Café Montaigne 27
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TEMAS
El miedo es un reflejo espontáneo, una sensación primigenia ampliamente explorada por la literatura y el arte, que se ha modernizado con el avance de las civilizaciones
Todos tenemos miedo, eso es definitivo. Es algo de nuestra misma naturaleza. Es un reflejo espontáneo, el cual incluso es necesario porque nos hace estar alerta y nos da protección, defensa ante el inminente peligro (peligros reales e imaginarios). El miedo camina con nosotros todo el tiempo, es nuestra sombra. Para ciertos humanos, el sólo cruzar una calle, salir de su casa y trasladarse a la oficina es de un pesar, esfuerzo tan grande y penoso (miedo a hacerlo), el cual no pocas veces los lleva a la muerte. Fue el caso del escritor y filósofo Karl Krause, quien padecía agorafobia. De una mente preclara y brillante, derrotado y muerto por un ciclista, arrollado en una calle oscura donde se manifestó eso llamado miedo.
Todos tenemos miedo. El miedo forma parte del entramado y columna vertebral de periodos muy largos de la humanidad, es la tesis del brillante académico y escritor Jean Deleumeau en su libro inconmensurable “Miedo en Occidente”. Ya no hay peste negra, pero hay SIDA. El miedo a los poderes naturales ingobernables (la oscuridad, la tormenta, el fuego en el bosque) ha dado paso al miedo y terror a las grandes ciudades, al poder de la economía desbocada; el pavor ante el poder omnímodo de las autoridades políticas y sus actores (Donald Trump, el villano favorito del mundo al día de hoy). Nuestros miedos hoy son el habitar las grandes ciudades, saber que somos un triste y pequeño engranaje sujeto a los vaivenes del mercado, el cual nos puede desechar en cualquier momento. Decía Juan Benet que para él la literatura inició con un niño perdido en la calle. Le doy la razón.
Claro. La metáfora es poderosa. Su anécdota es bíblica. Es precisamente el niño Jesús separado de la mano de sus padres en Jerusalén (Lucas 2:41-52). Un niño perdido en la ciudad (Jesús en la ciudad de Jerusalén, predicando) desata el miedo y todo tipo de preguntas. Preguntas las cuales nos llevan a deletrear la literatura. G. Ferrero afirmaba el tópico de que las grandes civilizaciones son producto de una larga lucha contra el miedo. Y el miedo lo vamos a ver en esta columna y la siguiente. Es mucho el miedo “imaginario”, el miedo a lo invisible, el miedo al “otro”, a lo que no conocemos ni podemos sujetar en un concepto. Es el hálito en el poema de Konstantinos Kavafis: el miedo a los “bárbaros”, los cuales jamás llegan.
La civilización es producto de sus miedos. Nuestro amado Michel de Montaigne en 1580, y con motivo de uno de sus pocos viajes, lo avistó cuando fue a Augsburgo (Alemania). Tuvo que franquear tres/cuatro puertas (foso, puente levadizo, barrera de hierro) que defendían aquella ciudad, la cual sí tenía miedo a los turcos.
ESQUINA-BAJAN
¿Usted, estimado lector, es de los hombres y mujeres los cuales esconden sus terrores y sus miedos? ¿Usted es de esos a los cuales definimos como valientes? ¿Es malo tener miedo? ¿Usted cómo fue educado, negando o enfrentando sus miedos? Y en todo, en todo aflora la condición de género. No, señor lector, las mujeres y los hombres no somos iguales. Nunca lo seremos. Una aterciopelada Ley, políticamente correcta, por decreto, no va a otorgarle a las mujeres, de un día a otro, esa valentía que está presente en la vida diaria y en la literatura… escrita por varones.
Ya en 1508, en ese libro leído y glosado hasta el hartazgo por don Miguel de Cervantes Saavedra, “Amadís de Gaula”, se decía que éste “hacía temblar a los animales salvajes más temibles”.
El divino Virgilio en su “Eneida”, en su Canto IV, dice que el “miedo es la prueba de un bajo nacimiento”. No, no se perdona el que un varón tenga miedo. Nuestro ángel tutelar, de nuevo Montaigne, en sus portentosos ensayos, con los cuales estamos tomando café y dialogando, hablaba de los humildes de las aldeas y los campesinos, los cuales tienen “propensión al espanto”. “Don Quijote de la Mancha” de Cervantes reboza en ejemplos donde el miedo y temor es armado fundamental en episodios. Y no, aún no hemos abordado la llamada literatura de terror, literatura de miedo, siniestra y maléfica, la cual nos araña la mano en la noche al leerla.
Insisto, muchas notas y ejemplos tengo a la mano en una libreta donde he ido pergeñando, desarrollando y enrollando este tema. Si usted así lo pide, luego de este díptico, regresaré al tema. Pero sin duda, hoy el miedo tiene forma y cara de aquel vecino que nos observa en el autobús colectivo, aquel sujeto que finge leer el periódico apostado en la esquina de su casa, mientras observa el movimiento todo: casa, calle y vecindario. El miedo hoy es el habitar las grandes ciudades a merced de un Estado opresor y autoritario (Thomas Hobbes); no hay libertad ya. En el Siglo 18, quien mejor lo leyó fue un pintor, un grabador que me tiene harto perturbado, Jean-Baptiste Piranesi. Este realizó una secuencia de cárceles con un “orden horroroso, geometría inhumana, preludio de lo que devendrían nuestras ciudades hoy”.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Miedo? Sí, lea Proverbios 1.7: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Hasta a Dios hay que tenerle miedo… puf.