Las canciones de Mahler
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Pasadas las elecciones “históricas” que devinieron en funeral (yo se lo advertí con tiempo en este generoso espacio, que conste) y para tratar de mitigar tanto infernal calor norteño (el sol jurado y preñado de espanto hace enloquecer al más cuerdo. Los 42 grados diarios a la sombra en Monterrey, hacen huir a todo mundo. Al menos a mí), me fui unos días a dos de mis ciudades favoritas: Guanajuato y Zacatecas. Con escapadas intermedias a San Miguel de Allende y Aguascalientes. Un solo día fui a Dolores Trompeta.
Clima benigno. Aquí la catástrofe del calentamiento global apenas y en horas del día se hace presente. Luego llega un “fresco” saludable y rejuvenecedor. Leí un artículo en un diario local donde se hacía referencia a esto: el acceso de los humanos (derecho protegido por la ONU) a un clima bueno y saludable y sí, acceso al padre sol que tanta falta hace en ocasiones, pero del cual y en el Norte, yo reniego casi diario. Estuve días por este bajío, en el cual me siento como en casa. Aquí publico en revistas literarias en las cuales pagan pocos pesos, pero para mí suficiente para estar con mis pares escritores de estos lugares. En Guanajuato, y en un fin de semana cualquiera, fui al teatro. Se programó un recital de canto y piano. Lo que se le conoce como “Lied”, en alemán y en plural es “Lieder”.
Suena rimbombante, y es que todo en materia de música clásica suena así, pero en traducción directa al cristiano es lo siguiente: son canciones; sino es que de plano, cancioncillas. Así, en genérico y también un tanto diminutivo. Una cancioncita. Y lo que es lo mismo: un poema breve. Tan breve que en ocasiones son sólo estrofas. Se les pone acompañamiento, por lo general piano (orquesta también), y estos textos los cantan hombres y mujeres con su voz bien educada (tesitura) y, claro, aquello suena mágico. Pues bien, fui a un recital de “Lied” de Gustav Mahler en voz de una soprano y con acompañamiento de piano. Un manjar. Me la pasé muy bien sin entender un carajo de los poemas en alemán, pero aquello fue un placer para mi oído. Ya luego, y saliendo del teatro, me fui a cenar con dos amigos escritores y la esposa de uno de ellos, a un buen restaurante del centro mágico de Guanajuato. Tertulia y cena de cofrades.
Al día siguiente me dediqué a lo mismo de siempre: deambular, tomar un café aquí y allá, observar, leer; luego, por la tarde beber algún vino tinto, un digestivo con un sándwich. Fui a tres discotecas bien surtidas y, como el recital me había gustado mucho, quiso el azar que me encontrara con los siguientes materiales que aquí le doy la ficha para su conocimiento y posible compra.
Esquina-bajan
Al parecer las canciones (lieder) de Gustav Mahler no son, digamos, lo más refinado y culto, pero como me gustaron mucho, el dios del azar y el destino hizo que me topara con una joya: el ciclo denominado “Des Knaben Wunderhorn” de Mahler, bajo la dirección de Leonard Bernstein, con Christa Ludwig en la voz. Compré éste, pero luego hay otro donde únicamente es piano y voz. Y como buen villamelón que soy, viene acompañado con un cuaderno harto explicativo de ello en letra (guía de audición) de Víctor Estapé, y luego vi por allí un texto en una revista especializada, letras de Juan Manuel Viana, titulado precisamente “La Canción Mahleriana”. Luego de leer el par de textos y escuchar de nuevo las canciones/poemas, pues sí, uno las paladea mejor aún.
Y como ya andaba en estos trotes y en esta ciudad con buenos discos en sus anaqueles, me compré de paso otros: de Franz Schubert, “Die Winterreise”, con, al parecer, un cantante de otra galaxia, Jonas Kaufman. Y cantando a Vivaldi, Andreas Scholl. Los poemas, los cuales Mahler musicalizó, son de una antología popular alemana publicada a inicios del Siglo 19 por Achim von Arnim y Clemens Brentano. Leo que el mismísimo Goethe escribió las palabras iniciales o pórtico de esta antología, donde dice: “Lo mejor sería que este libro descansara sobre el piano de los amantes o maestros del arte de los sonidos”.
Y esta colección de textos románticos y breves, la mayoría, encontró en Mahler a su compositor dedicado. Son poemas harto sencillos, románticos, los cuales a ciertos lectores les siguen arañando eso llamado alma, aunque a otros les “sonarán” decadentes. Temáticas y versos ya superados. En fin, cuestión de gustos. Algunos versos en alemán dicen lo siguiente en español: “¡Oh rosita roja!”; en otro verso se escucha, como un quejido o lamento: “¡Los hombres viven en la mayor de las desgracias!”. En la canción “Lied des Verfolgten im Turm” un prisionero se lamenta de su suerte, condenado a la mazmorra y separado de su amada. Aunque aun así canta desheredado: “Los pensamientos son libres”. Me recordó al tenor inconmensurable de Javier Solís en aquel poema de “Tu voz”. En fin, prefiero a Solís, claro.
Letras minúsculas
Como ya todo es gratis en internet, ignoro si están de “grapa”. Yo los compré. Esto de la música clásica no es nada del otro mundo, pero se disfruta.