México ante Asia y Trump en el año del gallo...
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En el año del gallo, EU se ha convertido en el buscapleitos que “pica la cresta” a los chinos, así como a otros países. En este escenario, a nuestro país le urge una estrategia de acercamiento hacia Beijing
CDMX.- El presidente estadounidense Donald Trump lleva apenas unas semanas en la Oficina Oval y ya ha generado tensiones con líderes de todos los continentes, al tiempo que fabrica crisis comerciales y diplomáticas a escala global.
La revista alemana Der Spiegel lo ha llamado “el hombre más peligroso del mundo”. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, lo considera ‘una amenaza similar a la que representan Rusia o el Estado Islámico’.
La lista de confrontaciones crece cada día: México; la Unión Europea, Alemania, los países bálticos; Palestina, Australia, la República Popular China; las siete naciones islámicas objeto de prohibición de viaje, entre las que destaca Irán.
Todos los casos son de alta sensibilidad. Sin embargo, el asiático es paradigmático porque representa 60 por ciento de la población mundial (70 por ciento si se considera al continente eurasiático), y es el escenario del irresistible viraje de la economía mundial del Atlántico norte hacia la cuenca del Asia-Pacífico.
El gobierno del presidente Barack Obama diseñó en 2012 su política “pivote hacia el este de Asia”, que buscaba el fortalecimiento de sus alianzas de seguridad, la expansión del comercio y la inversión, y la vigorización de su presencia militar. Cuatro años después, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el pivote asiático se desinfló.
En el primer día de su gestión, el inquilino de la Oficina Oval emitió una nota comunicando que EU abandonaba el proceso de ratificación del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP). Éste había sido la piedra angular de la política comercial estadounidense hacia la cuenca del Asia-Pacífico.
Asimismo, Trump señaló que Tokio y Seúl tendrían que pagar por el paraguas de seguridad estadounidense que los protege frente a lo que ellos perciben como la amenaza de Beijing. Respecto a China, Trump ha seguido una política errática. Su llamada telefónica con Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, se convirtió en un irritante mayor para Beijing. Supuestamente Trump rectificó el 9 de febrero, asegurando al líder chino Xi Jinping que respetará la política de “una sola China”.
Los ejemplos del choque de hegemonías aumentan día con día: la construcción de islas artificiales en el Mar de China Meridional, el armamentismo de Beijing, los periodos de manipulación cambiaria del yuan renminbi, el déficit comercial estadounidense de $347 mil millones de dólares en 2016 y el clamor desde Hong Kong para que se respete el principio de “un país, dos sistemas”.
Las quejas de Beijing no se han hecho esperar: Washington enderezó el TPP como un instrumento geopolítico contra China; se inmiscuye en política interna del gigante asiático y mantiene una presencia exorbitante de tropas y de la séptima flota naval en aguas asiáticas, a 10 mil kilómetros del territorio continental estadounidense. Además, Beijing vende la idea de que es el único país con poder de disuasión de cara al uso de armas nucleares por parte de Pyongyang.
Trump ha parado de cabeza a la política exterior bipartidista que Washington siguió los últimos 70 años. La gran paradoja es que precisamente cuando se anuncia el fin de la historia por el triunfo del capitalismo, EU entra en crisis por la soledad del poder, al tiempo que el hombre que presume de ser el gran negociador despliega una gran ignorancia y no concibe que en una negociación puedan ganar los dos países, pues sólo entiende la victoria como el aniquilamiento del adversario.
En 2017 el calendario chino marca el signo del gallo, considerado el más inteligente de todos los animales. EU es hoy el buscapleitos que le “pica la cresta” a China, pero el gallo chino no responde sólo al momento, sino que apunta a una estrategia de mediano y largo plazos.
El 17 de enero, en la edición 2017 del Foro Económico Mundial de Davos, el líder chino Xi Jinping tomó la estafeta como el gran timonel de la globalización. ¿Habrá una guerra comercial entre Washington y Beijing? Probablemente, pero sería una espada de doble filo que dañaría a ambos hasta terminar en un empate.
TLCAN: HACIA UNA COMPLEJA RENEGOCIACIÓN
Desde que Donald Trump oficialmente comunicó que Estados Unidos abandonaba el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), la posibilidad de que éste pudiera ser un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) Plus para México quedó completamente descartada; aunque no faltaron voces dentro del Gobierno que insistieran ingenuamente en que de todos modos el país podría seguir con ese acuerdo.
Posteriormente, la esperanza de que México podría hacer una alianza con Canadá para hacerle frente a EU, se esfumó cuando la canciller canadiense reconoció que estaban considerando negociar un acuerdo bilateral sin México, idea que se ratificó con la reciente visita del primer ministro Justin Trudeau a Washington.
Ante la amenaza de aplicar un arancel que fluctúa entre 35 por ciento y 20 por ciento a las importaciones mexicanas en EU y que esto pudiera ser un precedente negativo para la negociación del TLCAN, han surgido algunos llamados como el de Jaime Zabludovsky y Luis de la Calle quienes han considerado que es mejor que México se salga del TLC, antes que firmar un acuerdo desventajoso.
En ese mismo sentido, Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2001, consideraba que si México lo abandonaba no era tan grave, porque se podrían aplicar las disposiciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) con esquemas arancelarios de la nación más favorecida, que son mucho menores a los de 20 por ciento.
AÑOS DE REZAGO
El problema de esta propuesta es que se basa en un supuesto endeble, que es considerar que la administración Trump va a aceptar las disposiciones de la OMC, y suponiendo que sí lo hiciese, tal vez lo haría con varios años de rezago cuando el daño ya haya sido causado.
El mismo día que Stiglitz hacia sus declaraciones (3 de febrero), Honda amagó con modificar su producción en el país si llegara a aplicarse un fuerte incremento en los aranceles de las importaciones procedentes de México, es decir, si sería bastante grave si consideramos el efecto en cadena en la industria automotriz y de autopartes.
No está de más recordar que la administración Obama ya había considerado la posibilidad de renegociar el TLCAN a través de la Autoridad de Promoción Comercial (TPA por sus siglas en inglés, anteriormente conocida como la autoridad fast-track).
En este sentido, Trump en una reunión con congresistas y senadores aseguró que quiere apresurar la renegociación del acuerdo exhortándolos a conseguir la TPA para el TLCAN, con lo que podría comenzar a renegociar en 90 días, el que ha calificado hasta el hartazgo como el peor acuerdo comercial para EU y que genera un déficit comercial de 60 mil millones de dólares con México.
Trump sabe que puede apresurar la negociación del TLCAN porque cuenta con la mayoría de los votos necesarios en ambas cámaras.
Recordemos que las plataformas electorales de los partidos Republicano y Demócrata planteaban que sus candidatos debían renegociar el TLC. Incluso, con desplantes ha señalado que si México se niega a renegociar, su país podría repudiar el TLCAN en agosto y buscar uno bilateral con Canadá.
Por otra parte, un gran sector de la izquierda mexicana considera que el TLCAN ha sido el causante del bajo crecimiento que ha experimentado la economía nacional desde hace tres décadas y estaría a favor de que México lo repudie.
Incluso, los llamados proteccionistas para que se tomen represalias en caso de se apliquen aranceles en EU o se graven las remesas y de que sólo se consuma lo hecho en México, suena alentador, pero difícil de aplicar en una economía tan abierta como la nuestra y cuyo PIB depende en una proporción mucho mayor de las exportaciones que el de EU.
Mientras que economistas como Paul Krugman, quien ha argumentado que el TLCAN ha sido benéfico para EU y México, citando estudios del Servicio de Investigación del Congreso (R42965), o como Stiglitz que se ha pronunciado por una globalización más justa, han hecho llamados a mantener el acuerdo; sectores de la inteligencia mexicana rechazan que haya habido beneficios y están en contra de cualquier forma de globalización, e incluso creen que el Brexit y Trump presagia la crisis del capitalismo.
Se entiende que EU quiera acelerar las negociaciones con México, porque sabe que negocia con un gobierno debilitado y desprestigiado por los escándalos de corrupción, la creciente inseguridad y el deterioro de la situación económica. Peña Nieto está en lo cierto cuando dice que el país no está en crisis; pero la culminación del TLCAN nos regresará a una situación similar a la del 94 y entonces sí lo estará, lo que tendría paradójicamente una grave repercusión para EU.
La necesidad de fomentar el mercado interno y no sólo generar crecimiento básicamente con el motor exportador, es decir, romper el modelo predominante basado en sueldos bajos para promover la competitividad de las empresas exportadoras, no será fácil hacerlo cuando está tan arraigada la idea de elevar los salarios es inflacionario y que el Estado no debe diseñar políticas industriales.
IMPACTOS DESDE ASIA HASTA MÉXICO
México es más importante para China de lo que nos damos cuenta. Nuestro País es una atalaya desde la cual Beijing analiza la presencia e influencia de la población mexicana y mexicano-americana en EU; y asimismo estudia los resultados del TLCAN, el primer tratado comercial de gran envergadura que vincula a dos países altamente industrializados con un país en desarrollo.
Mientras Trump disuade a las armadoras de autos estadounidenses de invertir en México, Giant Motors, empresa en la que Carlos Slim es socio mayoritario, invierte en el estado de Hidalgo en la construcción de una nueva planta de autos chinos JAC.
Nosotros arrastramos un desgaste en nuestra credibilidad debido a la cancelación del proyecto del tren rápido México-Querétaro, y a la falta de una planeación a 15 o 20 años como la hacen los chinos.
El gran riesgo para México es carecer de una estrategia asiática. Hoy más que nunca se hacen evidentes las limitaciones del seguidismo consistente en esperar a ver qué hace EU para subirnos a su carro, en vez de articular nuestra propia estrategia con base en el interés nacional y en una inserción inteligente en esa región crucial en el siglo XXI, denominado por muchos como el siglo asiático.