El elefante blanco del centro
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El edificio de varios pisos de altura de Teléfonos de México, ubicado a unos cuantos metros al norte de la Catedral, obstruye su vista y afea por todos sus lados el paisaje urbano del Centro de Saltillo.
Construido a mediados de los años 50 para albergar la enorme central automática que daría servicio a la región, hoy el edificio es una mole sin ventanas y con apenas una puerta y un portón al exterior. Suponemos que en su interior aloja equipos de transmisión telefónica y datos por internet.
Desde que se integró la Junta del Centro Histórico en 1989, en repetidas ocasiones hizo gestiones ante Teléfonos de México para reducir la altura del edificio por lo menos a la de la Casa Purcell. En una reunión celebrada en octubre de 2000, la empresa les hizo saber que su petición no podría ser resuelta favorablemente a corto plazo, en virtud de requerirse la instalación en otro lugar de equipo similar al que se resguardaba ahí, lo que resultaba técnicamente complicado y muy costoso. Sin embargo, prometían evaluar para el futuro esa necesidad de Saltillo. La empresa anunció en dicha reunión que el edificio contiguo, una antigua construcción de ladrillo, también de su propiedad, sería destinado a un museo de la telefonía. A 17 años de aquella junta, seguramente los equipos de transmisión telefónica habrán reducido considerablemente su tamaño, como sucedió con las computadoras, que de ocupar un cuarto entero su procesador, hoy se lleva dentro de un celular en el bolsillo de un pantalón. No obstante, Telmex no ha emprendido remodelación alguna. El edificio antiguo lo mantiene en condiciones inmejorables, es cierto, pero la mole de al lado ya ni siquiera la pintan en color gris para disimularlo, como hace unos años. En el entorno en el que desentona, sobresalen la Catedral de Santiago, el Casino de Saltillo, las antiguas construcciones de la Casa Carrillo, el antiguo Icocult, la Casa Purcell y la Casa Sánchez Navarro, hoy Centro Cultural Vito Alessio Robles. A Teléfonos de México le sobran los recursos para emprender una obra que ayude a conservar la personalidad de Saltillo, tan diferente a la de otras poblaciones norteñas.
Por otra parte, un Museo de la Telefonía en el edificio antiguo vendría a sumarse al corredor de museos del centro, y honraría el desarrollo de la telefonía local. Esteban L. Portillo en el “Anuario Coahuilense” de 1886 transcribe, en relación a la Compañía Telegráfica-Telefónica, estas “Observaciones necesarias para el buen servicio: 1. Antes de llamar, fíjese bien el número que va a pedir; 2. Dar vueltas al manubrio antes de quitar la trompetilla o audífono; 3. Terminada la conversación, colocar la trompetilla antes de dar la señal de desunión; 4. No olvidar de dar esta señal si se quiere evitar equívocos; 5. Exige el buen servicio que los suscriptores se abstengan de conversar con los empleados de la oficina central, pues distraen su atención; 6. Para evitar pérdida de tiempo, indicar solamente el número de la persona con quien se desea comunicar, sin emplear más palabras; 7. No debe tocarse la campanilla mientras estén comunicados dos suscriptores, pues cualquier llamada de aquella sería señal de desunión; y 8. No debe usarse el teléfono cuando haya una fuerte tempestad”.
Con sólo leerlas nos damos cuenta de cómo era la comunicación telefónica en la segunda mitad del Siglo 19 y cómo eran los aparatos usados para dicha comunicación, y, en el trasfondo, cómo era entonces la vida cotidiana. Además, en ese año de 1886, según Portillo, había en la ciudad 82 teléfonos entre particulares y comerciales instalados, y 14 más en instalación ya con número asignado, mientras que, por ejemplo, había 30 abogados, 10 ingenieros, dos profesores de instrucción primaria (particulares), y el Ateneo tenía 112 alumnos.