No todos los perros van al cielo
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A mediados de los lejanos años ochentas, tuve un perro que se había convertido para mi en un gran acompañante. Un perro que adoraba y con el que me divertía mucho. Se llamaba “Arnold”, un can de la raza Basset Hound.
Pero de pronto, “Arnold” enfermó de parvovirus y ningún tratamiento funcionaba. Mi perro sufría y decidimos que lo pusieran a dormir el sueño eterno. Su muerte me causó un impacto psicológico que tardé en superar. Muchos años después, leí un estudio realizado por el departamento de Psicología de la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos, y que fue publicado en la revista científica “Perspectives in Psychiatric Care”. El informe científico aseguraba que la muerte de un perro o una mascota podía ser a veces tan traumática y dolorosa como cuando se pierde un familiar cercano. Decía que más del 85% de los dueños admiten haber padecido dolor tras la muerte de su perro y que existen casos en que la gente cae en depresión profunda por estas causas.
Lo cierto es que la impotencia de ver la muerte de un ser querido nos ha llevado a pensar en que debería de existir algo o alguien que un día pudiera traerlos de la muerte. De seguir disfrutando con su presencia y compañia.
Menciono esto porque la semana pasada, se cumplieron 20 años del nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado de la historia. Ian Wilmut y Keith Campbell, investigadores del Instituto Roslin de Edimburgo, Escocia, dieron a luz a Dolly por medio de la clonación. Para hacerlo, consiguieron copias genéticamente idénticas, con la misma secuencia de ADN. El embrión se introdujo dentro del óvulo de otra oveja, y después se implantó en el útero de una tercera que cedió su vientre a la gestación. Dolly nació luego de 277 intentos de clonación.
Mucho antes, en el año de 1962, el científico inglés John B. Gurdon había clonado ranas y con su trabajo se sentaron las bases de la clonación, las cuales fueron claves para el caso de la oveja Dolly y, posteriormente, de mamíferos de otras especies. Gurdon, junto al japonés Shinya Yamanaka, obtuvó el Premio Nobel de Medicina en el año 2012 por sus investigaciones pioneras en clonación y células madre.
Pero después de “Dolly”, siguió “Snuppy”, el primer perro clonado del mundo. Fue en el año 2005 en que científicos de la Universidad Nacional de Seúl, Corea del Sur, utilizando la misma técnica empleada para crear a la oveja Dolly, clonaron al perro a partir de células adultas mediante transferencia nuclear de células somáticas.
Pero ahora en un trabajo innovador, una empresa ha llevado la ténica de la clonación, de los laboratorios de las universidades y centros de investigación, al mercado. Se trata de una empresa de origen coreano: Sooam Biotech Research Fundation. Confieso que al principio, pensé que se trataba de un asunto de ciencia ficción pero no, la compañía se dedica al increíble negocio de clonar a tu mascota muerta.
Hasta este año, Sooam Biotech ha clonado exitosamente cerca de 800 perros. La empresa dice que sus clientes son gente que tiene lazos muy fuertes con sus mascotas, y que clonarlas les da una alternativa psicológica al método tradicional de dejar al animal irse y guardarlo en la memoria, explica Wang Jae-Woong, investigador y portavoz de Sooam.
Jeong Yeon-Woo, jefe de los investigadores de Sooam Biotech Research Foundation, comentó que la clonación de mascotas es una reacción que provoca en las personas recuperar a su animal de compañía. Corea del Sur, es hasta ahora el único lugar en el mundo en donde se realizan clonaciones de mamíferos, especialmente perros y sus costos son muy altos: cien mil dólares, un precio que estoy seguro disminuirá sensiblemente en el mediano plazo.
La clonación es un procedimiento sorprendente. Muchos científicos nos quieren hacer verla como una etapa inevitable en nuestro desarrollo tecnológico. Sin embargo, el progreso de la humanidad no siempre se define por la innovación científica. En el caso de la clonación –tanto de humanos como de animales– hay gente que apela a que el progreso del planeta se defina por el ejercicio de la sabiduría y de la autolimitación. Hasta ahí está muy bien, pero convenza con esos argumentos a quienes pierden un ser querido –como puede llegar a ser un perro– y el sentimiento que experimentan al poder recuperarlo gracias a la ciencia.
@marcosduranf