De cómo me patearon un huevo en Costa Rica
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Antes había dos cosas inevitables: la muerte y los impuestos. Ahora existen tres: la muerte, los impuestos y la globalización. Así, quienes se oponen a ese proceso universal le están haciendo, como quien dice, puñetas al muerto. La globalización, no cabe duda, avanza. Saltillo y Ramos Arizpe ya se juntaron, y Arteaga no tardará mucho.
La difuminación de las fronteras puede quitarnos identidad. Por eso conviene guardar muy bien nuestra credencial de elector y nuestro pasaporte. También nos importa preservar celosamente nuestros moditos de hablar, pues ellos dicen lo que somos. Sócrates –conocido filósofo socrático– solía decir a sus nuevos alumnos:
“Habla, para que yo te vea”.
En Costa Rica tienen sabrosos dichos y palabras. Don Rodrigo Carazo, presidente que fue de ese hermoso país, y luego rector de la Universidad para la Paz (institución de la ONU), gentilísimo anfitrión mío en su país, me regaló un dicho costarricense que me hizo recordar aquel de la campaña de don Óscar Flores Tapia: “Caminando y haciendo”. Éste de Costa Rica sirve para expresar la necesidad de hacer las cosas sin dilación, aprisa, y es dicho propio de vaqueros: “Volcando y capando”. Es decir, tumbando al toro y quitándole lo toro. Como dijo Nuestro Señor, desde luego en ocasión distinta: lo que has de hacer hazlo pronto.
Lindas palabras tienen los de Costa Rica. A los niños les llaman “carajillos”, que es cariñoso modo de decir. También les dicen “güilas”.
–Salí a pasear el domingo con la mujer y los güilas.
Este vocablo, dicho así, “güila”, o pronunciado “huila”, es rico en significados regionales. De momento recuerdo cuatro, a reserva de dar después con otros. Entre nosotros “huila” es la mujer liviana. Para los sonorenses, en cambio, “huila” es una mujer de pocas carnes, delgadita.
–Mi señora es muy huila.
–Preséntamela, ¿no?
En el rancho, la huila es la cometa o papalote que elevan los muchachos por el aire en los ventosos días de febrero y marzo. En el sur del País, la huila es lo que acá llamamos cócona, la hembra del pavo o guajolote. También se llama pípila o totola.
En Costa Rica, a los gays les dicen “playos”. Se usa en diminutivo la palabra, para no ofender: “playito”.
–¿Quiere el pantalón con pinzas, señor?
–¿Cómo es con pinzas?
–Como éste que traigo.
–No. Así se ve uno muy playito.
El habla costarricense es suave y delicada. Tiene matices de mucha elegancia y cortesía, pero al mismo tiempo de llana familiaridad. Hay un tuteo delicioso que me encantó. La guapa niña que atiende la pequeña librería del nuevo centro comercial frente al Hotel “Herradura” te dirá sea cual sea tu edad:
–Mira este libro, a ver si te gusta.
Tú tienes más de 70 años; 18 ella, pero igual te tuteara con dulzura.
Cuando agradeces algo te responden:
–Con mucho gusto.
Eso es bonito.
La mayor sorpresa, sin embargo, me la llevo cuando pido en el restaurante un huevo revuelto.
–Pateado, querrá usted decir –me indica el cocinero.
Me pongo en el lugar de un tico que después de una noche de farra llega a su casa en horas de la madrugada y le pide a su mujer:
–Patéame un huevo, vieja.
¡Qué temeridad!