Doña Pepa
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Doña Josefa Méndez Medina tenía 104 años de edad y todavía se ganaba la vida trabajando. En su casa -humilde casa- allá por el rumbo que antes los saltillenses llamabann “la loma trozada”, doña Pepa se dedicaba a la misma tarea que desde 1918 realizaba cada día: elaborar y vender pulque.
Ella nació en San Luis Potosí. Vino al norte cuando la Revolución, con las fuerzas de un general que se la trajo por la simple y sencilla tazón de que le gustaban las tortillas que hacía la muchacha. Se quedó en Saltillo, y aquí vio crecer a su familia: hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.
Recordaba doña Pepa un Saltillo que ya desapareció. Me hablaba de las huertas de San Lorenzo, a donde las familias iban a pasar días de campo y a merendar enchiladas y tamales, con pulque que ella vendía en Atotonilco. Hablaba también del barrio del Gato Negro, del que Odilón Galván era rey y señor. Se acordaba de cuando las últimas casas de Saltillo llegaban apenas un poquito más arriba del templo de San Juan Nepomuceno, en el Ojo de Agua. Luego paseaba la mirada por el caserío que empezaba a llenar los cerros al poniente y decía: “¡Dios santo, a dónde vamos a parar!”.
Afirmaba doña Pepa que hasta donde sabía ya nada más ella hacía pulque en Saltillo. Se dolía de la desaparición de los magueyes, y de que cada día fuera más difícil conseguir aguamiel. Renegaba de la ley seca que le impedía vender pulque los domingos, y declaraba: “Si las cosas siguen como van, hasta el pan de pulque acabará por desaparecer”.
104 años de edad tenía doña Josefa Méndez Medina la última vez que el Cronista la visitó en su casa. Pero hablaba fuerte, alargando la última letra en las palabras que terminan en consonante. Iba y venía de su cuarto al portalillo de madera y carrizos en donde vendía el pulque, y caminaba apoyándose en dos bastones de madera hechos de ramas de árbol. Se cubría la cabeza con un rebozo que de continuo acomodaba para que no se le cayera. Veía bien, oía bien y recordaba bien. Si alguien le preguntaba cómo hizo para llegar así a sus 104 años respondía:
-Comiendo gordas con chile y tomand pulque.
Reía gozosa, y luego tapaba con un lienzo muy blanco la boca de la gran barrica pintada de verde verde donde tenía el pulque. Entraba luego en su casa con piso de tierra. Pollos y patos se atravesaban a su paso, y ella los apartaba con un enérgico movimiento de su bastón.
Doña Pepa, de purísima raíz tlaxcalteca. La última.