. Particularmente en México cuando hablamos de la corrupción, hablamos del campo de lo político, que siendo fieles a lo anteriormente dicho no es ni sería el único campo donde algo huele mal en nuestra sociedad. Como sabemos en lo político y en concreto lo político desde hace rato el mal olor se ha convertido en podredumbre. Huele mal la dimensión educativa con sus políticas y su sindicato. Huele mal lo religioso, con la pederastia y el poco interés por la reconstrucción de lo social desde el evangelio, huele mal lo deportivo y las ligas que los deportistas tienen, huele mal las instituciones que imparten justicia y quienes la operatizan, huelen mal los organismos electorales.
Históricamente el referente era el bien, la virtud y la felicidad; el mal, estaba definido como la ausencia del bien. Hoy se ha dado un vuelco, el bien apenas queda definido como la ausencia del mal. Las virtudes de la honradez, la probidad han quedado fuera del horizonte de las exigencias sociales. En ese sentido, el fenómeno de la corrupción consiste en cambiar los bienes internos (ideales, convicciones, sentido de trascendencia) por los bienes externos (fama, prestigio, poder, riqueza), que son válidos, pero que requieren los primeros. Porque cuando se priorizan los bienes externos entonces se usa la máxima maquiavélica de que “el fin justifica los medios”, los medios llegan a jugar de forma sucia porque todo se convirtió en negocio.
Transparencia Internacional, organismo que mide los niveles de corrupción en el mundo, en su Informe 2016 coloca a Dinamarca y Nueva Zelanda como los países menos corruptos, es decir, si se puede. De 176 países nuestro país ocupa el lugar 123, realmente no es al país, es a los mexicanos. La corrupción en este país se ha vuelto inaguantable. Imagínese Usted, de 32 estados de la República Mexicana 18 tienen consejos de Transparencia, pero resulta ser que son los gobiernos quienes los convocan, lo mismo ocurre a nivel federal quien recomienda al Zar anticorrupción ¿No le parece una ironía?
Es importante por tanto que el Estado y las instituciones en general distingan entre lo público y lo privado. Que se valide el estado de derecho, independientemente de quienes incurran en temas de corrupción. Que se eduque en la cultura de la legalidad, causa principal de la impunidad. Que deje de banalizarse la corrupción. ¿Cuándo llegará a México la justicia y por tanto el desarrollo social? Usted tiene la palabra, ahí en ese pequeño mundo donde interactúa; el servicio público, la empresa, la universidad, la iglesia, el mercado y las calles. Ahí se requiere que nosotros no pervirtamos el sentido fundamental de las instituciones y el estado. Démosle a las cosas sus sentido y hagamos cada uno lo que en justicia nos corresponde hacer, es la mejor forma de evitar la corrupción.