Mirador 01/08/17
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San Virila es comprador de pájaros en jaula.
De todas partes le llegan pajareros; hombres, mujeres, niños, viejos, que le traen aves de todas las especies: mirlos, gorriones, tordos, golondrinas, calandrias, petirrojos, jilgueros, estorninos… Y San Virila compra todos esos pájaros. Los paga con dinero que saca de la caja de las limosnas o con cosas que obtiene de la cocina del convento: quesos, manteca, vino, huevos, pan…
Al principio los frailes –sobre todo el ecónomo y el despensero– se indignaban por los robos que hacía el frailecito. Pero luego se maravillaban al ver que todo lo que había tomado se hallaba otra vez en su lugar: la caja de las limosnas estaba nuevamente llena, y en la cocina no faltaba nada.
¿Qué hacía San Virila con las aves que cada día compraba? Las ponía en libertad. Abría las jaulas en que se las traían y los pájaros echaban a volar. “Son criaturitas del Señor” –decía. Sus hermanos le reprochaban: “Quienes todos los días te traen a vender pájaros abusan de ti. Se mantienen con lo que tú les das”. Y contestaba San Virila: “También ellos son criaturitas del Señor”.
¡Hasta Mañana!