Café Montaigne 6
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TEMAS
Una mujer en bragas y caminando con los pies desnudos en una recámara con duela de madera, trayendo en sus manos una aromática taza de café, es lo más cercano al paraíso… Atentos lectores como usted el cual hoy se toma este aperitivo conmigo, me piden regresar al tema, atávico y placentero, del fetichismo, el elogio desbocado del pie femenino y cómo llega a influir tanto en nuestra vida, lo cual nos hace girar en redondo cuando en una zapatería y/o centro comercial, observamos un pie alado o los tacones de verticalidad imposible de una musa de piernas torneadas…
Confinadas a ser objeto sexual por siempre (no se me acuse de violencia de género, vea por qué al seguir leyendo), la historia recoge tres episodios de cuento y leyenda (de decenas que hay en el mundo) donde el entramado amoroso y sexual de la mujer (destino) está atado al hábitat de la mujer por antonomasia (espacio doméstico). “Caperucita Roja”, entregando el sustento alimentario a su abuela enferma, pero sucumbiendo en las fauces de un lobo. “Blanca Nieves”, comiendo de un fruto prohibido de su entorno inmediato y casero, una manzana envenenada (símbolo universal del deseo terrenal), la cual espera el beso de su príncipe que le devuelva la vida y pasión. Y claro, “Cenicienta”, emblema y arquetipo de la mujer que amén de esperar a su Alteza de colores que la rescate de la refriega diaria y de estar cubierta de ceniza, ofrece como intercambio sexual, un pie estilizado al cual hay que calzarle una zapatilla de cristal para admirar su chamorro duro y letal el cual un poco arriba, se convierte en un muslo redondo, bello y lechoso…
Dejamos para otra ocasión a “La Bella Durmiente”, quien sucumbe a un pinchazo con el huso de la recua. Es decir, una triste hilandera. Qué le vamos hacer. Así funciona el mundo desde que es mundo. Y así amamos más a nuestras mujeres (amamos más a las ajenas, la mayor parte del tiempo. Ya luego descubriremos de nuestro error. Demasiado tarde): con botas hasta la rodilla, de preferencia de cuero negro (una insípida, pero inspirada Julia Roberts en “Pretty Women” o una despampanante Cher); o con ballerinas, ese cómodo calzado de piso popularizado por Brigitte Bardot y claro, la bella y menuda Audrey Hepburn. Hoy las ballerinas son un zapato de culto.
Tal es la pasión y seducción por este tipo de calzado, que se venden… en joyerías. En Puerto Vallarta hay una tienda, la “Joyería Viva”, la cual amén de ofrecer diamantes, pendientes, anillos, pulseras, ofrece alpargatas y ballerinas las cuales se confeccionan en París. Ofrézcale usted a una mujer un par de calzado industrial (botas con casquillo en la punta) para que vaya con usted a cenar a “Don Artemio” o dele la alternativa de un par de estiletes Jimmy Choo o un par Vivienne Westwood y sabrá en un segundo la elección.
Esquina-bajan
Doy un sorbo a mi café al cual he agregado dos dedos de ron Capitán Morgan, regalo de Raúl Hernández Carrillo. ¿Equidad de género, igualdad en el vestir y calzar? Eso sólo ocurre en las leyes y papel. No en la vida real. A las verdaderas ladys, ni les va ni les vienen dichos códigos. Ellas sólo se sienten felices mientras van a la zapatería, a ocho zapaterías seguidas y contiguas; sólo para regresar a la primera visitada y escoger el par que se probaron en el inicio de su aventura. Todas son “Cenicientas”. Las mujeres jamás tendrán en su clóset el suficiente par de zapatos disponibles y a su gusto entero. Por esto tal vez, la exprimera dama de Filipinas, Imelda Marcos, se granjeó el odio de buena parte de la humanidad (envidia, pues), cuando se supo que su colección de zapatos era de más de 1200 pares… Para ella, pocos.
Para ella y para todas, incluyendo a Natasha, la espigada bailarina de un table dance de Monterrey, con la cual salgó una vez por semana. La mantengo a raya. Puede convertirse en amor. Las mujeres nunca tendrán los suficientes pares de zapatos disponibles y para ciertas ocasiones. Son “Cenicientas Eternas”. Vaya, el pie femenino y su zapato, son protagonistas de historias y canciones sin fin para los que somos fetichistas, atados al potro del deseo. Una banda de rock ya quemada, “Café Tacuba”, cantaba y contaba en su rola, “La Chica Banda”, los siguientes versos de pésima estirpe: “Me he enamorado de una chica banda, me he enamorado de su negra piel, pelos pintados, flexi botas negras y es de las morras de la secu 23…”
Un escritor entregado a las mieles del deseo y del placer que jamás aburre, el sexo femenino, D.H. Lawrence, no sólo fue un prosista de altos vuelos al cual volvemos una y otra vez a revisitar su señera novela “El Amante de Lady Chatterley”, también fue un buen poeta. Seducido por el verso libre, en un texto bello y perturbador titulado “Después de la ópera”, en las escalinatas de piedra pulida de un teatro engalanado, no duda en apreciar a las “Damas/ que caminan como pájaros de pies brillantes y afilados…” Sin duda, fetichistas somos todos.
Letras minúsculas
Una mujer se viste para causar envidia en otra mujer. Una mujer siempre deseará los zapatos de otra mujer… “Cenicientas” son todas.