¡Dosis de adrenalina!
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Estos tipos no son bien portados ni políticamente correctos. En sus mocedades y atacados de alcohol, barbitúricos y drogas las inimaginables, no pocas veces daban cuenta del lobby del Hotel donde se hospedaban a la par de destrozar su misma habitación. Entre la alucinación y el viaje etílico, estos roqueros, estos padres del metal pesado no son almas del señor, no usan frack y con su música, vinieron a México (menos a Coahuila, claro) a inyectar una buena dosis de adrenalina a un pueblo casi muerto que se consume en la placidez de un goce pasivo: las redes sociales. No hay ninguna diferencia en su momento con la televisión. Hoy se imita al avestruz. Clavar ocho horas la cabeza gacha en una pantalla de un celular “inteligente.” Puf.
Para sentir que estaba vivo, fui a dos conciertos de miedo, escándalo y altos decibles. Fui al Parque Fundidora de Monterrey, N.L. al festival de más de 12 horas de heavy metal. No tanto fui por ver y escuchar a “Kiss” (en mis mocedades, solía dibujar los rostros de sus músicos en mis cuadernos escolares), banda de rock más emparentada con el teatro y la parafernalia que con la música; sino que fui a escuchar y disfrutar a dos bandas en especial, una mítica, los brasileños de “Sepultura” y una digamos, reciente, “Haggard.” Damas y caballeros, aquello estuvo muy parecido a un manicomio. Escuché a otra banda que me gustó mucho, “Devil Drive.” Y claro, también actuaron “Twisted Sister” y “Lamb of God.” Ese día, el Dios de la lluvia martirizó a la ciudad de Monterrey, pero, esa pinche lluviecilla no iba a detenernos a los más de 32 mil fanáticos que atascamos aquello. Sobra decir, mis zapatos de domingo se echaron a perder. Ni pez.
Luego, iniciando diciembre, me fui ida y vuelta al Distinto Federal (parece que se llama ahora Ciudad de México) al bello Auditorio Nacional, para ver y escuchar de nuevo a mis ídolos del violonchelo, “Apocalyptica.” Sin duda, rock para otro público, para otro estadio de vida donde la adrenalina desatada nos hace sentir que sí, estamos vivos. ¿Por qué este tipo de eventos y grupos no llegan a Saltillo si hay harto público para ellos? No lo sé. Aquí vienen abuelos de sí mismos, como Mijares y Emmanuel los cuales y en mi ciudad adoptiva, Zacatecas, son programados gratis en su plaza. En fin. Un dato más para agregarle gasolina al fogón ardiente: alguna vez y en año pretérito, un buen cuate me dijo que fuésemos a ver a un trovador bueno de a madre. Era en el pomadoso Casino de Saltillo la tocada. Le pregunté quién era. Dijo que era… ¡Nicho Hinojosa! Caray, cuando conocí a este trovador en Monterrey, cantaba por tragos. No hay nada malo en ello. Pero bueno, así pasa aquí.
Esquina-bajan
Aunque ahora he estudiado un poco de música clásica (sigo sin saber nada, en honor a la verdad. Se necesitan años de vuelo para apreciar del todo semejante belleza de música) con los excelsos Alejandro Reyes y Joel Almaguer (mis defectos como alumno, no sus defectos como maestros; que conste), sigo rindiendo pleitesía a mis años de formación y siendo muy francos, tenía hartas ganas de ver en vivo a “Sepultura”, quienes tienen un disco tan extraño que no fue bien aceptado en su momento, “Dante XXI.” Sí, una adaptación al rock, digamos, de la obra de Dante Alighieri, la “Divina Comedia.”
Y es que por lo general, este tipo de rock, llamado no pocas veces o etiquetado como “metal trash”, se le acusa de ser satánico, únicamente ruidoso y sin melodía. Por cierto, vino una agrupación de metal que tocó y cantó… música cristiana con este ritmo metalero en el festival del fango y la lluvia en Monterrey. Fueron bien recibidos. Pero pocos saben que este tipo de grupos, como “Sepultura” (otra digresión, mis héroes de “Apocalyptica” han traslado a violonchelo su célebre rola de “Rufus/Resist”. ¡Ah, la pura adrenalina!), nacieron por ejemplo en Brasil y fueron la punta de lanza en choque y resistencia ante estados totalitarios, como la dictadura que asoló a ese país en la década de los ochenta del siglo pasado. La música de rock fue un cohesionador y sembró una conciencia social, no la batuta de un Director de sinfónica con frack y adietado y obeso en la burocracia oficial.
¿Es el rock satánico? Caray, vaya usted a saber pero yo lo disfruto harto. Hay una leyenda al respecto, es la del célebre blusero Robert Johnson quien se dice, habría vendido su alma al diablo en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale, Missisipi. ¿El motivo? Interpretar el blues mejor que nadie. Caray, de ser así, el tipo lo logró. Es una referencia ineludible al día de hoy. Como hoy lo es un tipo tal vez mejor que Eric Clapton, Joe Bonamassa. Lo bien cierto es que anduve de vago escuchando a mis bandas de rock favoritas a las cuales tuve la fortuna de admirar. Iniciando enero por cierto, viene a Torreón a dar un buen concierto la soprano… ¡Elina Garanca!. No se lo pierda. Aunque estará con un programa mucho mejor en el DF.
Letras minúsculas
Los sabios de “Apocalyptica” me siguen moviendo e inspirando. Una dosis de adrenalina que no, muchas ocasiones no logro encontrar en los clásicos. Gulp.