Día de la Mujer 1/2
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El calendario está lleno de festividades, guateques, mitotes y celebraciones de todo tipo. Ahora son fiestas nacionales, internacionales o, de plano, locales. Pero todos los días es motivo de celebración. Para bien o para mal, según sea su enfoque, señor lector. En mi juicio, para mal. En días de celebraciones ruidosas (Día de la Madre, Día de la Mujer, Día de los Derechos Humanos, Día del Profesor y un largo etcétera), la parafernalia es tan huera como los alambicados discursos que ensalzan a todo mundo, pero que en la práctica no significan nada y no se aplican las bondades de lo dicho. Fue el caso del recién finiquitado “Día Internacional de la Mujer” (8 de marzo).
En dicha semana, anduve entre San Luis Potosí y Zacatecas. Andaba entregando textos y cobrando un peso donde colaboro (revistas), amén, claro, de saludar amigos periodistas y escritores. El día específico de celebrar a las féminas, me encontraba en Zacatecas. Fui a cenar a un restaurante de reciente creación, The Milk, en la Plaza Miguel Auza, en pleno centro. Llegué y ordené una pasta italiana salpicada con trozos de salmón en reducción de naranja, todo bañado con una botella de vino italiano. Me apoltroné en una de sus cómodas mesas. Afuera del restaurante, es decir, en la Plaza, estaba dispuesto un cine monumental, sillas y templete con miras a ofrecer, como parte de las actividades en honor a la mujer, un ciclo de cortometrajes y documentales. Como ya estaba allí y apenas iba a disfrutar mis alimentos, me reventé la mayoría de los cortos. Todos anunciados como el gran logro conseguido por mujeres mexicanas en el cine.
En traducción directa al cristiano es: no obstante de ser mujeres, a pesar de ello, lo superaron, “le echaron ganas” (lo que esto signifique en la jerga de la filosofía positiva y de superación personal de poca monta) y el resultado fue este tipo de cortometrajes dirigidos por féminas de “talento y arrojo”. El “sí se puede” afloró como tema toral del discurso de las autoridades de Zacatecas. Lo que vi, el retrato fue espeluznante, aterrador. Por esto ya no voy al cine. Me receté “Ramona” (2014), con una sombra lánguida, Columba Domínguez. “Gertrudis Blues” (2002) de Patricia Carrillo. “El Excusado” (2003) de Lorenza Manrique. “¿Qué me va Hacer?” de Alejandra Cordero (2002). “Música de Ambulancia” (2009) de Alejandra Markovitch… no aguanté más. Pedí la cuenta en el restaurante y me fui a deambular en los callejones de la ciudad. Ignoro si seguían más cortometrajes. Imagino no era el único aburrido. Casi todo mundo abandonó las sillas de la plaza.
Esquina-bajan
¿Denuncia o retrato? ¿Símbolo o sólo signo, huella? Pues no, el talento no se da tan fácil. Es escaso. Tan escaso, que pocas féminas (como en los varones, pues), se disciplinan, perseveran y logran una buena obra de arte. Entre el acierto y el error, más lo segundo, en este tipo de cine que vi faltó la apuesta genuina de vida, dejar jirones de existencia en ello; por esto, es imposible que llegue de gratis el talento y la genialidad para entonces admirar el trabajo de ellas y aplaudirles. El talento es escaso y si no se cultiva, se siembra y se riega, pues jamás va a crecer. Es el sabor de boca que tengo al ver este Festival de cortos de mujeres cineastas.
¿Se debe de admirar la precariedad con la cual fueron filmados estos cortos, debemos aplaudir las “escenografías” donde no hubo la más mínima inversión no de pesos, sino de talento o astucia? Es decir, en estos cortometrajes, una cama es una cama, un pan es un pan, una tortilla es tortilla y así al infinito. No símbolo, sino huellas de la cotidianeidad ramplona que se habita y, en la mayoría de los cortos, en el remolino del DF. Avanzo. ¿Qué es un pan dulce, una tortilla? Sí, es alimento. Pero en manos de un artista (escritor, cineasta, pintor), una simple tortilla se convierte, amén de ser signo/alimento, en símbolo y el símbolo (tortilla, pan) se desdobla en plato, en utensilio/cuchara, pero también en una arma (acopio, precio alto, especulación o de plano un pan endurecido por la poca harina, en tabique letal…).
Nada, nada de esto afloró en estos documentales que hablan de una pobreza narrativa y de talento que hacen de estas mujeres, “cineastas” prescindibles en el espectro nacional. ¿Es toda la capacidad y creación que puede aportar en este arte una mujer, y por esto lo promovieron como una actividad ejemplar? Al parecer sí. Y ojo, la mayoría de estos cortos tiene más de tres lustros de haber sido filmados. ¿Dónde está la producción reciente de ellas u otras féminas? El más “nuevo” es de hace tres años. Otro no es de una mexicana, sino de una argentina avecindada en el País, Alejandra Markovitch (hace ocho años). Historia por lo demás 100 por ciento chilanga. El día 12, a cuatro de la celebración internacional, una niña de 17 años fue brutalmente golpeada en Saltillo por su esposo.
Deprimida, tomó cloro para suicidarse. Está grave.
Letras minúsculas
¿Sabe cuánto cuesta el litro de cloro? 9.90. Esto vale la mujer en Coahuila. Continuará el lunes.