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La historia de Marvin: lo daban por muerto en Chiapas, vivía en situación de calle en Torreón
Marvin salió de Chiapas hace ocho años y no regresó. La familia lo dio por muerto, sin saber que vivía en situación de calle en Torreón. Mario Fabián de la Rosa García, hermano de una persona desaparecida, se preocupó por él, investigó quién era y logró el milagro: reunirlo con su familia y regresarle su identidad.
- 14 enero 2024
Marvin Alejandro García López salió de su casa hace ocho años para irse a trabajar al corte de la uva. Eso fue lo que dijo a su madre en el ejido Álvaro Obregón de Tapachula, Chiapas. Pero no lo volvieron a ver. Tenía 16 años. La madre murió. Un hermano desapareció. Otro hermano murió. Y a Marvin Alejandro lo dieron por muerto porque eso le dijeron a la familia: que el crimen lo había matado. Pero ocho años después a María del Carmen García López, la hermana mayor, le mostraron un video en Facebook de su hermano Marvin Alejandro: sucio y con los cabellos como de estropajo. Era él.
Y María del Carmen se quedó helada. Recordó todos esos años en el que ella muy en el fondo sentía que su hermano tenía algo, que algo le pasaba, que no estaba muerto.
Su hermano, ahora de 24 años, vivió los últimos años en situación de calle, adicto al cristal, con una escoba como su compañera y el apoyo de algunos vecinos en el barrio de San Antonio de los Bravos, en Torreón, Coahuila, a 2 mil 150 kilómetros de casa.
Marvin llegó a Torreón y vivió en la calle
Al ejido San Antonio de los Bravos llegó Marvin Alejandro García López hace cerca de ocho años. Vendía churros de harina, pero muy pronto se tiró al vicio.
Es lo que recuerda Mario Fabián de la Rosa García, un maestro de primaria de 37 años y el artífice de haber subido el video de Marvin a Facebook.
Todos estos años Marvin Alejandro deambuló por las calles de San Antonio de los Bravos, principalmente por donde vive Fabián.
-Tío, dame pa’ un refín, dame 10 pesos -solía pedirle Marvin a Fabián.
Fabián le daba alguna moneda o le daba de comer. A cambio, Marvin le tenía siempre barrida la calle.
Marvin construyó una choza con un hule como techo en un terreno baldío del ejido, donde antes era un campo de fútbol, pero por un litigio inmobiliario ha quedado abandonado. En un rincón del terreno escarbó para hacer una especie de cuna, y con una cobija vieja, echarse a dormir.
A Marvin le gustaba cortar la hierba con un cuchillo y quemarla después. En el terreno todavía se miran las huellas de esa quema. También se mira la caja de un foco con el que seguro se drogaba y una madera con un pedazo de varilla sujetado con alambres, con el que los vecinos suponen se defendía.
En el barrio era conocido como ‘El Guanatos’, porque al principio que le preguntaron de dónde venía, dijo que de Guanajuato.
“Pancho, Raúl”, decía cualquier nombre que se le viniera a la mente cuando le preguntaban por él.
Hasta que en diciembre pasado Fabián lo miró por primera vez en un estado de lucidez, casi como si se tratara de un milagro. Fabián le preguntó por su nombre y El Guanatos respondió:
-Marvin Alejandro García López.
-¿De dónde eres?
-Álvaro Obregón, Tapachula, Chiapas.
Fabián le creyó.
No era la primera vez que Fabián preguntaba a las personas en situación de calle por su nombre, por su familia. Siempre trataba de indagar porque pensaba que quizá su hermano podría estar en la misma situación; que quizá en otro lugar, otra ciudad, otro estado, alguien más iba a hacer lo mismo por su hermano: Edson Amadeo de la Rosa García, desaparecido el 9 de julio de 2009 en Torreón.
El dolor de una desaparición
El 9 de julio de 2009, Edson Amadeo de la Rosa García se hallaba en el porche de su casa cuando llegaron varios sujetos en camionetas y se lo llevaron junto a otro joven.
Sucedió en la calle 5 de mayo de San Antonio de los Bravos, fuera de la casa de sus papás. La madre, Delia García, escuchó desde la cocina cuando sucedió todo. Edson, el menor de cuatro hermanos, tenía 20 años cuando se lo llevaron a la fuerza.
En 14 años de búsqueda, los padres, Delia y Mario, han sido incansables. Se unieron al colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec). Pero si algo ha enseñado esta epidemia llamada desaparecidos en México, es que la desaparición de una persona trastoca a toda una familia, hermanos incluidos.
“Nos hemos enseñado a vivir con la ausencia, enseñado a vivir, pero no a sobrevivir. Hace falta en cada navidad, año nuevo, cumpleaños, hace falta cuando estamos reunidos en la mesa. Es inevitable recordar que él no está, que le quitaron su oportunidad de vida; no tuvieron las agallas de haberlo dejado en alguna parte si es que lo mataron; para tener esa tranquilidad, tener un lugar donde llorarle, eso nos quitaron también”, comenta Fabián de la Rosa desde su casa.
Fabián se había ido a vivir a Sinaloa después de casarse, y ese verano, el de la desaparición de su hermano, viajó a Torreón de vacaciones. Un mes antes se despidió. “No te vayas güey, qué tal que me muero y ya no me ves”, le dijo Edson cuando iban a la central de autobuses.
Ese día los hermanos se despidieron de beso en el cachete, algo inusual.
Nunca lo ha vuelto a escuchar ni a ver.
“Es inevitable llorar. Nos sacudimos las lágrimas y seguimos adelante. Y si podemos ayudar lo haremos”, añade.
Así lo ha tratado de hacer todos estos 14 años. Mientras unos hacen búsqueda en campo, en fosas, en cárceles o hacen sus propias investigaciones, Fabián ha encontrado en las personas en situación de calle una razón para poner su grano de arena.
“Tanta gente, tantos chavos, deben de tener una familia, un núcleo. Ojalá la gente tuviera la oportunidad de ayudar y tener esa empatía”.
A Fabián le llena mucho el alma ayudar porque es algo que a él le gustaría sentir encontrar a su hermano. Siente esperanza de que quizá alguien más está ayudando a su hermano en caso de que esté vivo.
“Ese Marvin puede ser mi hermano en otra parte. A lo mejor lo que yo hago por una persona, lo hacen por mi hermano”.
Nunca había tenido éxito en sus interrogaciones a gente en situación de calle. Inclusive algunas veces intentaron extorsionarlo. Pero este diciembre todo fue diferente. Ese día que El Guanatos le dijo su nombre y su ciudad de origen, Fabián se dio a la tarea de investigar. Corroboró que existe el ejido Álvaro Obregón, ubicado a unos 14 kilómetros de Tapachula. Entonces comenzó a pedir permiso para entrar a los grupos de Facebook del ejido. Cuando entró publicó el nombre de Marvin y un video. De inmediato hubo respuestas:
“Es hermano de la rana, es el hermano de Carmela”, leyó entre los comentarios.
El 20 de diciembre María del Carmen García le marcó llorando desde Chiapas.
“Es él, lo estoy viendo, es él. Voy a pedir raite porque no tengo recursos para ir a Torreón”, le dijo la hermana del otro lado.
La historia de Marvin
A los 16 años, Marvin pidió permiso a su madre para irse a trabajar al corte de la uva, después de que coyotes llegaran a reclutar jóvenes al ejido.
“No nos dijo a qué estado. Ya no supimos nada. Mi padrastro lo dejó ir para deshacerse de él. Vivíamos en una situación donde siempre nos explotó. Se quedó con todo lo que mi mamá dejó”, relata María del Carmen vía telefónica.
María del Carmen, Carmela, es la hermana mayor y quien siempre cuidó de sus hermanos. A los 10 años él cuidaba de Marvin mientras su madre trabajaba vendiendo ejotes en el mercado de Tapachula.
“Tenía 10 años y ya tenía la responsabilidad de un adulto, cuidaba de ellos. Yo los bañaba, no fui a la escuela por cuidar de ellos, iba a molerle a las vecinas para poder ganarme un pedazo de queso. Me duele lo que les pase a ellos. Porque yo los cuidé. Eran como mis hijos”, cuenta María del Carmen de 30 años.
De Marvin dice que siempre fue un niño trabajador, que ayudaba en la siembra de ejote que vendía su mamá y que más grande, llevaba en el triciclo a su madre para que tomara el autobús rumbo a Tapachula a las 2 de la mañana. Regresaba a casa y a las 6 de la mañana se iba con su machete a trabajar. Volvía a las 12, se bañaba y se iba a la escuela.
Le gustaba manejar máquinas y de grande quería ser operador.
Pero antes de eso decidió irse al corte de la uva.
Marvin se comunicó a los dos días que partió y les informó que estaba bien. Sólo eso, recuerda su hermana.
A la semana volvió a comunicarse.
“Nos habló angustiado, que lo ayudáramos, que estaba escondido en un cerro y ya no supimos nada. No sabemos cómo salió de ahí”, narra la hermana.
Después les hablaron para pedirles dinero a cambio de la vida de Marvin. Les dijeron que estaban en Torreón y les dieron un número de una tarjeta de Coppel. La familia pidió una foto de Marvin. Pero era el dinero o la vida.
No volvieron a saber nada.
“No pusimos ni una denuncia, porque aquí vas y no te hacen nada. No hacen una investigación, ahí ‘espere, nosotros le vamos a hablar’. Fuimos a la fiscalía, de ahí nos mandaron y no nos hicieron caso. Nos mandaban a muchos lugares y nunca nos hicieron caso. Subíamos fotos de mi hermano en Chiapas en Facebook, pero nomás acá”, relata María del Carmen.
Cuatro años después María del Carmen recibió una petición de solicitud de amistad, la aceptó. Y unas personas, ella cree que las mismas que intentaron pedir el rescate, le aseguraron que su hermano había muerto.
“Nos dijeron que él ya había fallecido, que, porque no le habían mandado dinero, se fue a la calle y se murió. No nos dijeron dónde quedó”, recuerda.
La familia, sin posibilidades de viajar a buscar, se resignó.
La madre de Marvin y María del Carmen murió de cáncer. A un hermano lo asaltaron y lo mataron. Y otro más, Eliud Abraham, el más chico de los hermanos, desapareció hace tres años después de irse a trabajar al corte del mango.
“Ya no nos dijeron nada”, cuenta María del Carmen sobre su hermano desaparecido.
Y en todo este tiempo, la hermana asegura que nunca perdió la fe de que Marvin estuviera con vida. A pesar de que le celebraban misas como si estuviera muerto, ella muy en el fondo afirma que nunca perdió la fe.
“Había ocasiones en que me sentía angustiada, les hablaba a mis hermanos, me siento rara, siento que alguien me falta, que alguien está mal. Contrólate, recuerda que mi hermano ya está muerto, me decían. Siento que tiene algo, cuidé a cinco hermanos, mi mamá tuvo que trabajar para nosotros, fui como mamá para ellos”, insiste a la distancia.
Por eso cuando su esposo llegó a darle la noticia que su hermano estaba vivo, se paró de inmediato, miró el video y se quedó en shock, según relata. Quería salir corriendo a abrazarlo, pero todavía faltaba un largo trayecto, sin dinero, hasta Torreón.
“Me cayó como una bendición de Dios”, dice la hermana y se escucha por teléfono que llora.
Ella y su esposo llegaron de aventón con un trailero hasta Monterrey y de allí se vinieron en autobús a Torreón.
El reencuentro
El 31 de diciembre de 2023 María del Carmen y su esposo llegaron a Torreón. Fabián de la Rosa fue por ellos y los llevó a donde se hallaba Marvin, que estaba intoxicado.
“¿Tú qué andas haciendo aquí, Carmela?”, preguntó Marvin, enojado y sin soltar la escoba apenas vio a su hermana. En instantes se le fue encima y Fabián tuvo que detenerlo. “Con usted no es, tío”, le dijo Marvin. “Vete, vete”, le decía a su hermana. “Quiero que se vayan”, repetía.
La familia realizó una videollamada y los hermanos le pedían que se calmara. “Papito, por qué te pones así”, le decían.
“Tu familia viene desde bien lejos. Dale la oportunidad”, le pidió Fabián.
María del Carmen asegura que su hermano siempre fue un niño tranquilo, que nunca se drogaba y que les hacía caso en todo. Se sintió mal cuando lo miró después de ocho años. “Lo quería abrazar y no se dejaba”, recuerda.
Fabián y la hermana de Marvin decidieron retirarse. Fabián les dio posada.
Decidieron acudir al DIF y ahí los orientaron a que no lo presionaran y que lo llevaran a una clínica de rehabilitación para que primero se desintoxicara. La hermana quería sedar a su hermano para llevárselo a Chiapas, pero le advirtieron que era peligroso.
En el DIF los canalizaron a la clínica de rehabilitación a adicciones y alcoholismo “Sinaí”. Fabián comenzó a pedir apoyos y donaciones en San Antonio de los Bravos y consiguió pagar la primera semana y los exámenes médicos.
“Conocieron al padrino. Les ofreció ayuda espiritual, psicológica, psiquiátrica y convenció a la hermana que era lo mejor”, recuerda Fabián.
El 2 de enero Fabián y trabajadores de la clínica llegaron con Marvin para tratar de internarlo. “Ven, güey, te quieren contratar para que limpies”, le dijo Fabián y Marvin lanzó una sonrisa. “Vamos a que limpies una quinta”, volvieron a invitar. Y Marvin tomó su escoba y no opuso resistencia.
Cuando se iba en el coche, vio a su hermana. “Vente, Carmela, vámonos a almorzar”, le dijo. Y la hermana se echó a llorar.
Ese 2 de enero, Marvin Alejandro García López fue internado en la clínica de rehabilitación. Los exámenes médicos arrojaron consumo de cristal y marihuana, según refiere Fabián.
“Me siento muy contenta porque se quedó, sé que va a salir de esto. Yo me regresé a Chiapas, tengo mis niños acá, tenemos que trabajar para pagar su centro de rehabilitación e ir a traerlo de vuelta a Chiapas”, dice la hermana.
Segunda oportunidad
La labor de Fabián de la Rosa no terminó con el reencuentro de Marvin con su familia, con regresarle un nombre a quien vagaba por las calles. Ahora trabaja para juntar el dinero para la rehabilitación de Marvin. Con el apoyo de vecinos, ya logró juntar para tres meses de recuperación en la clínica.
Además, sigue en contacto diariamente con los encargados del centro, a quienes les pide que le informen todos los días la evolución. Ya le enviaron una foto de Marvin rapado.
“Tenía muchas alucinaciones debido al grado de intoxicación. A veces solo venía una vez y comía una sola vez. A las dos, tres de la mañana se ponía a quebrar la escoba, vidrios de los carros, la gente que lo maltrataba”, recuerda Fabián.
La gente hablaba a la policía, pero los oficiales no se lo llevaban. Argumentaban que iba a ensuciar la patrulla, que ni en la cárcel municipal ni en el Cereso lo iban a aceptar. Pero como tampoco existe una institución a la que lo pudieran llevar para resguardarlo, no hacían nada.
Las personas en situación de calle no importan, pareciera que son como fantasmas deambulando en las calles.
“Es lo primero que deben de pensar, tenerlos bajo resguardo, tratar de ver de dónde vienen, quiénes son, darles una identidad. Por eso me alienta a yo seguir buscando y darles identidad a esas personas en situación de calle”, platica Fabián.
A Fabián le han informado que el proceso de desintoxicación de Marvin durará de tres a cuatro meses. Sabe que a Marvin lo mantienen barriendo en la clínica.
Fabián quiere darle otra oportunidad de vida a Marvin, que se reintegre a la sociedad y regrese con la familia.
Le gustaría que hubiera un padrón de personas en situación de calle para intentar regresarlos con sus familias.
Mientras tanto, Fabián mantiene la búsqueda de su hermano Edson. Ayuda a sus padres en lo que puede con las investigaciones o revisiones de casos en Ciudad de México. Aunque se queja que no existen avances de las autoridades.
“Todo lo vuelven a hacer más complicado”, se queja.
También se queja que hace meses vino la Guardia Nacional para preguntar si su hermano ya andaba de regreso. Después los servidores de la nación estuvieron preguntando a los vecinos si habían visto a Edson.
“Qué reverenda estupidez. No buscan. Las instituciones las crearon para ser elefantes blancos”, critica.
Al final, dice que el caso de Marvin también es síntoma de que nunca morirá la esperanza de saber qué pasó con su hermano.
Esperanza y fe es lo que siempre guardó María del Carmen, la hermana mayor de Marvin.
Dice que nunca se cansará de agradecerle a Fabián lo que ha hecho por ella y su hermano.
María del Carmen quiere que su hermano se recupere, que esté desintoxicado, consciente, para poderle decir que lo ama, que sus hermanos son toda su vida, que van a salir adelante, que será un hombre de bien.