Café Montaigne 2
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Mientras usted se deleita con una buena taza de café, hoy hablaremos de la riqueza y la pobreza. No voy a enfocarme en la pobreza que en México a todos lastima y hiere (mire usted como está el País hoy). Me detengo a estudiar someramente las palabras, el lenguaje y ciertas expresiones que diario pronunciamos y que contribuyen a nuestra pobreza intelectual o, bien, a nuestro crecimiento y riqueza en todos los órdenes. Incluyendo la económica. Si somos lo que comemos, como lo dijo J. A. Brillant Savarin, también nuestra esencia, nuestra vida se refleja en las palabras. Somos lo que hablamos, profetizamos y declaramos de nosotros y de nuestro entorno a través del lenguaje y discurso.
Hay palabras de poder, pero también hay palabras moribundas. Hay frases que modifican el eje del universo (una de ellas: “Y, sin embargo, se mueve”), como también hay frases hueras, bobas, tontas, las cuales todo mundo pronuncia y lo conducen invariablemente a la chabacanería, a la estulticia, a la estupidez, al cadalso. Hay expresiones estúpidas. Van varias que nos empobrecen, éstas son usadas por “especialistas”, magos y charlatanes de la “superación personal”, expertos en “comunicación asertiva”, maestros en “coaching”, doctores con certificaciones para dar terapia, asesoría y así “superar pérdidas emocionales”… puf. Es en serio, señor lector.
Tal vez hasta usted ya ha tomado algunos de estos “cursos” y “seminarios” con profetas de la felicidad y superación personal en sólo siete lecciones (¿ha notado que no son 8, 14 ó 52 lecciones? No, siempre son siete pasos, siete peldaños, siete lecciones, siete días para adelgazar, siete días para hacerse rico… pero usted pregunte de la prosapia de este número, su simbología y su poder eterno, su entramado en obras como “Alicia en el País de las Maravillas”, de Lewis Carroll, supuestamente libro para niños; caray, vamos iniciando, pero usted haga estas preguntas y los “expertos” y “motivadores” se quedarán callados de ignorancia. No todos, claro. Usted habrá escuchado hasta el hartazgo las siguientes frases hueras: “necesitas estar motivado”; para que te vaya bien, “necesitas ser productivo”; para que salgas adelante, “necesitas echarle ganas”; sé más “competitivo”, bla bla bla.
¿Qué es exactamente “echarle ganas”? ¿Qué entiende usted por ser “competitivo”? ¿Qué es exactamente lo que usted entiende cuando escucha que el celular que va adquirir es “inteligente”? ¿Cuándo un político promete que va a “blindar” su campaña contra el dinero sucio de los narcotraficantes, qué dice exactamente? ¿Qué es ser “adicto” al trabajo; ser adicto a Jesucristo es igual de bueno o malo que ser adicto al alcohol?
Esquina-bajan
Las palabras, ha dicho el sabio ibérico Álex Grijelmo, son entes vivos. Vamos a tomar por hoy una sola frase, la cual detesto a más no poder. Es ubicua. Está en boca de todos. Cuando alguien la pronuncia, inmediatamente cuadro un rompecabezas socioeconómico y, claro, cultural. Por lo general y en un 99 por ciento de los casos, doy en el blanco. La frase usted la escucha diario en la fila de las tortillas, en el restaurante de la esquina, en la conversación de su familia y, lo peor, usted escucha que el padre o la madre le espetan como principal recomendación de vida a sus hijos: dicen hay que “echarle muchas ganas” para salir adelante.
Así de jodidos estamos. Tengo una querida amiga con cuatro bellos hijos (dos de ellos, de varón diferente. Los otros dos, del primer hombre). La gran recomendación cuando le escucho hablar con ellos es que “le echen muchas ganas”. Ella los ama, pero su vida ha sido siempre una marea de malas decisiones que la tienen donde la tienen, postrada ante la vida y “echándole ganas”.
Los cuatro estudian en escuela pública. Bien no van en sus estudios por la vida fracturada que tienen. Cuando le digo a mi amiga que en lugar de “echarle ganas” y decirles que ellos van a ser lo que “ellos quieran” en la vida, ella debería tener listos 216 mil pesos para la inscripción y primer semestre de colegiatura de sus cuatro hijos cuando lleguen al ITESM (está aferrada a que aquí deben de estudiar porque ella no tuvo esta oportunidad. La ingrata no ha terminado ni la prepa. En fin), se enoja, me grita de todo y, pues sí, me deja de hablar un buen tiempo.
Lector, para mí, “echarle ganas” en este caso es tener listos al menos para cuatro hijos que quieren ir a la Universidad, 3.5 millones de pesos para su educación, manutención y enseres menores (el consejo es bíblico, está en Lucas 14:28). ¿Qué es exactamente para usted “echarle ganas”? Sin duda, frases hueras, vacías, estúpidas y, lo peor, nos empobrecen, nos hacen pobres intelectualmente y, al pronunciarlas diario, nos obligan a seguir postrados ante un empresario, un político, maestros y engatusadores de la “superación personal” y el “coaching”. Por algo y usted lo ve cada año, el ITESM invita a sus congresos a un “líder”, Yordi Rosado.
Letras minúsculas
Si Bob Dylan ganó el Nobel de Literatura, Yordi Rosado ya es candidato. La próxima semana continuaré este tema.