Café Montaigne 15
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El mundo es cruel y amenazante. No sólo el mes de abril. Todo el año, aunque abril es perniciosamente duro con los escritores. ¿Cómo combatir a esta naturaleza desbocada, veleidosa y brutal, con tal de que no reine el caos, como en tiempos bíblicos? Sin duda, mediante rituales. No con ciencia y tecnología, las cuales son apabulladas cuando soplan olas bravas, sino que la salvación debe de llegar mediante el orden y el equilibrio, un equilibrio y sana convivencia entre la naturaleza (climatología) y el hombre (habitante privilegiado que se debate entre el símbolo, la poesía y el rito). No un físico, sino un poeta, el griego Yannis Ritsos, deletrea y convierte la anterior tesis en versos: “El sol se ocultó entre las granadas, los niños las comieron, y sus labios, sus mejillas y sus manos se tiñeron de sol”. La inocencia coloreada. Ofrenda votiva para mantener en paz y en calma a la siempre amenazante naturaleza.
¿Ha notado usted que los fenómenos meteorológicos, como ciclones, huracanes y tifones letales, tienen nombres propios? Sí, es para sujetarlos en un concepto. Hacerlos asequibles a nuestra inteligencia y tratar de maniatar todo su poder de otro mundo en un nombre cercano que habremos de invocar en las noches más altas para tratar de contener su poder, caos y destrucción. Sea abril o junio. Mayo o noviembre. Da igual. Pero abril es mes cruel por definición del poeta y por antonomasia. Un 4 de abril de 1284, en Sevilla, España, murió un escritor y rey. No cualquier rey, sino al que se le considera el fundador de la prosa castellana. No he leído su obra en verso, pero sí he escuchado y me he deleitado con sus cantos, las “Cantigas de Santa María”, de Alfonso X (1221-1284), apodado “El Sabio”. Tengo en mi almuédano, en mi aparto de sonido en el momento de redactar estas letras, al Ensemble Unicorn, Vienna recitando los versos del rey poeta bajo sonidos e instrumentos musicales primigenios. Sin duda, Dios está tranquilo. Su ira está por lo pronto controlada.
No siempre es así. Un erudito, Isidoro de Sevilla, quien luego sería canonizado, con trabajos históricos, astronómicos, litúrgicos, sobre geografía, forjador de enciclopedias, biografías y, claro, textos teológicos, murió el 4 de abril del año 636. Otro erudito, de los pocos presidentes inteligentes que ha tenido esta América bárbara, es o fue don Rómulo Gallegos. Venezolano él quien guio los destinos de su país a la par de escribir una obra fundamental, “Doña Bárbara”. Para no contradecir a Eliot, murió en abril. Un escritor grande como pocos, Saul Bellow, Nobel de Literatura, murió en 1976. Sí, en el cuarto mes del calendario occidental.
ESQUINA-BAJAN
¿Lo notó? Es el cuarto mes. Y sin duda, el cuatro es número simbólico para varias culturas de México (los tontonacas, por ejemplo) y del mundo. Según viejos relatos de esta cultura, todo lo que carece de apoyo, pues cae (Ley de la gravedad, pues). Por esto, hasta la tierra y el agua misma necesitan de “apoyo” para no precipitarse al vacío, a la nada. Ser nada. Por ello se necesitan de cuatro puntos de apoyo (cuatro puntos cardinales), los cuales son representados, sostenidos en sus puntas por reyes o tortugas. Pero, cada año, estos reyes y/o tortugas se “cansan” y cambian de brazo (los reyes) para sostener el mundo o se cambian de posición (las tortugas). Sí, lector, es entonces que sobrevienen las catástrofes naturales (la tierra se mueve, dicen), el caos.
Tal vez por esto y no otra cosa, los escritores, los poetas mueren en abril. En el cuarto mes occidental. En abril de 2011 murió un escritor argentino que encontró en las letras al verdadero mundo, no en la ciencia (era científico), Ernesto Sábato. Usted ha leído de él “El Túnel”, “Sobre Héroes y Tumbas”. También en abril y el mismo año que Sábato, murió el poeta chileno Gonzalo Rojas. Su poesía le valió el reconocimiento universal con el prestigiado Premio Cervantes. Uno italiano, el otro inglés. Escritores con toda la mano. Periodistas también lo fueron. Emilio Salgari y Daniel Defoe, amén de compartir la gloria, comparten el mes de defunción: abril.
Florecen las semillas, brotan de brazos y palos creídos secos, botones de luz y un verde rejuvenecedor. En abril nacieron escritores de la talla de Nikolai Gogol en 1809, quien escribió una obra monumental, “Las Almas Muertas”. También nació un escritor-periodista aguerrido y perfecto, Émile Zola. El 2 de abril de 1805 nació Hans Christian Andersen. Danés que es famoso universalmente por sus cuentos infantiles. Un poeta alto y venoso, injustamente olvidado hoy, José Hierro, quien fue Premio Príncipe de Asturias y Premio Cervantes, nació en Madrid un 3 de abril de 1922. Como también en este mes y el mismo día nació otro poeta, mexicano él, Juan José Tabalada. Marguerite Yourcenar, escritora francesa harto conocida por su novela “El Amante” nació en abril en Vietnam.
LETRAS MINÚSCULAS
Quedan letras en el tintero. “Ciudad irreal / bajo la parda niebla de un medio día de invierno”. T. S. Eliot. Es abril y aún hay resabios del frío invernal.
Abril es mes cruel por definición del poeta. Florecen semillas, brotan de brazos y palos creídos secos, botones de luz y un verde rejuvenecedor. En el cuarto mes han nacido y fallecido grandes escritores.