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La próxima semana, las páginas de éste y todos los diarios se llenarán de análisis y pronósticos, en torno al Gobernador electo y a su equipo de trabajo. Los que lleguen tendrán el reto de gobernar un estado profundamente herido por la corrupción y enfrentarán expectativas harto elevadas para nuestro futuro inmediato. Arrancaremos una transición absurdamente prolongada, que dará tiempo suficiente para planear y preparase para el enorme reto de democratizar Coahuila. Llegar resultará mucho más fácil que conservar el encanto de los electores.
¿Qué puede suceder el domingo 4? Hoy ningún “cuarto de guerra”, se plantea un posible resultado holgado para el ganador, tampoco se espera más del 40% de los votos. En tal caso debemos esperar que más de uno se proclame ganador, tan pronto salgan las primeras encuestas de salida y la ley permita pronunciamientos al respecto. No será novedad que esto suceda, ya es deporte nacional la proclamación triunfal de dos o más la noche de elecciones.
La polarización ha sido tanta y los intereses en juego son tan enormes, que debemos esperar la judicialización del proceso. Los bandos contendientes han dado muestras suficientes de su agresividad y el Instituto Electoral de Coahuila ha hecho gala de su ineptitud y parcialidad. Por lo tanto, es muy probable que tras litigar las esperadas impugnaciones, conozcamos los resultados definitivos dentro de algunos meses.
Electoralmente, Coahuila se encuentra dividida en tres. Un tercio del PRI, otro tercio del PAN y sus aliados y el tercio restante repartido entre los que no quieren ni a Anaya ni a Riquelme, particularmente concentrados en Guadiana y en Guerrero. Una de las tres porciones encabezará el próximo Gobierno. Nada está dicho, en cuatro días pueden suceder muchas cosas, no sería la primera vez, ni en México ni en el mundo. Las redes sociales son el nuevo jugador, mucho más presentes e impactantes que los medios tradicionales de comunicación.
Hay otro elemento fundamental en esta elección. Pase lo que pase en Coahuila, el país entero estará más interesado en los resultados del Estado de México. Por su peso demográfico, económico y electoral, tendrá un impacto decisivo en las aspiraciones presidenciales que ya se vislumbran. Los dos escenarios serán semejantes: resultados apretados, impugnaciones y judicialización del proceso.
Una baja participación ciudadana y un triunfo de Riquelme, serían particularmente desoladores y frustrantes. Que a pesar de todos los males no podamos ganarle al PRI, sería un golpe mortal para las élites partidistas opositoras en Coahuila; pero lo sería más aún, para la mayoría ciudadana, para los coahuilenses que todavía creemos en la democracia como forma de gobierno.
Dentro de ese desastre, Riquelme sería un gobernador mucho más acotado y vigilado que el dúo Moreira. Mucho dependerá de la composición del Legislativo, aunque un triunfo del PRI es muy probable que incluya mayoría en el Congreso.
Una derrota del PRI sería el resultado histórico y refrescante de una sociedad que rescató la vergüenza, dispuesta a ejercer su mandato sobre los políticos corruptos e ineficientes.
Como hizo José Ángel Pérez, Javier Guerrero todavía puede sumarse a Armando Guadiana, darnos la sorpresa logrando el triunfo de la tercera opción. Anaya, sin duda, está en la antesala del triunfo electoral, la suerte está echada.
Nos esperan una semana y un mes de celebraciones, recorridos de agradecimiento por todo el Estado. Coahuila, por fin, se habrá liberado del autoritarismo, del mal gobierno, del Moreirato.
Un triunfo opositor se concretará en un gobierno débil y acotado, sin mayoría en el Legislativo. Arrancará en medio de un proceso electoral federal muy polarizado y competido. En ese clima, la ciudadanía exigirá resultados rápidos y visibles. Particularmente, ver tras las rejas a los responsables de las fechorías cometidas en su contra por el viejo régimen.
De no hacerlo, el nuevo gobernador perderá fortaleza y legitimidad. La nueva administración deberá demostrar con toda claridad, su honestidad y capacidad de incluir a todos. No le queda de otra, no puede darse el lujo de acumular más adversarios de los que ya tiene. Así, nos esperan ya sea la noche autoritaria con Riquelme; o las expectativas y la incertidumbre de una democracia acabada de nacer y balbuceante.
Twitter: @chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramirez