Mirador 14/06/17
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La noche del 10 de julio de cada año, aniversario de su martirio, aparece en la muralla del castillo de Or el espectro de Santa Ina.
Esa doncella se convirtió en secreto al cristianismo. Su padre era pagano, y cuando supo de la fe de su hija ordenó que la pusieran en prisión y ahí la abandonaran para que feneciera de hambre. Sin embargo las palomas le llevaban en sus picos pan, y los cuervos agua, de modo que la joven no murió.
El padre entonces mandó que se le decapitara. La espada del verdugo se rompió al golpear contra el grácil cuello de Ina. El sayón cayó de rodillas y le pidió perdón. El cruel pagano, entonces, con su puñal le atravesó el pecho a su hija, que cayó a sus pies bendiciéndolo por haberle dado la vida y la muerte.
Millares de peregrinos llegan cada año a Or a fin de ver el espectro de la santa. No todos lo ven: se muestra sólo a los que tienen buen corazón. Ha pasado que una prostituta ve a Santa Ina y un hombre de religión no la puede mirar.
Tengo sobre mi mesa de trabajo una pequeña imagen de Ina. Y me sucede que a veces la veo, y otras se me desaparece.
¡Hasta mañana!...