¿Ahora qué vamos hacer con las drogas?

Politicón
/ 25 noviembre 2015
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Hay algo en el argumento de la Corte con el que otorga el amparo para cultivar y consumir marihuana que en México ha causado escozor

Se trata de una cuestión que si bien no implica una falta de corrección lógica ni normativa, sí puede ser cuestionada desde el punto de vista empírico. Un problema que le es propio a casi todos los argumentos que defienden de manera absoluta la autonomía personal sin prestar atención a otra clase de factores. Esta clase de defensas toman como principio que los seres humanos adultos somos autónomos y, en consecuencia, que el Estado no debe frenar cierta clase de conductas y acciones que, aunque puedan ser dañinas para uno, no lo sean para otros. Siendo este el caso se presume que tanto la marihuana como el tabaco y el alcohol terminan afectando únicamente a quien los consume y no a quien ve cómo los consume. Hasta aquí el argumento es impecable.

Sin embargo, el argumento en ocasiones olvida otros presupuestos que no se pueden obviar en discusiones tan relevantes como esta y que debemos debatir: cuántos individuos en nuestras sociedades son netamente autónomos; autónomos en el sentido de tomar todas sus decisiones de manera racional, libre y plenamente informada. Cuántos tienen la libertad, en el sentido de no actuar influenciados por factores externos, para decidir cosas tan relevantes para sus vidas como el consumo de sustancias tóxicas. 
Cuántos, en realidad, conocen los daños efectivos (y no la información de pasillos y banquetas con la que regularmente contamos) que causan ciertas drogas. Cuántos fumadores, bebedores o consumidores de drogas, tienen plena e informada certeza de qué están haciendo y de por qué lo están haciendo. En eso consistiría una decisión plenamente autónoma por parte de los consumidores: el tener completa libertad, información detallada y voluntad racional para decidir consumir o no. Esta es una situación que injustificadamente ha presumido la Corte.

No tengo la menor duda de que muchos consumidores de drogas sí toman la decisión de esta manera. Pero también, no me cabe la menor duda de que muchos otros, no. Cómo vamos a definir quiénes efectivamente han decidido de manera autónoma y quiénes no, consumir drogas. Bastará con la mayoría de edad, con el hecho de conocer sus efectos y los daños físicos y mentales que ocasionan.

El argumento me parece correcto desde la perspectiva de no criminalizar a los adictos y tratarlos como enfermos. De convertir un problema jurídico en un problema de salud pública. Librar a la marihuana del control estatal no libera al Estado de su responsabilidad para garantizar las decisiones autónomas. Debemos implementar mecanismos de salud, de prevención, de información que permitan a quienes ya consumen, tratarse, a quienes están por consumir, informarse, y quienes están consumiendo, conseguir el producto regularizado por mecanismos de comercio formal.

Esto se dice fácil. Pero implica un esfuerzo estatal no contemplado por la decisión de la Corte: cómo se va a regular el consumo, el cultivo, y la previsible futura comercialización. ¿Están las instituciones y los mecanismos jurídicos preparados?

Se ha dicho que la marihuana causa menos daño que el tabaco y produce menos agresividad que el alcohol. Esto es algo que los médicos deben certificar, sin embargo, lo que el argumento de la autonomía hizo fue abrir la puerta a que este mismo argumento sea utilizado para otras drogas más nocivas que la marihuana, el tabaco y el alcohol juntos. Cuál va ser el criterio normativo para incluir en el prohibicionismo a la heroína, la cocaína y otra clase de drogas fuertes y a la marihuana no. Cómo vamos a evitar la pendiente resbaladiza en la que estamos cayendo.

Sin duda, es imprescindible que el Estado proteja la autonomía de las personas, pero ¿no debería también, al menos, señalarnos qué decisiones son buenas y qué decisiones no, para proteger la autonomía misma? Estoy seguro que estos son los puntos que preocupan al presidente Peña Nieto y a todos aquellos que invitan a debatir el tema.
 

Nació en Acapulco, Guerrero, el 7 de agosto de 1946. Realizó sus estudios profesionales en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México de la UNAM, obteniendo el título de Licenciado en Derecho el 17 de agosto de 1970. Tiene 13 años en la Administración Pública, Federal y Estatal, lapso en el cual desempeñó diversos cargos como son: Director General de Asuntos Jurídicos del Gobierno del Estado de Guerrero, Director Jurídico de la Administración del Patrimonio de la Beneficencia Pública, Director de Normatividad y Control de la Dirección General de Adquisiciones, Director de Legislación y Consulta de la Dirección General de Asuntos Jurídicos, todos de la Secretaria de Salud, y Secretario de Finanzas del Gobierno del Estado de Guerrero. Ha sido académico y catedrático de las Universidades Americana de Acapulco, Anáhuac del Sur, Iberoamericana, ITAM, Escuela Libre de Derecho e Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, además ha participado como expositor y conferencista en instituciones Públicas y Privadas y como representante de México en Foros Internacionales. Asimismo ha participado en diversos trabajos legislativos de los que han resultado importantes reformas a Leyes relacionadas con la Administración de Justicia. Ha publicado diversos libros y participado en revistas. Su actividad en este Tribunal ha sido de 31 años, inició en 1966 como Archivista “G” Transitorio del Archivo Judicial, Taquígrafo “F”, Secretario del Ramo Penal en el Juzgado Primero Mixto de Paz ocupando diversos puestos administrativos hasta el año de 1969 que fue designado Juez “A” de Paz de Cuautepec Barrio Bajo. Después ocupó los cargos de Juez Décimo Quinto Mixto de Paz del Partido Judicial de México Distrito Federal, Magistrado Numerario (1993-1999), y Magistrado de la Primera Sala Civil de 2003 al 2007. Ocupó el cargo de Presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de Judicatura del Distrito Federal, actualmente es embajador de México en los Países Bajos.

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