Ficciones de lluvia. Una pausa antes del día cero
No importa, primero había que salir de allí. Así, allá van los políticos, los empresarios, los agroindustriales, los científicos, los ciudadanos y tantas otras categorías
Y los habitantes de la metrópoli huyeron en bandadas. Sin agua en sus casas desde el mes de junio, iniciaron el éxodo a otras ciudades. Se fueron a los hogares de otros familiares, a trabajar en lo que fuera o a vivir en condominios de lujo que tenían en otras zonas. El problema más absurdo fue ver ahora desde dónde iban a gobernar los políticos de la metrópoli, esa clase social que nos fue dejando descobijados con tu tanta corrupción, al entregar en manos de otros, siempre de otros, las responsabilidades de los temas de seguridad nacional, como el agua, por ejemplo.
No importa, primero había que salir de allí. Así, allá van los políticos, los empresarios, los agroindustriales, los científicos, los ciudadanos y tantas otras categorías. Huyeron sin cambiar un ápice su forma de pensar. Y fueron a otros sitios en donde la misma forma de pensar prevalecía. Así, acudieron a ciudades o poblados en donde por acumulación en número, agotaron más velozmente el agua que hacía funcionar a cada núcleo. Lo más curioso es que nunca se les ocurrió cambiar el modelo de vida y ¿cómo cambiarlo? si les dejaba tanto dinero a algunos, sobre todo a los que a través de los medios, las escuelas y los trabajos, decían que así era, que no había otro modo.
Los más opulentos, han comprado títulos de agua con antelación, es un gran negocio, más si conocen a los funcionarios de turno. Y otros tienen ya pozos de agua o máquinas suficientes para quitar los minerales en exceso y los contaminantes al agua. Otros incluso tienen albercas o grandes aljibes de bajo tierra.
La gente, hoy que llueve profusamente, dice que agradece la ayuda del cielo, pero no es que el cielo nos ayude, lo que hace es remediar la sarta de sandeces que articula la especie humana con el uso del agua. Y sí, aquí está el cielo cayendo con su agua sin distinción alguna sobre los sembradíos de monocultivos expoliadores que usan agua de pozo contra toda razón; sobre el flaco ganado de los pobladores del desierto o sobre las reservas de agua que luego abastecen a la ciudadanía. La lluvia anega los pozos privados concesionados para los grandes corporativos y constructoras que se beben esta agua para productos industrializados sin un marco regulatorio que compense el costo de los resultados de sus acciones en el entorno social.
Y es que ya nos alcanzó el día cero. Y no, no es solo la Ciudad de México; es una condición generalizada que tiene qué ver con un modelo de consumo y con un modelo de privilegio. ¿Por qué si solo el 7 % del agua dulce total lo consume la ciudadanía y el resto mayoritario lo agotan la agroindustria y la industria manufacturera, el regaño por falta de cuidado se centra en la ciudadanía? Pues porque se protege el modelo de privilegio aún y cuando la situación es crítica. Ya una experta me dijo hace un par de años y no quería darle la razón: este modelo capitalista extractivo no se va a detener, o mejor dicho, sí se va a detener, pero hasta que se haya acabado todo lo que sea vendible en la naturaleza, es decir, hasta la devastación.
Hoy las políticas públicas se deshacen en miradas cautelosas, hay intereses qué proteger. Y se detienen por otras cosas: que si es de competencia federal, que si es competencia estatal, que si es competencia municipal: Que si los estatutos sólo obligan a emitir tales o cuales disposiciones. Y allí están, pasando la responsabilidad a otro, siempre a otro órgano o instancia.
Esto es vergonzoso, ya que cuando los grupos de poder se lo han propuesto, han hecho enmiendas constitucionales para despropósitos que no generan bienestar colectivo. Ahora que se requiere un frente común por un uso racional y bien distribuido del agua, es decir, hoy que urge una postura de unidad para compartir tecnología en el cuidado del agua, se siguen defendiendo nichos de poder que dejan en claro quién hace mejor las cosas y quién las hace peor. Se acotan estos nichos porque así se generan ganancias económicas y simbólicas, esta diferenciación es por tanto una forma de poder, un poder que lastima porque compite y no comparte el conocimiento. Esto no ayuda a la comunidad en su conjunto.
Mientras tanto, que caiga agua del cielo, guardémosla, cuidemos lo que nos toca, aunque sea escaso el porcentaje de nuestra incidencia. Ya que en las otras escalas de decisión, faltan muchas reuniones, muchas opíparas comidas y muchos pero muchos años, hasta que tengamos otros días cero, cerca de nuestra puerta.
El vocablo cero proviene del italiano zero, este a su vez del latín zephyrum y más lejanamente del árabe clásico sifr que significa vacío.
Encuesta Vanguardia
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