Honrar la vida
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El Asilo de Ancianos Ropero del Pobre está festejando este mes 50 años de existencia bajo el lema “50 años de honrar la vida, con calidad y dignidad”. Una noble institución saltillense que, nacida bajo los auspicios de la asociación Asistencia y Ropero del Pobre, A.C., hoy traspasa ya el medio siglo ayudando a los ancianos a recorrer dignamente el último tramo de su vida.
Ubicado en la calle Hidalgo al sur, en el edificio que antes albergó el colegio lasallista Ignacio Zaragoza, el Asilo guarda toda una historia entre sus muros, comprimida y desgajada en cada una de las pequeñas historias personales de todos los que por allí han pasado. Ancianos, directivos y personal, bienhechores y voluntarios en general, han escrito las páginas de una historia a veces tan desgarradora que deja sin aliento, no obstante que al final resulte siempre provechosa. Para los viejecitos, porque habitan un lugar donde se atienden con amor y tolerancia todas sus necesidades físicas y espirituales, y para los demás porque obtienen, ante los ojos compasivos del Señor, la paz del deber cumplido. A lo largo de estos 50 años, cientos de ancianos han encontrado en el asilo un regazo, unos brazos amorosos y un “ropero” proveedor de abrigo, vestido, alivio, sustento y, por qué no, hasta de las insondables maravillas que Cri-Cri el grillo cantor, o el niño Gabilondo Soler encuentra en el ropero de la abuela.
El Asilo de Ancianos nació en 1967 como una institución de servicio social enfocada a la población de adultos mayores. A veces abandonados a su suerte por sus propios familiares, o porque no los tienen, su avanzada edad no les permite bastarse a sí mismos. En ocasiones, las familias requieren del apoyo en el cuidado de sus ancianos para poder trabajar y enfrentar económicamente su deterioro y las enfermedades de la vejez. Hace 50 años, distinguidas damas saltillenses, conscientes de la urgencia de enfrentar la crisis de los valores familiares y con la mira de ayudar al fortalecimiento de todo aquello que confiere un sentido profundo a las acciones humanas y a la vida misma, fundaron esta institución que pronto se convirtió en una verdadera casa hogar de ancianos. Atender y cuidar a los mayores es parte de esas acciones que hacen más humano al hombre y enriquecen el sentido de su vida.
Apoyado por sus bienhechores, el Asilo de Ancianos ha logrado sobrevivir estos 50 años, pero el camino no ha sido fácil. Durante casi 40, estuvo al frente Marisol Valdés Dávila de Udave en una entrega total. Dedicada a atender las necesidades apremiantes de los ancianos, marcó el rumbo de la institución al cuidar amorosamente la dignidad de su vejez y darles un hogar comprensivo como residencia. Y, sobre todo, cuidando especialmente de alejar los fantasmas de la tristeza, el olvido, la indiferencia y el abandono, para abrir las puertas a las virtudes que distinguen al ser humano: la fe, la esperanza y la caridad, y darle paso a la Providencia Divina, que “se extiende a cada momento” para dar a los ancianos “casa, vestido y sustento”, en un acto de glorificación del mandato divino: ama a tu prójimo como a ti mismo.
Marisol y Paulina Udave Valdés siguen hoy la huella imborrable de su madre en la conducción del Asilo Ropero del Pobre, pero con el plus de acrecentar sus metas, apoyadas en la fortaleza de su propia juventud. Hagamos un acto de acción de gracias, por el Asilo y sus 50 años, por los ancianos y el personal que han pasado ahí parte de su vida, por los bienhechores, los voluntarios y, sobre todo, por la nobleza y entrega de Marisol Valdés Dávila y Marisol y Paulina Udave Valdés, pilares y sostén de esa noble institución. Te Deum laudamus.