Adviento y esperanza
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Se telescopia el trayecto Guadalupe - Magos de Oriente.
En el mundo de la fe, lo guadalupano se topa con el tiempo de Adviento, invadido y desplazado por el tiempo de Navidad, con desembocadura en Epifanía.
La comercialización navideña empieza, desde noviembre, a darle adelantado tono navideño a todo el ambiente de decoración y de regalos en oferta. Todavía no se enciende la primera vela de la corona de Adviento y ya se cantan villancicos, se adorna el pino y se despliega el nacimiento.
La influencia anglosajona empieza a salpicar con rojos santocloses panzones y barbones, en trineo aéreo de renos. El Adviento queda así apretado, aplastado, desdibujado y, no pocas veces, olvidado. Es el Adviento tiempo de esperanza. Tiene un toque de austeridad. En los hogares se van encendiendo, cada domingo, las velas de la corona. Incluyen la de alegre color rosa del último, ya próximo a la Nochebuena.
En esa noche se enciende la vela central. Significa que ha nacido ya el Salvador.
El Adviento tiene algo de desierto. No sólo en lo íntimo personal de apertura a la trascendencia. Se perfila también coyunturalmente en el continente de la esperanza.
La paz de Colombia prendida con alfileres, los centroamericanos sacudidos por terremoto e inundados con tsunami. Y los divididos estados de la llamada Unión de América, ya no sólo anglosajones, sino también afroamericanos, asiáticos, latinoamericanos. Y no sólo evangélicos, sino musulmanes, católicos y pluricultuales.
El gran experimento de unión de lo diverso en un american dream y en un american way of life vive un desierto de incertidumbres ante el abanico de encrucijadas con que va terminando el año 2016.
Adviento creyente, político, social, económico, cultural, poblacional, con promesa de muros y deportaciones, de tratados desarticulados o reajustados No se sabe si predominará la sensatez y la lucidez o sólo la involución de un totalitarismo regresivo y disimulado. Se avizora un año 2017 con decenas de escenarios posibles en lo continental y en lo nacional.
Así como el Adviento tiene una segunda etapa de creciente regocijo por la llegada del Salvador y se disfrutan acá las posadas que acompañan a los peregrinos a Belén, se anhela también una brisa próxima de buenas noticias como respuestas inteligentes, recias y humanizantes a los desafíos que hacen crecer y mejorar.
Es algo digno de desear, que el Adviento recobre todo su sentido en los hogares y en la sociedad, en la nación y en el continente, para que el fulgor navideño no se vea ensombrecido ni se desdeñe la invitación a cantar –en Navidad– un himno de buena voluntad porque, desde las alturas, hace tiempo que llegó, como un regalo de amor, quien señala, para todos, el camino hacia la gloria.