Fomento a la lectura
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A propósito del buen sabor que dejó la vigésima edición de la Feria del Libro en Arteaga, y el tema mismo de la lectura, nos preguntamos qué será lo mejor para formar lectores que conozcan el placer de leer. Un ejemplo clásico en el tema del fomento a la lectura es el de José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. En 1922, Vasconcelos era secretario de Educación Pública a nivel federal cuando decidió encargarle la dirección del Departamento de Bibliotecas a Torres Bodet, su joven secretario particular, que a la sazón tenía 20 años de edad. En ese tiempo, las bibliotecas sólo daban servicio a los escolares, pero el nuevo director supo darles su verdadera misión de servicio público, extendiendo sus funciones a toda la comunidad y a todos los niveles sociales, mediante la creación de redes urbanas y rurales. A los 21 años, Torres Bodet escribía este poema: “Se nos ha ido la tarde/ en cantar una canción,/ en perseguir una nube/ y en deshojar una flor./ Se nos ha ido la noche/ en decir una oración,/ en hablar con una estrella/ y en morir con una flor”.
Abatido ya el analfabetismo, los niveles de cultura han aumentado, pero “se nos ha ido la tarde en cantar una canción”. Y en exigir a las autoridades de cultura el compromiso de enriquecer los acervos de las bibliotecas públicas y la edición de múltiples obras a precios muy accesibles, si no es que gratuitos. Empeñados en hacer de nuestra nación un país de lectores, pareciera ser ésta la fórmula mágica para hacerlos brotar de la nada. Sin embargo, no es así.
Un proyecto de cultura debe incluir un serio análisis de las acciones emprendidas anteriormente en el mismo renglón, a fin de detectar el nivel de los logros alcanzados y los impactos de los fracasos obtenidos. Sin olvidar que en el pasado mucho ayudaron algunas magníficas colecciones y series de libros patrocinados por Gobiernos o instituciones públicas, obsequiadas o vendidas a precios muy accesibles, pero con un gran defecto: únicamente se conseguían en la Ciudad de México y en unas cuantas ciudades del País. En la nuestra no. La edición de miles de ejemplares de una buena serie literaria o de cultura general no sirve de nada si el lector no encuentra en dónde comprarla, o si no tiene interés o dinero para adquirirla. Por otra parte, no puede pretenderse hacer de México un país de lectores sólo por el hecho de regalar libros o venderlos a precios muy bajos.
Si el análisis del pasado implica descartar de la agenda lo que no funcionó y alentar lo que rindió frutos, hay que voltear los ojos a los buenos resultados obtenidos en programas estatales de fomento a la lectura. Hace unos 15 años, se realizaron eventos de lectura en voz alta bajo los programas “Leer para ser mejores”, “A leer Coahuila” y otros de la Dirección de Bibliotecas Públicas, en los que la lectura corría a cargo de artistas famosos de cine y televisión. Recuerdo uno en el que Odiseo, Demián y Bruno Bichir leyeron poesía de Jaime Sabines para un receptivo público que escuchó atento. Al final, Odiseo dijo, en respuesta a una pregunta del auditorio, que una biblioteca es una multitud de voces que espera ansiosamente ser escuchada por alguien.
Después de oír y ver a los Bichir, una madura voz femenina se alzó, emocionada y valiente, de entre el público, para gritar a los famosos hermanos: “¡Bendita sea la madre que los parió!” Lo dicho por Odiseo y el grito de aquella mujer son las mejores pruebas de que la lectura caló hondo, tanto en el auditorio como en los actores-lectores. Los libros de Sabines fueron muy buscados en las bibliotecas y en las librerías después de aquella lectura. Ahí están los frutos. Hay que emprender de nuevo la siembra.