¿Catástrofe o coyuntura?
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Hay tres monosílabos estériles: ¡ay!, ¡uy! y ¡ufff!
Queja, susto y berrinche. Tristeza, miedo y coraje. Lamentación, temor y enojo. Casi siempre que hay un cambio se generan estas actitudes y se escuchan esas exclamaciones.
Hay un contagio de aferramiento a la zona de confort. Se prefiere más de lo mismo por pánico al asombro de descubrir, de estrenar, de innovar y crecer.
Las voces mediáticas se encargan de inflar fantasmas, de profetizar calamidades, de sacarle el bulto al desafío de enfrentar lo que parece peor como condición para ser mejor.
Se ve como huracán demoledor lo que no es catástrofe, sino coyuntura como lo expresaba en estos días un editorialista, a propósito de los cambios vecinos que nos afectan:
“La estrategia de las autoridades mexicanas es un primer paso digno de reconocerse, pero sin duda se requiere el apoyo de todos los sectores de la población para enriquecerla con nuevas propuestas que permitan atender integralmente el problema que se avecina.
“Por lo pronto, es urgente dejar de levantar muros entre nosotros mismos para generar riqueza, y para ello, lo primero que debemos hacer es trabajar con mayor precisión en el combate a la corrupción a fin de crear condiciones de seguridad que favorezcan la inversión; recuperar zonas pobres a través de políticas económicas a largo plazo; procurar el desarrollo social integral de zonas marginadas; favorecer la economía social y productiva de localidades en la incertidumbre por la carencia de oportunidades; vencer la injusta distribución de la riqueza e indecentes desigualdades entre millones de mexicanos”.
“Si logramos hacer esto, lo que ahora parece una catástrofe que se cierne sobre nuestro pueblo, podría convertirse en la coyuntura que tanto necesitamos para despegar como país en busca de mejores oportunidades para todos”.
Se ve como calamidad la deportación masiva, la construcción del muro fronterizo, la cancelación o actualización del TLC, las anunciadas tarifas arancelarias de exportación, etc. Y la coyuntura se despliega cuando podemos descubrir los muros internos que ya hemos levantado y pagado, el soborno creciente, las zonas despojadas sin desarrollo y los tumores voraces que impiden la distribución orgánica para generalizar el acceso de todos a los bienes básicos.
Dicen nuestros rancheros que “la carga es lo que hace andar al burro” y los marineros afirman que no “no hay buen navegante si no hay tempestades” y los abuelos moralistas aseguran que “no hay mal que por bien no venga”.
Ni ayes, ni uyes ni uffes ayudan a levantar la pesa que fortalece la musculatura. Sólo una bola potente y peligrosa hace posible que un bateador se vuele la barda y haga la carrera victoriosa…