No todo es neoliberalismo o populismo
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Naturalmente el sistema económico capitalista genera distorsiones emanadas de sus propias contradicciones. Si bien la innovación, la calidad y los precios competitivos en manufactura y servicios imponen condiciones de productividad en la primera y de eficiencia en los segundos, sin embargo esto provoca que paulatinamente se incrementen los gastos indirectos. Pero el incremento de dichos gastos, no debe incrementar los precios finales, por tanto se cubren con ganancia la que por tanto se reduce.
Si los gastos indirectos se trasladan al precio, el riesgo es reducir las ventas y por tanto las ganancias, lo que ha sucedido por ejemplo con la depreciación y con el reciente incremento de precios de gasolinas, diésel y electricidad.
Por otro lado, dadas ciertas condiciones de seguridad, infraestructura, capacitación, desregulación, entre otros, para precios competitivos la inversión directa se instala en las regiones con menos costos salariales. Sin embargo, a nivel agregado, la búsqueda de menores costos reduce el empleo en el lugar de origen del capital y en el lugar de destino reduce el ingreso agregado y la demanda.
Ante la reducción del empleo por innovación tecnológica en manufactura y servicios, una salida temporal es que ese incremento en la productividad y eficiencia en el corto y mediano plazos, eleva el nivel de contratación de mano de obra en las actividades adyacentes o indirectas, los proveedores que coadyuvan a los planes de producción o servicios para la ganancia.
Esta contratación laboral compensa la reducción de mano de obra en las actividades productivas y de servicios, lo que sostiene un nivel aceptable de demanda agregada, pero esto no es permanente.
En todo caso, como resultado natural del libre mercado, el problema de la economía actual, entre otros, es la distribución de la riqueza y mantener un nivel de ingreso agregado que sostenga la demanda agregada, precisamente para que la oferta logre sus metas de colocación y ganancia.
Con el retorno del neoliberalismo en los 80 del siglo pasado, inició una dinámica de inversión en el mundo, sin embargo la tendencia de reducción del ingreso agregado –sueldos y salarios- no sostuvo una demanda tal que abordara la oferta, tanto en países desarrollados como subdesarrollados; ejemplo claro las hipotecas en Estados Unidos, ya que el desempleo y/o el reducido ingreso individual impidieron cumplir los compromisos crediticios y el sistema se desfondó.
Así, el modelo de libre mercado sin regulaciones y restricciones no ha distribuido equitativamente la riqueza. Tan sólo en México, en la década de los setentas del Siglo 20 el componente de sueldos y salarios en la riqueza nacional era de 42% mínimo, ahora está en un rango de 22 a 27%, de ahí la debilidad del mercado interno en una economía orientada sobre todo al mercado externo, por precios competitivos vía reducción de costos laborales.
Los defensores del modelo neoliberal –o neoclásico- afirman que todos los planteamientos, críticas y propuestas que estén en contra de dicho modelo son “populismo” y por tanto debe ser combatido y denostado, es decir que no hay alternativa a los nefastos y negativos resultados del propio modelo y sus gestores. O neoliberalismo o populismo… no hay más. Populismo es oferta política paternalista, electorera y sin sustento científico-técnico.
Pero sí hay alternativa: austeridad republicana y reducción del gasto corriente; reducción de las tasas bancarias comerciales crediticias; gasto efectivo en infraestructura productiva; incrementos salariales escalonados –no drásticos- para fortalecer el mercado interno; orientación de la inversión según vocación productiva de las regiones del País; estímulos fiscales y financiamiento preferencial a la inversión; inversión en investigación aplicada y capacitación; estímulos a la productividad; recursos naturales estratégicos para la nación y no su privatización; ampliación de los mercados destino de las exportaciones; son otras opciones para construir la economía en beneficio de toda la sociedad mexicana. No todo es neoliberalismo o populismo.