Libertad, democracia y justicia
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Chéquenlo. Cuarenta millones de hispanos en los Estados Unidos producen más bienes y servicios que los mil 100 millones de habitantes en la India. Comparado con lo que producimos 120 millones de habitantes en México, los hispanos en EU nos ganan dos por uno. Ya le pisan los talones a Inglaterra y Alemania.
Los hispanos resultan seis veces más productivos que los mexicanos. Los mexicanos no somos genéticamente inferiores ni traemos defectos de fábrica.
México posee abundantes recursos naturales. Chance hasta les ganamos a los vecinos con mejores playas, mucha minería, petróleo, bosques, praderas, y clima. Y no gastamos en defensa.
¿En qué nos ganan de calle? En educación, innovación y en “sistema” de Gobierno. Ellos tienen leyes sencillas bien aplicadas; nosotros leyes mañosas, verdaderas fábricas de corrupción.
Las reglas básicas del Gobierno de Estados Unidos son sólo tres: 1. Libertad, para hacer, para emprender, contratar, despedir, expresarse y votar. 2. Democracia, para entre todos decidir cómo y cuándo limitar la libertad. 3. Justicia, abusen de la regla uno o transgredan la regla dos.
Aquí la libertad no es un principio, sino un producto residual. El Gobierno nos impone. Hasta la libertad de expresión está coartada. Peor aún, pocos nos quejamos. Abrir un negocio, construir una casa, sacar un permiso, es un viacrucis.
Nuestra democracia es una simulación. En principio todo está prohibido o requiere de una concesión gubernamental. Hasta el INE, el IFAI se desnaturalizaron. Reconocen nuestros derechos ciudadano como con gotero. El proceso electoral, poniendo tiempos absurdos, límites, obstáculos, condiciones imposibles de cumplir, independientes sin recursos, sin acceso a publicidad.
Así nos entrenó el PRI y se hizo costumbre. La gente perdió la brújula. Un País de gente subordinada a un mal sistema. Nadie recuerda cómo se generó. Nadie sabe como desmantelarlo y menos cómo hacer uno nuevo.
El tercer elemento, la justicia, brilla por su ausencia. Allá en EU es la regla, aquí la excepción. Nuestra cifra: 98 por ciento injusticia, 2 por ciento de justicia. El principal motor educativo del pueblo anulado totalmente. Si alguien espera que las aulas con maestros socialistoides hagan el milagro pues que esperen sentados, no se vayan a cansar.
En suma, no hay libertad ni desarrollo. Las protestas nada cambian. El Gobierno ordena y los mexicanos se resignan. No hay democracia. Se compran y venden votos, partidos y candidatos. Hay mucha más impunidad que justicia. El remedio a toda esta disfuncionalidad es: ¿adivinen que? El gran recurso aceitador llamado corrupción. La vía expedita que remedia todos los males.
Pensando en cómo desatorarnos, propongo una alianza entre líderes intelectuales y líderes empresariales. Trazar conjuntamente un nuevo proyecto de País y sacarlo adelante para las elecciones presidenciales de 2018.
Los intelectuales y empresarios se complementan. Políticos quedarían fuera de la ecuación. Lo importante es abordar los números que señalé arriba. Si tan sólo aumentamos la productividad a la mitad de la de los hispanos en Estados Unidos estaríamos triplicando el PIB en muy corto tiempo. Un crecimiento astronómico.
¿Qué reglas tenemos que cambiar? Todas las que nos estorben. Todas las que supriman libertad de manera superflua. Todas las que repriman la auto-organización de la sociedad. Todas las que ayuden a desintermediar al Gobierno estorboso. Todas las que combatan soluciones burocráticas. Todas las que construyen obstáculos artificiales para cobrar mordidas por retirarlos.
Hay que buscar un orden simple, en el que fluya la productividad. Tenemos el ejemplo al otro lado del río Bravo. Apretar tuercas y tornillos, soltar lastre. Carburar la máquina del despilfarro energético. Diseñarnos un sistema basado en libertad, la democracia y la justicia.
javierlivas@prodigy.net.mx