Mensaje en una botella
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La Administración Espacial Europea guarda la esperanza de que el mensaje sea recibido por alguna civilización ubicada aquí en la Vía Láctea
Muchos siglos antes de la invención de la brújula y de los instrumentos de navegación actuales como el GPS, los navegantes y viajeros de la antigüedad surcaron los mares y recorrieron las llanuras guiándose por las estrellas.
Las referencias principales eran la Estrella Polar (Polaris) o Estrella del Norte y la Osa Mayor, alineadas siempre cerca del eje de la tierra en el polo norte. Polaris es por las noches siempre visible pues se encuentra sobre el eje de rotación al norte de la tierra y permanece estacionada en el cielo debido a su efecto de la rotación. Es distinguible a simple vista una vez que se ha avistado la Osa Mayor o la Menor.
700 años antes de la era actual, Homero hizo referencia a ella diciendo que “la Osa Mayor nunca se hunde en aguas del océano”. La leyenda bíblica cuenta que la Estrella Polar guió a los Reyes Magos en su camino a Belén y siglos después, Shakespeare escribió en su obra “Julio César” atribuyéndole la frase “Soy constante como la Estrella Polar, que por su fijeza e inmovilidad no tiene semejanza con ninguna otra del firmamento”.
Pero la importancia de la Estrella Polar, olvidada por todos nosotros en la frenética cotidianidad que nos consume y en donde ni siquiera volteamos hacia el cielo, fue retomada la semana pasada al lanzarse al espacio un “mensaje en una botella”. Fue la Administración Espacial Europea quien envió un mensaje interestelar con una transmisión digital con duración de 14 minutos con más de tres mil mensajes. El objetivo de la misión fue diseñar “un mensaje basado en perspectivas globales codificadas dentro de la luz que se propagaran hacia el espacio durante millones de años”.
En el proyecto contribuyeron 146 países así como la Universidad de Edimburgo, la Universidad John Hopkins y el European Southern Observatory. Los mensajes incluyen muestras de optimismo y esperanza para el futuro de la humanidad y otros más pesimistas y que tienen que ver con el cambio climático y las guerras.
El mensaje en esta botella digital salió de nuestro mundo a navegar los mares del cosmos el pasado 10 de octubre y viajará hacia Polaris, que se encuentra a una distancia de 434 años luz de la Tierra.
Una vez que fue transmitido, el mensaje tardó menos de seis minutos para pasar Marte y en 21 horas había pasado a la sonda espacial Voyager 1 que en 1977 fue lanzada al espacio y que apenas está dejando el sistema solar.
La Administración Espacial Europea guarda la esperanza de que el mensaje sea recibido por alguna civilización ubicada aquí en la Vía Láctea, una búsqueda que la humanidad inició hace poco más de cinco décadas. Al respecto, hoy los especialistas se preguntan si acaso los métodos han sido los apropiados, si la tecnología utilizada para comunicarnos es la correcta y si estamos buscando en el sitio ideal.
Pero independientemente del debate teórico, los científicos nunca han vacilado en la búsqueda sin importar el resultado. Así, una flota entera de vehículos, telescopios, estaciones, naves y sondas espaciales exploran y vigilan el vecindario de nuestro sistema solar y el universo, un espacio vasto eterno e infinito con 100 mil millones de galaxias, cada una de ellas con millones de planetas con posibilidades de tener vida. Pero hasta ahora, la respuesta ha sido siempre es la misma: nada, ni siquiera un guiño, una luz o un sonido extraño.
Mientras tanto, el “mensaje en una botella” ha salido teniendo como referencia a Polaris tal y como hicimos en la antigüedad, pero si acaso alberga un planeta habitable, sus habitantes no lo recibirán hasta alrededor del año 2450 y al paso que vamos, ni siquiera estamos seguros de que vamos a sobrevivir hasta entonces como especie.
Se trata, de una versión del siglo XXI de los mensajes encerrados en una botella de vidrio con llamados de auxilio o dedicados a un amor imposible y que mucha gente lanzaba al mar. Las botellas recorrían los océanos y mares extensos pero debido a las corrientes marítimas, muchos daban vuelta a la tierra y la mayoría terminaban hundidas, sin respuesta. Los que corrían con suerte y encontraban quien leyera esos mensajes, llegaron demasiado tarde.
@marcosduran