2016: el momento de hacer balances llegó
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Estamos viviendo las últimas horas de un año que, como cualquier otro, tiene múltiples lecturas, individuales y colectivas: dependerá siempre del lado de la mesa en el cual uno se encuentre sentado y del grupo de personas con las cuales protagonice el tramo de historia que nos corresponde.
Esto implica que habrá quienes tengan de este 2016 un balance positivo porque durante los 12 meses que mañana llegarán a su fin, la cosecha de éxitos fue mayor que la de fracasos o infortunios.
En el extremo opuesto están quienes llegan al final del año con saldos negativos porque durante el trayecto acumularon pérdidas de las cuales nunca pudieron recuperarse.
Por lo que hace a la historia colectiva, ésta tiene múltiples capas: la de la familia, la del vecindario, la del trabajo, la escuela, la ciudad o el País. En cada una de esas capas los saldos pueden ser positivos o negativos, aunque al final es posible obtener un saldo general.
En el ámbito más amplio de la historia colectiva, en el de la vida nacional, resulta sumamente difícil considerar que concluimos el año con saldo a favor. Los elementos para el malestar social y la crispación del ánimo colectivo son demasiados y no hacen sino incrementarse cotidianamente. El incremento en el precio de las gasolinas –pero, sobre todo, las circunstancias en las cuales ello ocurre– constituyen tan sólo el más reciente botón de muestra.
La expectativas para 2017 difícilmente pueden considerarse buenas, sobre todo porque el panorama económico no pinta bien: nuestra moneda se ha devaluado, el precio del petróleo ha caído, la recaudación tributaria no mejora y el próximo mes de enero dará inicio, en los Estados Unidos, un Gobierno que tiene como uno de sus principales ejes de actuación la revisión de la relación comercial con nuestro país.
Pese a todo, la natural propensión de los seres humanos por el optimismo debe conducirnos a pensar que tiempos mejores están por venir. Y sin duda eso es cierto: el gris panorama que tenemos al frente como sociedad puede transformarse en uno halagüeño en el cual se cumplan las más caras aspiraciones individuales y colectivas.
La fórmula para que ello ocurra es la misma de siempre: disponernos a trabajar para modificar las expectativas personales y colectivas, eliminando en primer lugar los más prominentes elementos de nuestra cultura que generan la grave desigualdad social que nos caracteriza.
Modificar el pronóstico, para mejor, es posible. Pero no será “por arte de magia” que ocurra, ni por obra de la casualidad. Ocurrirá si cada uno de nosotros se dispone a hacer la parte que le corresponde y si quienes tienen una vida caracterizada por los privilegios se atreven a considerar la idea de que la realidad actual no cambiará mientras mantengamos un modelo que permite la acumulación de riqueza en unas pocas manos, al mismo tiempo que condena a la inmensa mayoría a la miseria.
En unas horas comenzará el año 2017 y con él, una nueva oportunidad para que nos decidamos a transformar nuestra realidad.