El sentido
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El ser humano tiene que buscar el sentido a su existencia, encontrar la felicidad y darse cuenta que no está en las cosas materiales sino en servir a los demás
Vicktor Frankl considera que para vivir de acuerdo a nuestra dignidad humana lo fundamental es el encontrar el sentido a la vida: “El preocuparse por hallar un sentido a la existencia es una realidad primaria, es la característica más original del ser humano”; sin embargo, la ruta para lograr este descubrimiento, que desemboca en plenitud, tiene infinitos caminos que para muchas personas no son sencillos descubrir.
Buscar agua
Esta aventura se asemeja a buscar artesanalmente agua: cuando se cava un pozo con esta finalidad al principio aparecen piedras y tierra dura que anuncia todo menos la presencia del vital líquido; luego, si se tiene paciencia, aparecerá un lodo negro que hará cansado y desesperante el trabajo; posteriormente, al continuar excavando, se obtendrá un líquido turbio, sucio que para los ignorantes en la materia presagia fracaso. Pero si se tiene el conocimiento y la entereza de persistir, el esfuerzo dará frutos: el agua pura, cristalina, finalmente, empezará a brotar.
En estos tiempos, en los que muchas personas se encuentran semivacías o totalmente desinfladas, en los que abunda la sed de vida, sería bueno penetrar en la profundidad del corazón para abrevar esa agua inagotable que ahí descansa y que es capaz de otorgar sentido a la vida y, así, saciar la sed existencial.
Sentido de trascendencia
Al ignorar ese manantial corremos el riesgo de parecernos a las polillas, esos insectos nocturnos que aprovechan el espacio de su abdomen para almacenar en él la mayor cantidad posible de huevos, y que por tanto, carecen de sistema digestivo; la mayoría de las polillas adultas no comen nada, ya que viven de la energía que almacenaron en sus cuerpos cuando eran larvas.
Esta variedad de insectos sencillamente cumplen con la misión de nacer y reproducirse ya que, ante la imposibilidad de alimentarse, mueren en muy poco tiempo.
“¿Acaso nosotros somos así? Cuestiona Harold Kushner, ¿Nuestro único objetivo es tener hijos para perpetuar la raza humana? Y luego de haberlo hecho, ¿es nuestro destino desaparecer y hacer lugar a la nueva generación? ¿O es que nuestra vida tiene otro designo aparte de la simple existencia? (...) ¿Qué encierra la vida aparte del mero hecho de existir, comer, dormir, trabajar y procrear hijos?
Con nuestra desaparición, ¿el mundo va a perder algo o sólo estará menos abarrotado? Estos temas acuciantes no son meras preguntas abstractas para tratar en una reunión social, sino que son, como supo captarlo Jung, cuestiones de tal importancia que si no somos capaces de responder, nos sumirán en un gran desaliento y melancolía”.
Es cierto: “Es muy difícil dar respuesta a esta interrogante, pero más difícil aún es evitar responderlo”, tarde que temprano debemos saber el sentido de nuestra personal existencia so pena de vivir en la superficialidad, el vacío y hastío.
Según Kushner por más que una persona tenga riqueza material o todos los bienes deseados, por más éxito que obtenga en el mundo profesional o político y a pesar de que la gente la envide por su posición social, si no ha encontrado el sentido de su trascendencia es posible que se sienta desdichado.
Saciar la sed
Tiene razón Kushner: la posibilidad de que la vida tenga sentido es un interrogante religioso porque se refiere a valores fundamentales, al cuestionar qué es lo que sigue cuando un ser humano ha alcanzado lo que aparentemente deseaba, cuando ya ha aprendido lo que piensa que debió haber aprendido, cuando llega a un momento en su vida en el que parece haberlo conseguido todo e, inclusive, cuando padece desesperación, problemas y no encuentra la salida y entonces cree que la vida no merece ser vivida.
Fin religioso ciertamente, pero que hoy en día, desgraciadamente, el utilitarismo y materialismo, han provocado que muchas personas, sobretodo las más jóvenes, se alejen de la posibilidad de hacer entrar en sus existencias una religión madura, no de compromisos o símbolos, sino de una religión que les permita emprender su trascendencia personal al descubrir su propia espiritualidad y razón de ser.
Renuncias innecesarias
Encontrar este camino no es sencillo. Saber que somos mucho más que una efímera polilla es más difícil de lo que parece, debido a que el ambiente clama fingimiento. La realidad es que, para lograr tal o cual objetivo profesional, para agenciarnos buena voluntad, o para socializar con ciertas personas de “status”, empezamos a ser artificialmente amables, sofisticadamente cautivadores, comprometiendo la posibilidad de ser realmente auténticos.
Este estilo de vida frívolo e insustancial es constantemente reforzado por la sociedad y, en términos generales, esta honra se alimenta del éxito económico, o del “verse bien”, o pretender pertenecer a ciertas escuelas o clubes sociales.
Bien lo dice Krushner: “Las fuerzas de la sociedad no permiten que el hombre sea un ser íntegro porque le es más útil cuando una parte de él se desarrolla en exceso. Al igual que los perros de caza a los que se entrena para que cobren la presa y la traigan en la boca sin darles un mordisco, nos hemos vuelto útiles a la sociedad a costa de negar nuestros instintos más saludables”.
Lo que nos rodea
Krushner piensa, y concuerdo con ello, que la mayoría de las personas vivimos una sutil tragedia: el hastío, la sensación de insignificancia y ausencia de propósito de la propia vida.
Este es un mal extremadamente peligroso porque es imperceptible, porque furtivamente ataca con consecuencias generalmente funestas. Este fenómeno secuestra la alegría cotidiana y la posibilidad de alcanzar una felicidad plena. Lo más grave es que, cuando nos damos cuenta del padecimiento, ya hemos extraviado lo más por lo menos, o bien, hemos perdido enormes cantidades de tiempo en pequeñeces y estupideces.
Plenitud de sentido
Para este autor la búsqueda de la felicidad no es un fin recomendable, pues “uno no adquiere la felicidad por el sólo hecho de perseguirla. Se es feliz cuando se lleva una vida plena de sentido. Las personas más felices que conocemos probablemente no sean las más ricas y famosas, no las que más se empeñan en ser felices leyendo artículos sobre el tema o plegándose siempre con las últimas modas. Por el contrario las personas más dichosas son las que procuran ser siempre amables, serviciales y confiables, que la felicidad entra en sus vidas mientras ellas están ocupadas haciendo otras cosas”. Es verdad: no se es feliz acosando la felicidad, ya que ésta es un camino, jamás un destino.
Todos los caminos
La plena felicidad brota cuando sabemos que nuestra eternidad subyace en la realidad alocada y ruidosa que hoy a todos intenta someter, conquistar: reside en atreverse a penetrar en las profundidades de la espiritualidad y para eso hay que estar dispuestos a renunciar, a desapegarse de lo efímero.
Insisto, en esta tarea es necesario la paciencia y persistencia, ya que se asemeja a esa mariposa que cuando más la perseguimos, vuela más lejos y se vuelve inalcanzable, pero si cesamos estos intentos, para nuestro asombro, la mariposa se aproximará. Indudablemente, esta búsqueda se caracteriza por el silencio, el recogimiento y la paz.
Tal vez, la mayor tragedia sea que sin saberlo nos parezcamos a las polillas, que nunca lleguemos a percatarnos que somos seres trascendentes, con posibilidades de realización más altas y lejanas que únicamente conseguir lo que mundo pregona: el éxito económico, profesional o social.
Posiblemente, ante tanta intrascendencia, olvidamos los caminos que conducen a la conquista de la más excelsa de todas las profundidades, me refiero al ámbito en donde habita Dios. Mejor dicho, donde Dios nos habita, ahí donde sosegadamente se encuentra el sentido de nuestra irrepetible existencia: en nuestros personales corazones.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo