Café Montaigne 3
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TEMAS
No podemos ganar cuando decimos, pensamos y espetamos que vamos a perder y que nos sentimos cansados, agotados, desvalidos para acometer una tarea grande en nuestra vida. Bebiendo una buena taza de café con un aditivo (“piquete”, le decimos los hombres viejos como yo. De hecho, el sabio Michel de Montaigne a los 25 años ya se sentía viejo y sin futuro.
Yo, a estos 53 años que me cargo en la espalda, soy más que viejo, entonces. Dije que le puse un chorro de “piquete”. Lo anterior en traducción directa al cristiano es una dosis generosa de ron), una y otra vez pienso y divago en torno a lo perfilado en la columna anterior: somos lo que pensamos. Somos lo que profetizamos y declaramos de nosotros.
No es palabrería huera con visos de la toxicológica superación personal que a todo mundo engatusa: “sonríe y el mundo cambiará”, “pega en tu pizarra la casa que sueñas y la casa llegará a ti”. No. Pronunciar palabras de poder en nuestra vida y accionar diario tiene su linaje escogido y simbología eterna. En todas las culturas. No estamos sólo hechos de vértebras, tendones, linfa y músculos, no; estamos hechos de verbo, palabras y lenguaje. Tal vez esto es más importante que la misma comida. Alimentarnos de palabras. Ser una palabra misma.
Convertirnos en palabras y frases. No los católicos, sino los hermanos judíos afirman lo anterior con base en “La Torah”. Para ellos, hay un apego “casi fetichista, pero no idolátrico” al texto, explica el rabino Marc-Alain Ouakmin.
Los cabalistas hablan que el mundo mismo fue creado con letras. Las letras son un poder divino, son una parte de Dios que se encarnó, que se contrajo en ellas. El rabino dice: las letras “son Dios”. Y de hecho, los cabalistas afirman que “La Torah”, desde la primera hasta la última letra, es sólo “un gran nombre de Dios”. ¿Cuál es el nombre de Dios en estas infinitas posibilidades de ars combinatoria? Ese es el punto, quien descifre el nombre de Dios (el Innombrable), tal vez llegue a ser como él. Todo tiene que ver con todo. Es decir, como señala el rabino y como bien dicen ciertos escritores, se deletrea una sola obra, un mismo libro que forma parte del cuerpo de un todo.
Para los nativos de la India, para los hermanos hindúes (1200-500 a. de C.) hay una “sílaba sagrada”, es un bello y enigmático dibujo de la cifra “OM”, el cual se aprecia en el “Atharvaveda”. Uno de los textos sagrados de la India. Y usted los conoce porque son los agrupados como “De los Vedas” y “Veda”; es literalmente “saber”, el saber de las cosas sagradas. En una parte de ese texto se lee: “¡Dame, oh, Tierra,/ la miel de las palabras!” Verso poderoso donde se anuncia lo que estoy explorando.
Esquina-bajan
En otro fragmento del “Himno a la Tierra”, mientras le invocan y le enderezan plegarias donde le llaman a ésta la “gran mantenedora”, la que “dona todo” y “hace fluir para nosotros la miel que nos es cara” a la par de bendiciones y corrientes abundantes de agua, ríos, alimentos y una naturaleza sana, le piden a la Tierra que “sea fuerza y esplendor en la lengua” y que su “canto nunca desaparezca”. No hay tribu del orbe que no tenga palabra, oralidad. Sólo los hombres hablamos. Sin palabras, sin poesía andaríamos deambulando por la vida como cojos, ciegos, mancos; atrofiados de alma y corazón.
Somos lo que hablamos. Dentro de los Evangelios apócrifos, en especial el de Tomás, que aborda la infancia de Jesús (siglo 2 de nuestra era. Sigo las citas de Giacomo Perego y Giuseppe Mazza), se lee a la letra: “Mientras Jesús pasaba por la aldea, un niño le aventó una piedra que lo golpeó en la espalda. Jesús le dijo: ‘¡No continuarás tu camino!’, aquél cayó en seguida muerto. Los que estaban presentes quedaron atónitos exclamando: ‘¿de dónde viene este niño?’ Toda palabra que profiere es obra realizada”. Sí, todo lo que decimos se materializa. Se cumple. Para bien o para mal.
El tema es inagotable. Como la creación misma. Y si deletreamos “creación”, hay un texto antiguo, de Babilonia, que hace referencia a esto. Es el “Enûma Elish” y junto a la “Epopeya del Gilgamesh” son las creaciones más importantes de la cultura mesopotámica (siglos 17-16 a. de C.). Sigo la traducción del ibérico Luis Astey V. En una de sus tablillas, la cuarta, en sus versos que declaran a su dios Marduk: “Señor, verdaderamente tu destino es el primero entre los dioses,/ habla sólo de destruir o de construir, y ello será. Abre tu boca, se desvanecerá la imagen;/ habla de nuevo, y la imagen estará toda”. No hay diferencia entre la Biblia (Ezequiel 2.8-3), el “Enûma Elish”, los “Vedas” o el poema de Atón, el egipcio. El cual se lo presentaré la próxima semana.
Letras minúsculas
Somos lo que hablamos. “Habla de nuevo, y la imagen estará…”, dicen los versos anteriores. Doy un sorbo a mi café. Lo apuro. Mejor bebo un ron para calentar el alma. ¿Existe el alma?
Sólo los hombres hablamos. Sin palabras, sin poesía andaríamos deambulando por la vida como cojos, ciegos, mancos; atrofiados de alma y corazón