Mirador 17/06/17
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Malbéne publicó un artículo en el último número de la revista “Iter”. Seguramente sus opiniones no agradarán a muchos. En él dice cosas como ésta:
“… El Concilio Vaticano Segundo le quitó a la Iglesia ornatos muy hermosos a que los fieles estaban acostumbrados desde siglos: la misa latina; el canto gregoriano; la profusión de imágenes de santos en los templos; las ceremonias con plétora de incienso, asperges y campanas. Sin embargo a los jerarcas no les quitó sus lujos, y siguen usando sus magníficos ornamentos: sus capas pluviales; sus bordadas casullas y sus mitras como coronas reales; sus báculos, anillos y cruces pectorales doradas o plateadas… En el pelícano, que se rasga el pecho con el pico para alimentar con su sangre a sus criaturas, se ha visto un símbolo de la Iglesia. Pero ¿cómo puede la Iglesia ser pelícano si quienes la representan actúan como pavos reales?...”.
Malbéne gusta de la controversia, por eso sus palabras a nadie deben extrañar. Recordemos lo que dijo alguna vez: “Soy un teólogo al que no le gusta la teología”.
¡Hasta mañana!...