Alcanzar las estrellas
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Una convocatoria de la NASA que decía “se busca astronauta” la leyó Rodolfo Neri Vela observando particularmente los requisitos y, entonces, se dijo a sí mismo: “yo los cumplo. Así que tengo dos opciones: me quedo sentado o decido participar de una vez y saber qué tan lejos puedo llegar”, así inició el proceso para ser parte del equipo que viajaría en una misión espacial en el orbitador Atlantis, lo demás es historia.
Hoy, Neri afirma que el gobierno mexicano desaprovechó la oportunidad que su viaje dejo para incursionar en el ámbito tecnológico mundial, en sus palabras: “Fuimos al espacio antes que Japón, antes que Italia, y hoy Italia tiene más de 10 astronautas, lo mismo que Japón. En México nos quedamos en uno hace 30 años y el gobierno no piensa en la importancia de apoyar el desarrollo tecnológico”.
Y razón de sobra tiene al afirmar: “Un país no puede avanzar si no le pone fechas a las cosas. Las fechas son la clave del éxito. Puedes ser un genio, muy social, pero si no le pones fechas a tus proyectos vas a fracasar y otros te van a dejar atrás”. (https://youtu.be/phi0Mn31qtA) (https://www.youtube.com/watch?v=WjkQbRJL3G0)
Sangre Azteca…
Dos personas con nombres muy usuales, pero con oficios considerablemente inusuales, este verano harán historia, me refiero a José Hernández Moreno y Daniel Olivas. Ambos descendientes de mexicanos, los dos astronautas. Ambos testimonios de ese viejo refrán que reza: “más hace el que quiere, que el que puede”. Los dos demostraran al mundo que el espacio también habla español, que puede tener huéspedes con sangre azteca.
Su misión denominada STS-128 Atlantis, estaría compuesta por ocho tripulantes, la nave se lanzó hasta el viernes 28 de agosto de 2009.
Sueño y realidad
Daniel Olivas era considerado un astronauta veterano, pues contaba con 336 horas de vuelo espacial, al haber formado parte de la Misión STS-117 en el verano del 2007, en aquélla ocasión el objetivo de la misión fue trasladar a la Estación Espacial fuera de la atmósfera de la tierra.
El sueño de Daniel, para convertirse en astronauta, nació cuando apenas era un niño, a los ocho años de edad, en el momento en que sus papás le regalaron un telescopio y luego lo llevaron a conocer la NASA, en Houston, Texas.
Interesante es constatar cómo una pequeña chispa de inspiración puede convertirse en un objetivo de vida con excelentes resultados, cuando se combina con el aliento de una inquebrantable voluntad.
Pocos los elegidos
El proceso de selección que realiza la Nasa para elegir a los astronautas es muy meticuloso: las generaciones de los nuevos astronautas tienen solamente una vigencia de cuatro años y de cuatro mil aspirantes ¡exclusivamente se eligen a 15! Exacto: sin más, sólo a los extremadamente competitivos, ya que el programa de adiestramiento es duro y agotador.
A base de esfuerzo
Profundizo en la vida de José Hernández Moreno: su padre es un campesino originario de Ticuitaco en La Piedad, Michoacán, quién, como muchos otros millones de compatriotas, emprendió la huida de la pobreza y miseria hacia los Estados Unidos.
José nació el 7 de agosto de 1962, en French Camp, en el condado californiano de San Joaquín. Creció en Stockton, ciudad situada también en California, vivió su niñez entre Estados Unidos y México, trabajó al lado de su familia en los campos agrícolas y dominó el idioma inglés hasta los 12 años, gracias a su persistencia se graduó de Ingeniero eléctrico de la Universidad de California, en Santa Bárbara, Estados Unidos.
El propósito de José, desde que era pequeño, fue el de convertirse en astronauta: “Mi sueño de ser astronauta recuerdo que ocurrió cuando estaba con mi padre recolectando verdura en Stockton, California y escuché en un pequeño radio que el costarricense Franklin Chang-Díaz había sido seleccionado para el programa de astronautas de la NASA y sería el primer latino en el espacio”
(Recomiendo el video en: http://www.voces.unam.mx/?q=node/1386)
¡11 rechazos!
José fue rechazado once veces por la NASA para el programa de astronautas, pero su persistencia y determinación fue mucho más allá que la de cualquier obstáculo, de cualquier “no”, finalmente, al presentarse por duodécima vez, fue aceptado.
Desde tiempo atrás trabajaba en la propia NASA como jefe del área de materiales y procesos del Centro Espacial Johnson, en Houston, Texas. Previamente, trabajó en el Laboratorio Nacional de Livermore, donde participó en el desarrollo de equipos para hacer mamografías digitales.
Estrellas a la vista
¿Cuáles fueron las tareas de José? ¿Cuáles fueron sus mayores desafíos? Él mismo lo explicó: “mis tareas incluyeron ser el operador principal de la mano robótica del transbordador y la mano robótica de la estación internacional, para ello lo más difícil fue aprender los sistemas del transbordador, aprender los sistemas de la estación internacional y cómo reaccionar si algo va mal durante el vuelo. Esos fueron los entrenamientos más difíciles. Más bien se trató de una gran preparación mental y de mucho estudio”.
“Cuando nos ven subiendo al transbordador, eso es el fruto de muchos años de esfuerzos y entrenamientos. La clave del éxito es el estudio y la preparación. Estudiar y tener metas y luego saber llegar a ellas.”
Precisamente con el objetivo de difundir por un lado la idea de que cualquier sueño se puede hacer realidad y, por otra parte, transmitir la relevancia de los programas de exploración espacial, José creó una fundación sin ánimo de lucro (“José Hernández, alcanzando las estrellas”).
Jose ha escrito dos libros: el “Cosechador de estrellas” y “El niño que tocó las estrellas” que, entre otros mensajes, dejan muy en claro que “cuando una persona se propone algo, todo se puede lograr”.
La mirada en lo alto
José y Daniel, son personas que continúan inspirando a propios y extraños, porque han hecho válido son testimonio del desafío “si lo puedes soñar, lo puedes lograr”, ellos demuestran que valen la pena los muchos años de preparación, tenacidad y sacrificio para calificar entre miles de candidatos que, como ellos, aspiran a viajar al espacio y formar parte de este selectivo grupo de personas brillantes y especiales.
Indudablemente, el testimonio de Daniel y José, es muy provechoso para las nuevas generaciones, para los jóvenes que tienen puestos sus ojos en grandes ideales, los cuales ya van de gane; pero sobretodo, para aquellos que han convertido a la abulia en una forma de vida, que creen que sentir hambre es una cuestión de dieta, que el padecer calor o frío es ausencia de aire acondicionado o calentadores, porque son los que viven sin ideales, en la mediocridad, la inferencia o la vulgaridad. Tal vez desesperanzados.
Sus ejemplos son inspiradores para aquellos que se sienten cansados, que tiran lo que les sobra, que ahorran solamente en actitudes de generosidad, que les place huir de la responsabilidad de ser concientes, que viven exteriorizando sus vidas en obras de teatro, en auténticos caos histéricos, en superficialidades. Para los que viven en Disneylandia. En la ficción.
Son legítimos ejemplos para esos muchachos que viven gozando la ilusión de un mundo donde no se está obligado a tener un propósito, ni por mucho tienen las actitudes de reconciliarse con la lógica, la realidad y la misma conciencia.
En fin, son personas referenciales para esos jóvenes que nunca se han atrevido a tener ideales inmensos, que jamás se les ha ocurrido pensar que alcanzar las estrellas es posible. Totalmente realizable.
Rejuvenecer
Concuerdo con el mensaje de Alfonso Aguiló a los muchachos (y no tanto): “En vez de dar culto a la juventud del cuerpo, de modo exterior y forzado, y que además produce desesperanza al ver cómo se va marchando, hemos de buscar esas cimas más altas a las que se puede remontar la esperanza del hombre que rejuvenece día a día su espíritu”, buscar más allá de las fronteras conocidas, ahí donde se pueden tocar las mismísimas estrellas.